Ucrania y la Unión Europea

Ucrania ha pedido la entrada en la Unión Europea, pero el Ministro austriaco de asuntos exteriores ha pedido un poquito de porfavor. Veamos qué quiere decir todo esto.

28 de Febrero.- En algún punto entre Bielorrusia y Ucrania, siguiendo una escenografía típica de la guerra fría, se han sentado hoy frente a frente dos delegaciones.

Por un lado, la delegación de la Federación Rusa, empantanada en una invasión que parecía que iba a ser “hago chas y aparezco a tu lado y pongo un Gobierno títere con un sátrapa en chandal y se terminó lo que se daba” pero que no está siendo tan fácil como se esperaba.

Del otro, la delegación ucraniana. Respaldada por occidente (¡Incluyendo a Suiza!) pero por cuya resistencia a medio o largo plazo no da nadie ni una Grivna (los pobres).

El caso es que mientras Vladímir Putin se decide (esperemos que no) a poner punto final al libro que cuenta la Historia de la Humanidad, en los despachos de Bruselas se ha abierto una curiosa discusión que creo que es interesante, porque también afecta a la República austriaca, y que por eso vamos a traerla aquí.

Gente en Lemberg

UCRANIA Y LA UNIÓN EUROPEA

Hoy, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dicho que ella vería con buenos ojos (esos ojos que se parecen tanto a los de la actriz Charlotte Rampling) que Ucrania entrase en la Unión Europea, y el presidente de esa República, el bueno de Volodimir Zelenski, también ha pedido lo mismo, y que se haga por un “procedimiento de emergencia”.

En este momento, ha sido donde la República austriaca, país chiquitillo pero, como se suele decir, “con el culo pelao” en las refriegas diplomáticas, ha dicho por boca de su Ministro de Exteriores que lo de cuidar a Ucrania le parece divino, que un estatus de “amiga especial” para Ucrania también le parece una cosa fenomenal, pero que para entrar al selecto club de los miembros de la Unión hay que seguir un procedimiento y que no cualquiera vale. Y que si cuesta salir (véase el Brexit) no te digo nada lo que va a costar entrar.

Esta intervención del Gobierno austriaco pidiendo un poquito de porfavor hay que entenderla como lo que es: un aviso para navegantes.

Tanto la petición firmada por el presidente Zelenski como las buenas palabras de Ursula von der Leyen, las ven la mayoría de los analistas, principalmente, como medios de mantener la moral de una república por la que (ver primeros párrafos) nadie da una Grivna.

No es la primera vez que la República de Ucrania trata de escapar de los tentáculos de Moscú. Como quizá recuerde el lector (lo conté ayer también en LTeD) una parte del origen de este bochinche actual es que en 2014, el Presidente ucraniano Yanukovitch quiso firmar, como le pedía la inmensa mayoría de su población, un acuerdo bilateral con la Unión Europea que le diera un estatus “especial”. Por presiones de Moscú, que veía mermada su esfera de influencia y que, además, había criado a sus pechos a Yanukovitch, este acuerdo de preferencia no se llegó a firmar. Y ahí se formó el pitote, con las revueltas de Euromaidán, etc.

Desde entonces, la Unión Europea ha aprovechado todas las oportunidades disponibles para intentar acercar a Ucrania a la influencia de Bruselas y ha apoyado todos los “programas de reformas” que el gobierno de Kiev ha ido emprendiendo para intentar arreglar la fontanería de un sistema económico precario (por culpa de la política interior ucraniana, y también por culpa de Rusia, que metía el cazo en el caldero cada vez que podía). Sin embargo, los obstáculos para una entrada de Ucrania en la Unión no han desaparecido ni mucho menos. Como suele suceder en los antiguos países de la órbita comunista y como suele suceder en países en donde la economía da más para hambre para mañana que para pan para hoy el gran cáncer de Ucrania es una corrupción endémica que, a ojos de la Unión, obstaculiza la libre competencia y convierte al mercado en un follón inextricable y pantanoso en donde ninguna empresa seria de, pongamos, Düsseldorf, podría meter la cabeza sin tomar las debidas precauciones.

De todas maneras, también cabe la posibilidad de que, como sucede en muchas relaciones amorosas, lo que haya sucedido es que una cosa es lo que dice uno de los amantes y otra cosa es lo que interpreta el otro. Von der Leyen ha dicho que ella vería con buenos ojos, lo cual, en lenguaje comunitario, quiere decir que, una vez terminada la guerra y tranquilizada la situación ya, si eso, nos pondríamos a la tarea. Naturalmente, el pobre de Zelenski lo ha vendido como una especie de procedimiento rápido, de urgencia. Es muy poco probable que sea así porque, probablemente, el Ministro de Exteriores austriaco no se quedaría solo con sus objeciones.

Lemberg

TABÚES QUE SALTAN POR LOS AIRES

De todas formas, como me hacía notar hoy mi amigo Luis Tercero (entre los historiadores, famoso en el mundo entero), en las últimas setenta y dos horas (por poner un límite) han saltado por los aires una serie de tabúes que parecían inamovibles.

Por ejemplo, que la Unión Europea haya tomado la (dudosa) decisión de prohibir las emisiones de Russia Today en su territorio. Cosa que sienta un precedente de censura a medios y rebaja de la libertad de expresión que puede ser peligroso en otras situaciones y que, además, le ha concedido relevancia a una cadena de televisión que, salvo en su versión en español, tiene una relevancia tendente a cero (entre otras cosas porque es más mala que la carne del pescuezo). Por cierto, esta prohibición ha dado en vía muerta con el plan que tenía RT de asentarse en Austria e iniciar sus emisiones en alemán desde Esta Pequeña República.

Otro tabú que ha saltado por los aires y que me parece que puede darle la puntilla a esta guerra es la decisión, nunca vista, de Suiza de seguir la línea de las sanciones europeas al Gobierno de la Federación Rusa.

Para hacer una guerra se necesitan balas y bocadillos de jamón y cohetes y pistolas y demás, pero sobre todo se necesita que el dinero, bueno El Dinero, te respalde. Y el Dinero no se equivoca nunca, y menos el Dinero suizo, que no se casa, como es sabido, con nadie.

Poco claro deben de ver la cuestión los bancos suizos como para hacer un anuncio semejante.

Es probable que Kiev caiga en los próximos días. Es probable incluso que muera Volodimir Zelenski. Es probable incluso que Vladímir Putin pueda poner un Gobierno títere en el Parlamento de Kiev (un edificio muy bonito que mira sobre una terraza del Dniepr) puede incluso que nombre a un presidente afín que se siente en el despacho de la Casa de las Quimeras (así se llama el Palacio de la Moncloa de Ucrania, por las quimeras que adornan su fachada) puede ser que gane las batallas, pero parece que puede estar perdiendo la guerra.


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