Hoy probablemente ha estallado en el corazón del „Bundespoder“ la bomba de más potencia desde el escándalo de Ibiza. Esto es lo que deberías saber antes de irte a la cama.
6 de Octubre.- Hace algo más de una semana, la vicesecretaria general del ÖVP, Gaby Schwarz, convocó una rueda de prensa que provocó la perplejidad más honda no solo entre los medios sino también más allá de ese círculo, esa burbuja cerrada, en la que se mueve lo que un lector muy ocurrente ha llamado hoy el „Bundespoder“.
La político del Partido Popular austriaco dijo salir al paso de los registros que, según ella, se estaban planeando en algunos puntos neurálgicos del conservadurismo vienés. Vino a decir poco menos que había tenido conocimiento del tema porque los periodistas le preguntaban insistentemente a propósito del tema.
Y dijo unas palabras que sonaron tanto a desafío (para quien quiera que tuviera que recoger el guante) como a reconocimiento implícito de una culpa.
Esas palabras fueron:
–Es ist nichts mehr da.
Que se podría traducir por „no queda nada“.
Gaby Schwarz dijo que si se producían los mencionados registros por parte de cualquier autoridad (solo podía tratarse de la fiscalía anticorrupción), los funcionarios no iban a encontrar nada porque el Partido Popular austriaco destruye regularmente todos los datos que no está obligado a conservar por precepto legal.
(Está claro que todos los materiales potencialmente comprometedores, de existir, entrarían en este capítulo).
Cuando Gaby Schwarz salió de la pequeña sala en la que los medios se habían congregado, todos los que observamos la realidad austriaca con algo de atención, nos quedamos con la copla: algo se estaba moviendo.
Hoy, los pequeños temblores que anuncian el gran terremoto se han concretado en un gigantesco seismo: la policía, a instancias de la fiscalía anticorrupción, ha registrado los despachos de varias personas muy vinculadas al canciller Kurz.
¿Qué buscaban?
Buscaban pruebas de corrupción y de sobornos. Las sospechas de la fiscalía anticorrupción son que el Partido Popular austriaco, entre 2016 y 2018, el Ministerio de Finanzas austriaco utilizó medios del erario público para financiar encuestas que luego se manipulaban y se suministraban a un diario –el Österreich, propiedad de Wolfgang Fellner, más en concreto- al objeto de crear una imagen positiva del Partido Popular y de algunos de sus dirigentes más destacados. Esas encuestas manipuladas que eran, obviamente publicidad, no se declaraban como anuncios.
Como contrapartida, sospecha la fiscalía, el medio en cuestión obtenía pagos en forma de campañas institucionales del Gobierno. Estos pagos eran, naturalmente, para influir en las noticias que publicaba el periódico.
En los registros policiales está el who is who del conservadurismo austriaco (por ejemplo, la ex ministra de familia Karmasin) y, naturalmente, todos los maquinistas de la imagen pública de Kurz.
De ser ciertas, estas acusaciones -gravísimas- vendrían a confirmar lo que era fácil de sospechar para cualquiera que tuviera ojos en la cara: o sea que, lo que podríamos llamar Operación Sebastian Kurz, o el intento de salvar un conservadurismo austriaco que antes de 2016 se estaba muriendo a chorros de vejez y de aburrimiento, había sido una cosa cuidadosamente controlada. El mismo Kurz, como figura pública, fue creado de la nada a base (creíamos) de una cuidadosa política de relaciones públicas, padrinos en los lugares necesarios y talento del interesado. Ahora, por primera vez, se tiene la sospecha de que, quizá, hubo algo más.
Sebastian Kurz no estaba hoy en Viena (uno supone que los representantes de la ley han tenido con él ese gesto) sino en Eslovenia, participando en una cumbre sobre los Balcanes. Naturalmente, ha reaccionado indignado, diciendo que las acusaciones son falsas y minimizando su alcance. Ha dicho que la fiscalía ha cogido trozos de sms de aquí y de allá y que con ellos ha construido un caso contra él que se demostrará falso.
Gernot Blümel, como Ministro de Finanzas y hechura de Kurz (son amigos entrañables) también se ha mostrado dolido por las acusaciones que pesan contra él y que vienen a sumarse a otras, no menos graves, que salieron a la luz durante la comisión parlamentaria de Ibiza.
En el Partido Popular, como es comprensible, reina un enorme descontento rayano en la furia. Andreas Hanger, destacado político „popular“, portavoz del ÖVP en la comisión de Ibiza, ha convocado a los medios y ha denunciado la presencia de células izquierdistas infiltradas en la fiscalía anticorrupción -sí: células izquierdistas, „linke zellen“-. Según Hanger y otros correligionarios, las acusaciones contra Kurz serían una campaña orquestada para derribar a Kurz del Gobierno, emanada de las cloacas del estado. Según él, si el „presunto“ es del ÖVP se le investiga y en cambio, si el „presunto“ es de izquierdas se le deja irse de rositas.
En fin: el derecho al pataleo.
Luego, como si se hubiera dado cuenta -too late- de que se le había calentado la boca un poco más de la cuenta, Hanger ha indicado que sus afirmaciones no son una descalificación global de la fiscalía anticorrupción ni de la justicia, sino solo de las manzanas podridas izquierdistas que, según él, viven en el vientre de estas venerables instituciones.
La oposición ve lo sucedido hoy y, sobre todo, las reacciones posteriores, como lo que probablemente son: el intento del sistema Kurz de defenderse de un ataque que le da miedo.
Sin nombrarle, por cierto, el Presidente Van der Bellen, durante el acto de conmemoración de los 75 años de la agencia APA, ha criticado a Hanger duramente, diciendo que sus palabras son una línea que nunca hubiera debido cruzar.
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