café vienés

Café torrefacto La Estrella

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Nadie se explica por qué Karl Nehammer voló ayer a Moscú, aunque su proceder parece recordar a cierta intervención, igual de bienintencionada y de espontánea, de un embajador del Reino de España.

12 de Enero.- El canciller Nehammer ha dormido esta noche en su camita, después de haber estado el final de la semana pasada y el principio de esta por esos mundos de Dios. Primero en Ucrania (Kiev) y luego, como todo el mundo sabe, en Moscú.

Un día después de que Karl Nehammer visitase a Vladímir Putin en su casa de Moscú y tuviese la oportunidad de comprobar la imbatible calidad del gotelé ruso, la nación austriaca sigue perpleja y sin explicarse muy bien la cuestión.

Todo el mundo, salvo el propio canciller, naturalmente, se pregunta para qué diantres voló tresmil kilómetros hacia la ciudad de la Plaza Roja.

El curioso caso del embajador espontáneo

El caso recuerda muchísimo a uno que yo conté en 2013.

Pues señor: di que acababa de llegar a Viena un embajador (de España).

Antes de seguir con la historia me gustaría decir que, salvo excepciones, todo el mundo que ha tratado a diplomáticos ha tenido ocasión de comprobar que son personas que, quizá debido al aislamiento en el que viven (los diplomáticos solo conviven con otros diplomáticos o, como mucho, con las secretarias de otros diplomáticos) actúan siguiendo pautas que, a veces, resultan difícilmente descifrables para las personas normales.

En aquellos momentos, coleaba el caso Snowden (revelación de secretos y demás).

Evo Morales, entonces presidente de Bolivia, había viajado a Moscú a regalarle a Vladímir Putin unas chompas (prenda, como todo el mundo sabe, que es de mucho abrigo y por tanto muy práctica en el gélido invierno moscovita).

Corrió por las altas esferas el rumor de que, en el avión en el que Morales volvía de Moscú, viajaba escondido Snowden.

Sin embargo (mecachis en la mar) para saberlo (y, por tanto, echarle el guante) la policía tenía que registrar el avión de Morales.

Con permiso del respetable, copio lo que escribí entonces.

La situación era explosiva porque, naturalmente, el interior del avión de Evo era territorio boliviano y los policías austriacos no podían entrar en él así como así.

Los americanos presionaban: que Snowden iba con Evo (parece la letra de una canción de Georgie Dann, pero no) y Evo que no, que él no sabía ni cómo se llamaba Snowden –de nombre de pila, se entiende-. La pasma austriaca (desde el respeto) que consigue entrar en el avión para hacer un control de pasaportes –pero no puede levantar los cojines de los asientos para ver si Snowden se esconde debajo-. Snowden que no aparece Y los americanos: ¿Dónde está Snowden?. Pues mientras Snowden no aparezca, Evo no vuelve a Bolivia.

Spindelegger (Entonces Ministro de Asuntos Exteriores de Austria), metiéndose el dedo por el cuello de la camisa, que da una rueda de prensa para decir que no le consta que el prófugo esté en el avión.

El presidente Fischer que se persona en el aeropuerto para intentar calmar a Evo y, en esto, aparece la cabeza de la legación diplomática española que, con ademán taurino (dejadme solo, que al Snowden ese lo encuentro yo) le propone a Morales “tomarse un cafelito” con él en su avión al objeto de ver, así, de reojillo, si el americano estaba a bordo.

(Repito, que esto no me lo estoy inventando: los periódicos austriacos lo han contado repetidas veces hoy)

Yo, personalmente y, de nuevo, con el permiso del Excelentísimo Señor, me imagino la cara que debió de poner Spindelegger cuando se lo contaron.

Café, what? –o, en viení “Kaffe, Wos?

Evo utilizó los canales diplomáticos para comunicarle al Excelentísimo Señor Embajador del Reino de España que no, que se les había acabado la leche.“

Sin encomendarse a Dios ni al diablo, ni decírselo a su jefe

Lo malo del caso actual es que la perplejidad que nosotros, las personas normales, compartimos también la comparten, por lo visto, personas que deberían haber estado informadas de la visita y que, por lo que sea, no lo estuvieron.

Por ejemplo, el jefe directo del Bundescanciller, esto es, el Bundespresidente Van der Bellen. Y los Bundescompañeros de coalición, los Verdes los cuales, al igual que la mayoría de los jefes de Estado de la Unión Europea, se enteraron por la prensa de la visita de Nehammer (quien dice por la prensa dice por Twitter).

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