¿Es el enemigo? Un análisis del negacionismo (1)

A medias por necesidad y a medias por una fascinación irrefrenable, el negacionismo se ha convertido en mi hobby. En esta serie, lo que he aprendido de él.

29 de Noviembre.- Tengo que reconocer que, desde que empezó la pandemia, observo con una fascinación casi morbosa el fenómeno del negacionismo de la CoVid.

Hasta el punto de que investigar y reflexionar sobre el negacionismo, a medias por necesidad (conoce a tu enemigo) y a medias por diversión, se ha convertido para mí en una especie de Hobby.

En esta serie de artículos me he propuesto contarle a los lectores de Viena Directo con cierta extensión todas las cosas que he aprendido, con la esperanza de que, si bien su éxito en traer a la buena senda a negacionistas descarriados será tan limitado como ha sido, hasta ahora, el mío, por lo menos les quedará la tranquilidad de entender un poco mejor el fenómeno, al objeto de poder verlo, por lo menos, con una cierta resignación.

Aclaro que lo llamaré a partir de ahora negacionismo por comodidad y a falta de una palabra más precisa que abarque esta pluriforme realidad bajo la que se cobijan cosas que, vistas de cerca, son muy diferentes.

Empezaré, para ir acotando el terreno, estableciendo un paralelismo.

NEGACIONISMO Y CORONAVIRUS: REALIDADES SIMÉTRICAS

Los virus (el corona no es una excepción) son seres muy sencillos. Apenas una cascarilla de proteína que encierra un material genético (ARN) muy breve.

Los virus son la frontera de lo que podemos considerar un ser vivo (de hecho, hay una corriente científica que niega que sean seres vivos).

Al igual que el virus, el negacionismo se expresa mediante un cúmulo de fragmentos muy cortos y muy poco elaborados de información y, por lo mismo, enormemente eficaces en la tarea de „infectar“ a los receptores.

Los axiomas negacionistas, como otros de su clase, son la frontera entre lo que podríamos llamar una „comunicación bruta“ (en el mismo sentido en el que se habla de „arte bruto“) y una comunicación sofisticada, inteligente.

Como el virus, si no está en presencia de la vacuna (en nuestro caso, la información sólida y fiable, sujeta a un sistema de verificaciones que van desde las del sentido común a las de la ciencia) como digo, si estos pequeños paquetes o „cuantos“ de información que constituyen el espinazo del negacionismo, no están en contacto con la vacuna, se replican y mutan y viajan. Y lo hacen constantemente. A gran velocidad. Por la red de comunicación informal que el negacionismo y otros fenómenos preexistentes han establecido en internet durante lo que llevamos de siglo.

Las mutaciones menos exitosas (aquellas teorías tan descabelladas que incluso son difíciles de creer para los propios negacionistas) solo „infectan“ a unos pocos indivíduos y no prosperan. Sin embargo, lo mismo que sucede con las variedades del coronavirus, aquellas mutaciones en el corpus de información que consiguen resultar convincentes para un mayor número de personas, terminan replicándose de forma masiva, desplazando a las originales e imponiéndose.

Otro fenómeno que a mí me parece muy digno de considerar es que el negacionismo se comporta de una manera simétrica a lo que podríamos llamar el corpus de información comunmente aceptado al que podríamos llamar „realidad verificable de forma científica“, para entendernos.

Como digo, una simetría. Un espejo que se sustancia en esta norma general:

Cada avance de la ciencia en el conocimiento de la pandemia es respondido por el negacionismo con un avance similar en una dirección si no opuesta, sí envolvente, y sí con una intención neutralizante. De manera que, en casi todas las ocasiones, el negacionismo es una versión deformada de la realidad, lo mismo que un delirio reordena elementos de la realidad normal para distorsionarla.

MI JEFE PARECÍA NORMAL“

Antes de seguir con un ejemplo de esto, quizá habría que tener en cuenta también otra cosa: el negacionismo pandémico no es, en ningún caso, un fenómeno nacido ex novo. De la misma manera que el coronavirus (o cualquier enfermedad) infecta mejor un organismo con un sistema inmunitario maltratado, el negacionismo se aprovechó, en origen, de la creciente dificultad de grandes masas de la población para descifrar y, sobre todo, verificar la autenticidad, de las realidades que les proponen los medios de comunicación de masas.

En otras palabras: como ya dije en otro lugar, la pandemia ha puesto al descubierto un fenómeno inquietante. Muchísimas personas a las que el sistema consideraba alfabetizadas porque habían pasado con más o menos éxito las etapas de un sistema educativo anclado en el siglo diecinueve, se han convertido, en lo que llevamos de este, en analfabetos funcionales que, como tales, están expuestos ellos mismos a una enorme vulnerabilidad y, por ende, exponen a la sociedad en su conjunto a una enorme vulnerabilidad.

Es quizá por esto por lo que, en estos dos años que llevamos de pandemia, es recurrente el sentimiento de desagradable sorpresa que muchos hemos experimentado al descubrir que personas a las que considerábamos „normales“, o sea, con las que considerábamos que podíamos hablar en igualdad de condiciones, se han movido hacia posiciones de opinión que están absolutamente fuera no ya del sentido común más elemental, sino de cualquier tipo de lógica.

Mañana: Un niño de ocho años nos explica el mundo


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