Christoph en el país de la perplejidad

Thema es un programa muy bien hecho, por el que merece la pena pagar el GIS. Esta semana emitieron un reportaje interesante, que merece comentario.

2 de Febrero.- Christoph Feurstein es un presentador de la ORF que saltó a la fama por ser el primero en entrevistar a Natascha Kampusch, la mujer que estuvo secuestrada durante años por un tipo que tenía nombre de jarabe para la tos (Prikopil).

Quizá mis lectores se hagan una idea si les digo que se trata de una persona que, hasta donde puede verse, se parece bastante en carácter a Carles Mesa, el presentador del programa de fin de semana de Radio Nacional de España, No es un día cualquiera. Carles y Christoph podrían ser familiares lejanos. Muy correctos los dos, muy educados, muy sensibles. El centroeuropeo, eso sí, un poquito relamidillo, pero se le perdona.Yo creo que es porque tiene mucho cuidado en pronunciar bien para disimular el acento de Vorarlberg, pero ya digo que es un inconveniente menor.

Feurstein presenta desde hace mucho tiempo un programa-contenedor de la ORF que se llama Thema, en el que se examinan diferentes asuntos de actualidad. Es uno de esos programas correctos, tranquilos, bien hechos, por los que -digámoslo de una vez- da gusto pagar la cuota de la ORF.

En el Thema de esta semana, que está en la TVthek, Christoph entrevistó a una serie de personas cuyas vidas se habían visto afectadas por el hecho de tener en su círculo cercano a personas antivacunas o negacionistas.

Entrevistaron a un señor cuya mujer, con la que había tenido dos hijos, había caído en las redes de las teorías conspirativas primero y antivacunas después, hasta el punto de perder el contacto con la realidad de tal manera que su relación se había roto.

También entrevistaron a un hombre joven que pasó por la insólita experiencia de perder a sus amigos nada más enfermar de la CoVid. Su pecado: publicó en su cuenta de Instagram una foto en el hospital y pidió a su amistades que se vacunaran. Muchos amigos suyos le acusaron de estar fingiendo porque la CoVid, como ellos sabían muy bien, no existía.

También entrevistó Christoph a un joven enfermero que se había visto obligado a dejar la unidad de CoVid al no poder soportar la presión de los negacionistas que, intubados y todo, le decían que ellos no pensaban vacunarse porque aquello era un teatro y el virus no existía y en la vacuna te meten un microchip y…Bueno, todas esas cosas.

En los testimonios de toda esta gente (combinados con los juicios sensatos de sociólogos, psicólogos y otros estudiosos del comportamiento humano) estaba presente un elemento constante y era el de la perplejidad.

Una perplejidad dolorosa.

Había dolor genuino en los ojos del hombre que se había visto obligado a separarse de su mujer cuando decía que, para él, lo peor era el sentirse estafado. El pensar que, durante años, había convivido con una persona a la que creía razonablemente culta, con sentido común, una mujer práctica, “normal” en suma, que se había transformado en una desconocida de la noche a la mañana. En una persona con la que era imposible hablar utilizando los argumentos de la ciencia y del sentido común.

El hombre joven que había perdido a sus amigos al enfermar, una persona de cuya conversación se deducía una inteligencia obvia, dio una explicación que a mí pareció muy perspicaz: durante meses, sus amigos habían estado negando la existencia y la peligrosidad del virus y él, al enfermar, les había puesto, involuntariamente, de cara a la realidad.

Habían preferido sacrificar su amistad a tener que admitir que, durante meses, habían estado engañados.

Este hombre hablaba también del sentimiento de “duelo”, parecido al que se siente después de una ruptura amorosa.

Un sociólogo al que el programa acudió, dijo algo que yo también pienso y que he dejado escrito aquí muchas veces: el negacionismo, el movimiento antivacunas, no es más que un síntoma.

Como la fiebre que denuncia la presencia de la infección, lo único que ha hecho ha sido hacer aflorar tensiones que ya existían en la sociedad, latentes. Los negacionistas, los antivacunas, son personas que se sienten descolgadas, que han dejado de entender el mundo o que no se sienten identificados con un relato que sienten que no les representa. Son personas que, en último término, tienen miedo de todas esas cosas que no conocen y no pueden comprender y tratan, como reacción, de construir un relato alternativo, naturalmente enfermizo, de naturaleza claramente neurótica, que explique ese mundo que experimentan como un lugar agresivo, extraño, con reglas desconocidas fijadas por gente en la que no confían.

Hay, eso sí, algunos parámetros que ayudan a explicar la propensión de algunas personas a creer en teorías negacionistas y conspirativas.

Aquí dejo un estudio de la revista nature. Está en inglés, pero es muy interesante.


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