Un estudiante demanda a la Universidad de Viena

¿Niñ@s? ¿Niños y Niñas? ¿Niñes? ¿Experten? ¿ExpertInnen? Un estudiante de la Universidad de Viena lucha porque le dejen seguir hablando como cuando los señoros dominaban la Tierra.

19 de Febrero.- En la Historia de la Humanidad, y más en lo tocante a la lengua, se evoluciona por medio de conflictos.

La lengua, la manera que tenemos de expresarnos, es lo más democrático que existe. Cada vez que nos decidimos entre dos posibilidades de comunicación, estamos emitiendo un voto a favor o bien de la ideología dominante o de otra, que queremos que la reemplace.

Inevitablemente, al tratarse de conflictos, siempre hay ganadores y perdedores. O sea, maneras de decir que acaban imponiéndose, frente a otras que se quedan anticuadas y se abandonan.

SACA EL GüISKY CHELI

Los que tenemos una edad recordamos esos tiempos en los que, si un personaje de una novela entraba en una habitación en donde no se veía un pimiento, el autor escribía que entraba en una habitación „obscura“. John Waye, cuando tenía un mal día persiguiendo cuatreros en el lejano oeste, entraba a un saloon y ahogaba las penas con un güiski, pero nosotros, en nuestra cabeza, veíamos escrito „Whisky“y si Adolfo Suárez enardecía a las señoras demócratas dentro de un orden pudiéndoles prometer y prometiéndoles, es probable que en El País escribieran que lo había hecho en un “meeting” (que así aprendí yo la palabra).

Hoy, nadie se escandaliza por la “oscuridad” sin b, o por el güiski con diéresis (aunque pareciera paleto al principio) y en El País se escribe mitin, y santas pascuas.

CUANDO LOS SEÑOROS DOMINABAN LA TIERRA

De un tiempo a esta parte, esa asamblea bulliciosa que somos los hablantes (y escribientes) está inquieta, intentando encontrar soluciones para que las mujeres, ocultas tras la fronda de un idioma nacido cuando los señoros dominaban la Tierra, aparezcan más.

De momento, no hay ninguna solución demasiado satisfactoria. Empezó la cosa poniendo arrobas. Y se hablaba de alumn@s, por ejemplo. Gráficamente, estaba bien, pero el problema era que el resultado no era pronunciable. Antes de había puesto de moda, de manera algo estólida y pedestre, lo de las alumnas y los alumnos, los porteros y las porteras, los médicos y las médicas, etcétera. La cosa estaba algo mejor, pero los textos (y no digamos los discursos) resultaban largos.

Algunos hombres decidieron entonces utilizar el masculino y el femenino plural indistintamente, pero tampoco el resultado era convincente. Finalmente, se ha pensado utilizar un fonema distinto, la “e”, para evitar la o masculina y la a femenina. Les niñes, por ejemplo. Es la opción más reciente y la más radical. A mí, personalmente, me parece espantosa, pero observo la cosa con tranquilidad. Es probable que mi manera de escribir hoy le pareciera espantosa a un hablante de hace doscientos años.

¿Cuál se impondrá? Pues lo sabremos quizá a la vuelta de 2050. Quizá para entonces este texto se haya convertido en una reliquia ilegible.

En alemán, también andan liados con lo mismo y los señoros también andan muy escandalizados porque en la cadena pública cuando quieren incluir los dos sexos en un plural, ponen la llamada “binnen I”, o sea, ExpertInnen, DoktorInnen, etc.

En la ORF de nuestros amores, las personas que presentan los programas dicen Expert (pequeña pausa) Innen. Es ortopédico, pero por lo menos, cuando se habla de un comité de expertos no nos imaginamos todos a un grupo de señores barbudos con pinta de general isabelino y nos viene a la cabeza que también es posible que haya expertas en el guateque.

Esta pretensión de que el lenguaje refleje mejor un mundo en el que las mujeres deben ser perfectamente iguales a los hombres, es sin ninguna duda ideológica, lo mismo que lo fueron otros conflictos del pasado. Y naturalmente, una cuestión de poder. Las fuerzas rancias del patriarcado y la rama más carcamal de la religión ven en esto un ataque a la que, hasta ahora, ha sido su posición dominante. Un intento de hacerles soltar el mango de la sartén.

Y ofrecen resistencia, claro.

UN ESTUDIANTE DEMANDA A LA UNIVERSIDAD DE VIENA

Leo en el periódico vienés Der Standard el caso de un estudiante de la facultad de Comunicación Transcultural (traducción) de la Universidad de Viena, que quiere demandar a la alma mater de la capital de los valses por obligarle (según él) a utilizar lenguaje inclusivo en las traducciones.

Según este estudiante, si en la Universidad de Viena te mandan traducir un texto, pongamos del chino mandarín o del checo y no pones “ExpertInnen” te quitan puntos. Preguntada por el Standard la Universidad admite que, aunque lo de la demanda es una cosa nueva, siempre hay quejas por este tipo de cosas.

El abogado del estudiante afirma que la facultad debería permitir traducir a los estudiantes sin inculcarles intenciones políticas. Según este letrado, obligar a los alumnos a cambiar los textos “de forma ideológica” utilizando un lenguaje “politizado” no debería consentirse en las Universidades.

El demandante, por cierto, dice no representar a ninguna ideología política determinada, pero no quiere sentirse “obligado” o “coaccionado” para traducir en esta dirección.

La Universidad desmiente que aquellas personas que no traduzcan utilizando un lenguaje inclusivo reciban peores calificaciones que los que sí lo hacen. Argumentan que el lenguaje inclusivo solo es relevante cuando se pide expresamente en los ejercicios porque ahí fuera, en el mundo real, hay clientes que demandan que se utilice la igualdad de género en los textos.

El objetivo del abogado es que la Universidad admita expresamente que la utilización en las traducciones de un lenguaje no inclusivo no influirá en las calificaciones de los ejercicios.

El letrado repite, por cierto, que detrás de la querella no hay ninguna visión política determinada. Sin embargo, parte de los gastos los está pagando una organización, Verein Deutsche Sprache, que lucha contra este uso del lenguaje inclusivo y que ha puesto otras querellas similares en Alemania.

Antes de terminar esta noticia, me gustaría añadir que, por un lado, los señoros (entre los que también hay señoras, claro, porque todo sistema de opresión tiene sus colaboracionistas) ridiculizan esta lucha feminista diciendo que hay cosas en el mundo mucho más importantes y que esto es un debate tan fútil como averiguar si los ángeles tienen pilila, pero al mismo tiempo dedican mucha energía para intentar mantener el statu quo.

Al final ganará, como pasa siempre, la alternativa que exija menos esfuerzo y la que mejor sirva a la comunicación de los hablantes.


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