¿Están siguiendo los austriacos el confinamiento?

Ayer, en horario de máxima audiencia, la tele pública austriaca hizo algo que, hasta ahora, no había hecho ¿Afectará al seguimiento del confinamiento? Ya se conocen los primeros datos.

30 de Noviembre.- Ayer, por primera vez que yo tenga noticia, la televisión pública austriaca enseñó en un reportaje la realidad de las unidades de cuidados intensivos en Austria (bueno, y en el resto del mundo).

Enseñó la realidad de los médicos y de las enfermeras al límite de sus fuerzas (y no solo de las fuerzas físicas, también de las psicológicas). Enseñó cómo les va a los enfermos. Por ejemplo, el caso de un joven de veintiséis años, sin vacunar, sin enfermedades previas, que ha tenido que estar cinco días en coma inducido y que, después del paso de la CoVid tiene los pulmones hechos un asco. Y ahí sigue, con un respirador y una sonda incómodamente instalada en el cabo de Buena Esperanza. Entre otras cosas.

Podría haber sido también la historia de un caso del que he tenido noticia en mi entorno cercano. Una empresa de unos cincuenta trabajadores. Todos vacunados menos un irreductible que lo fía(ba) todo a los desparasitadores para caballos, la vitamina C, el deporte al aire libre y “mi sistema inmunológico, que puede soportar cualquier infección” (Mira !Como un toro! En dos años ni-un-ca-ta-rro).

¿Resultado? El imaginable. Hoy está en la UCI con CoVid, no se sabe si sobrevivirá y, si sobrevive, no se sabe qué síntomas a largo plazo va a tener.

Personalmente, tengo mis dudas a propósito de la efectividad de estos reportajes a la hora de convencer a los que todavía no se han convencido.

En primer lugar, uno de los problemas es que todos los antivacunas que yo conozco no se informan por medios de comunicación serios sino que viven en una burbuja informativa fabricada en internet, muchas veces mediante medios creados ad-hoc.

(Hay una lectora de este blog que me manda constantemente links de esos medios intelectualmente indigentes con una insistencia digna de mejor causa).

En segundo lugar, llega un momento en que todos nos volvemos refractarios a según qué realidades. Incluso realidades tan terribles como esta. Se produce un “efecto costumbre” que es contraproducente.

Por un lado, porque las imágenes y los testimonios, por crudos que sean, dejan de surtir su efecto disuasorio. Por otro, porque aumentan el atractivo de los discursos, como el de Herbert Kickl, que tratan de convencer de que los esfuerzos para vencer a la pandemia (por diversas razones) son estériles.

Quizá esto explique los datos que se han publicado hoy sobre el seguimiento del confinamiento.

La compañía de teléfonos Drei ha publicado las cifras de movilidad de la población austriaca basadas en los teléfonos móviles.

Los señores de Drei han estudiado tres semanas: la primera, una normal, la anterior al llamado “confinamiento para no vacunados” (la semana del 8 al 14 de noviembre). La segunda, ese confinamiento para no vacunados (15 al 21 de Noviembre) y la tercera la primera semana del confinamiento (entre el 22 y el 29 de noviembre).

Los son concluyentes: el confinamiento para no vacunados apenas registró diferencias en la movilidad (solo un 3,5% de descenso) en tanto que el confinamiento ha representado un descenso de movilidad de un 19% (de media).

Hay que tener en cuenta que los colegios, durante todo este tiempo, han permanecido abiertos.

Por Länder confederados, los vieneses han sido los que más se han quedado en casa. En el centro de esta capital que el Danubio riega con sus cantarinas linfas, había menos de la mitad de personas que en una semana normal, en tanto que en Eisenstadt (capital de Burgenland, la región, recordémoslo, más vacunada de Austria) solo un 18% de las personas consideró peligroso salir a la calle (o solidario) y se quedó en su casa tranquilamente.

En las estaciones de tren también se notó el descenso de afluencia de público de diversas maneras.

Mientras en Graz hubo solamente un 16% menos de viajeros, en Viena un 36% de personas decidieron no coger el transporte público.

En cualquier caso, lo que sí parece es que, descontando el cansancio de la población ante las medidas (haber estudiao, queridos) se está siguiendo más o menos el patrón del confinamiento de las navidades de 2020.

En aquella ocasión, el descenso de la actividad se incrementó a partir de la segunda semana. Por esta razón los expertos esperan que así sea este año también.

Juan Ruiz, conocido como el Arcipreste de Hita, era un cachondo mental que nació en Alcalá de Henares (Madrid, España) hacia 1283. La misma ciudad en donde un par de siglos más tarde nació Miguel de Cervantes, por cierto.

Ruiz fue clérigo y ejerció probablemente en Hita (de ahí su apodo). Como sucedía con frecuencia con la gente de iglesia, Juan Ruiz comió bien y llevó una vida disfrutona, lo que le llevó a alcanzar casi las siete décadas (para el siglo XIV no está nada mal). Murió hacia 1350 dejando su obra cumbre, el Libro de Buen Amor.

Poco más se sabe de él, salvo que anduvo preso y que sabía mucho de música.

En este fragmento, Juan Ruiz, que debía de tener algún que otro problemilla con el celibato, describe con bastante salero a su tipo de mujer ideal.


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