Marcha de Kurz, dimisión de Schallenberg: crisis abierta en el ÖVP y en el Gobierno

Durante el día de hoy, Austria ha tenido que digerir dos bombas cuya onda expansiva ha alcanzado al Gobierno en un momento delicadísimo ¿Qué va a pasar mañana?

2 de Diciembre.- A eso de las once y media de la mañana, Sebastian Kurz, el ex canciller más mozo de la Unión y ahora jefe del grupo parlamentario del Partido Popular, convocaba una rueda de prensa para explicar que dejaba todos sus cargos y se retiraba de la política definitivamente.

Naturalmente, por los servicios prestados y, en previsión de lo que pueda suceder, se le ha dado a Sebastian Kurz la oportunidad que Strache, por su mala cabeza, nunca ha tenido: la de marcharse con dignidad ¿A la espera de una ocasión más propicia para la vuelta? Eso no se puede decir en estos momentos, pero pudiera ser.

Sebastian Kurz es un hombre joven, hay muchas fundaciones en las que refugiarse a esperar tiempos mejores.

Hay que interpretar también la marcha de Kurz como el fin de un sistema, quizá como la amortización algo abrupta de una inversión.

EL OCASO DEL CHICO DE ORO

Desde que, en 2011, alguien en la estructura profunda del Partido Popular austriaco (el todopoderoso Erwin Pröll) se fijó en él, Sebastian Kurz ha sido un producto concienzudamente fabricado. Del joven zangolotino que llevaba camisas baratas se pasó al joven desenvuelto que llevaba trajes confeccionados a medida.

En la estructura profunda del Partido Popular austriaco se pensó en una tarea a largo plazo. Había que renovar el escaparate, porque a los conservadores austriacos les pasaba lo que antaño se decía de los lectores del ABC, que no dejaban de comprar el periódico porque otros les sedujera más, sino porque se morían de viejos.

El “sistema Kurz” con plena connivencia de los barones territoriales del Partido Popular austriaco, revocó de nuevo la fachada (del negro tradicional, se pasó al color turquesa), las viejas caras fueron sustituidas por caras más jóvenes (gran parte de los ministros que hoy -todavía- se sientan en el Gobierno austriaco son hechuras de Kurz, gente que ha crecido con él política y personalmente) y le dio a la envejecida parroquia conservadora una nueva ilusión.

Después del escándalo de Ibiza, Sebastian Kurz pudo continuar siendo la cara del Partido Popular porque fueron esos señores territoriales los que siguieron apostando por él. Pero lo mismo que apostaron por él, cuando las acusaciones de corrupción empezaron a tomar cuerpo, le retiraron su apoyo.

Fue el principio del fin de Sebastian Kurz. Fue el inicio del camino que ha terminado en la rueda de prensa de hoy.

De cara a la galería, se escenificó la dimisión de Sebastian Kurz y su sustitución por Alexander Schallenberg como una solución transitoria. Se separaron dos cargos que en la rígida mentalidad conservadora siempre han ido juntos (canciller y jefe del partido). Alexander Schallenberg, un barco hecho para navegar por mares menos revueltos, puso la cara entonces, y la ha seguido poniendo con frecuencia durante estos últimos cincuenta y dos días, frecuentemente solamente para que se la partieran.

Hace cincuenta y dos días, sin embargo, empezó a crecer entre los poderosos barones territoriales del partido conservador austriaco el runrún y empezo a decrecer el apoyo que le ofrecían a Sebastian Kurz.

Como cualquier persona que observe atentamente la realidad austriaca, los barones del ÖVP se hicieron preguntas y llevaron las respuestas hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo: ¿Cuánto tiempo van a durar las investigaciones de la fiscalía anticorrupción? ¿Que sucede si -como parece previsible- cristalizan en un rosario de procesos judiciales en los que, eventualmente, Sebastian Kurz podría no salir bien parado? ¿Qué sucederá si la pandemia continúa desgastando al Gobierno y, más pronto que tarde, hay que convocar nuevas elecciones? ¿Tendría Alexander Schallenberg tirón electoral? Todas estas preguntas, propias de cualquier empresario con sentido común que quisiera mantener funcionando su negocio, dejaban a Sebastian Kurz en una posición dificilísima de mantener.

Así pues, como estrategia de control de daños y para cerrar un capítulo por lo demás extraño, se le ha indicado a Kurz el camino de la puerta y una vuelta más o menos tranquila al anonimato que evite que, en el caso de que suceda lo peor, la metralla de una condena por corrupción pudiera arañar la ya de por sí magullada superficie de la marca conservadora.

LA SEGUNDA NOTICIA BOMBA DEL DÍA

Y cuando el país se estaba recuperando de la marcha de Kurz y de su canto a la paternidad responsable, Austria ha recibido la segunda noticia bomba en menos de veinticuatro horas: Alexander Schallenberg “ha puesto a la disposición” de su partido su cargo y dejará de ser canciller en cuanto, mañana, se decida quién será su sustituto.

Schallenberg es el quinto canciller que esta República tiene en cuatro años, como ha dicho un comentarista televisivo eso son “italienische verhältnise” (o sea, que es una velocidad de quemar políticos comparable a la italiana). Nunca ha estado cómodo en su posición y se notaba y le ha tocado ejercerla en un momento dificilísimo, con asuntos muy delicados sobre la mesa, como este confinamiento o la vacunación obligatoria.

Sin duda volverá, como es previsible, al Ministerio de Exteriores, con muchísimo alivio.

¿QUÉ VA A PASAR AHORA?

En estos momentos, los barones regionales del Partido Popular austriaco están llegando a Viena.

Mañana está convocada una reunión de la ejecutiva del Partido para decidir cómo se rellenan las vacantes que Kurz y Schallenberg han dejado con su marcha.

No hay duda de que se volverán a unificar las funciones de canciller y de jefe del Partido Popular.

¿En quién recaerá la elección? El candidato más probable parece que será Karl Nehammer, el Ministro del Interior.

Nehammer es un hombre que goza (según parece) de la simpatía de los barones del Partido Popular y al que se atribuye, sobre todo, cierta cintura negociadora que podría ser necesaria tras las próximas elecciones. Es un hombre que, no lo olvidemos, no estaba presente en la arena política cuando estalló el escándalo de Ibiza. Parece bastante probable que, tras las próximas elecciones, la extrema derecha tendrá que ser la llave del nuevo Gobierno. Solo Nehammer, incontaminado, podría tener oportunidades para negociar con alguien tan rocoso como Herbert Kickl.

Algunos sectores se inclinan, sin embargo, por apostar por una mujer: Caroline Edtstadler. Supondría un golpe eficaz a la hora de comunicar que el ÖVP inicia un nuevo camino. Lejos de la era Kurz.

Esta semana, en LTeD, tuvimos un programa de lujazo (y no es porque lo hiciera yo). Estuvimos hablando de la variante Ómicron, pero también de emigración y salud mental, como la psicóloga Isabel Albors. Si, por lo que sea, no lo pudiste ver, podrás escucharlo (y descargalo divinamente) en este link de abajo.


Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.