Anna Netrebko pide a Rusia que termine con la guerra y luego se echa atrás

La soprano austro-rusa Anna Netrebko se ha resistido a condenar la invasión de la República de Ucrania por parte de Rusia. Los peligros de estar expuesto.

1 de marzo.- A finales del verano de 1939, Marlene Dietrich interrumpió sus lujosas vacaciones en Cap d´Antibes para volver a los Estados Unidos.

Su carrera, en aquella época, hacía agua por todas partes. Sus últimas películas no habían sido éxitos. Como le pasaba a Greta Garbo, resultaban demasiado artísticas, demasiado „europeas“ para el gusto americano y, por lo menos desde hacía siete años, el mercado europeo encogía y encogía para las productoras americanas. El nazismo engullía países sin descanso y, aunque Hitler era un ferviente admirador de las películas americanas, los alemanes imponían en los territorios ocupados la producción de la UFA.

A Marlene le habían ofrecido una película junto a James Stewart, la estrella del momento. Un filme tontaina, pero americanísimo, que se llama “Destry Rides Again”. Marlene, a quien se consideraba (prematuramente) una estrella en decadencia, iba de segunda en el cartel. La película, cuando se estrenó, fue un exitazo y devolvió a Marlene Dietrich a la primera división de las estrellas de Hollywood.

En mitad del rodaje, Adolf Hitler invadió Polonia. Aquello significaba la guerra mundial. Marlene era ciudadana alemana, pero vivía en los Estados Unidos. En menos de cuarenta y ocho horas, tuvo que decidir qué hacía. Tuvo que elegir bando. Para Marlene, que había escuchado en París los relatos de sus amigos judíos huidos, la elección estuvo clara. Se hizo estadounidense por la vía rápida y, cuando los Estados Unidos entraron en la guerra mundial, luchó hasta el final, llegando a ganar la prestigiosa medalla de la libertad.

La decisión de Marlene Dietrich provocó también la rotura de amarras de la actriz con la Alemania nazi.

Me acordaba yo de esta historia leyendo las desventuras de la soprano rusa (aunque con doble nacionalidad, austriaca) Ana Netrebko.

Netrebko cumplió cincuenta años hace unos meses y lo celebró con una gala en el Kremlin.

Hoy, le llegaba la noticia de que la ópera de Baviera había suspendido su colaboración con ella, debido a que “no se ha distanciado suficientemente de la postura del Kremlin con respecto a la guerra de Ucrania”. Ella misma ha cancelado sus compromisos con el teatro La Scala de Milán después de que el teatro milanés, probablemente una de las catedrales de la ópera, despidiese al ruso Valery Gergijev debido a su renuncia a condenar la guerra de Ucrania. En Austria, Gergijev también ha sido despedido del festival Graffeneg.

Anna Netrebko, que adquirió la nacionalidad austriaca por la vía exprés que el Estado austriaco ofrece a personajes especialmente prominentes, se encuentra en este momento en el mismo dilema en el que se encontraba Marlene Dietrich a finales de los años treinta. Ha contado con esa solidaridad que reina en ciertos ambientes. El teatro de La Scala ha intentado ofrecerle una salida honrosa, achacando su despido a problemas de salud.

La diva, altiva (y perdón por el pareado) ha contestado por Instagram con un lacónico “Estoy sana, simplemente no voy a ir a cantar”.

Después, quizá creyendo que podía ponerle una vela a Dios y otra al diablo, ha escrito un mensaje en el que repudiaba la guerra y pedía al Gobierno ruso que se retirase de Ucrania.

Las presiones, desde el otro lado (quién sabe si sobre su familia, no olvidemos que la Federación Rusa es un régimen autoritario) han debido de ser brutales. Tan brutales, que Anna Netrebko ha borrado el mensaje.

Después ha declarado que no le parecía bien que se obligase a personajes públicos, con actividades que no tienen nada que ver con la política, a expresar sus opiniones políticas y a ponerse en contra de su patria.

Marlene lo tuvo claro, porque antes que cómica era persona.

Anna por lo menos ha protestado y ha intentado encontrar una solución de compromiso.

Entretanto, tanto la ex ministra de Asuntos Exteriores, Karin Kneissl, como el ex canciller Wolfgang Schüssel, siguen trabajando para el Gobierno de Moscú.

 


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