Austria participará en el próximo paquete de sanciones contra Rusia

La Unión Europea prepara el sexto paquete de sanciones contra Rusia. Austria ya ha anunciado que está “dabei” (o sea, que “hace con”). Que se une, vaya.

2 de Mayo.- Llevamos más de sesenta días de guerra en Ucrania, con miles de víctimas civiles y cuantiosísimas pérdidas materiales. Por ambos bandos.

Desde el principio de las hostilidades abiertas por la Federación Rusa, la Unión Europea ha ido aplicando sanciones con un grado creciente de gravedad. Algunas, absolutamente inéditas, por lo menos a esta escala, como la desconexión de algunos bancos rusos del sistema swift.

Hasta ahora, los daños en la economía rusa están siendo limitados aunque, si todo sigue como va, la Federación Rusa no podría pagar su deuda exterior en la segunda mitad de 2022 (lo que se llama, en lenguaje técnico, “default”).

La última frontera de las sanciones, sin embargo, son los carburantes. Esto es, el gas y el petróleo.

Este fin de semana se ha producido a este respecto un movimiento de mucha importancia. Hasta ahora, Alemania, la economía más grande de la Unión Europea, se había negado a considerar un embargo al petróleo ruso. Sin embargo, estos días ha hecho saber que, si la decisión es unánime entre los veintisiete y que si ese embargo es temporal y no indefinido, lo apoyará.

Austria, a través de la portavoz de su Gobierno, la ministra Leonore Gewessler, en cuyas competencias recae la energía austriaca, también ha anunciado que si los veintisiete se deciden por el embargo, Austria también irá adelante con él.

Así las cosas, parece que los ministros europeos del ramo energético, reunidos en Bruselas en estos momentos, están preparando el sexto paquete de sanciones contra Rusia.

Lo que no está claro, por cierto, es que vaya a causarle a corto o a medio plazo, daño a Vladímir Putin y a su estrategia bélica.

Diferentes realidades, un mismo propósito

Para empezar, habría que empezar diciendo que, con respecto al petróleo ruso existen diferentes grados de dependencia. Por ejemplo, España y Portugal se abastecen en otros lugares (a estas alturas son famosos los tiras y aflojas del Gobierno español con el argelino). Sin embargo, otros países, como Hungría y Eslovaquia son muy dependientes del petróleo que les vende el Señor Oscuro (los húngaros a un 96% y los eslovacos en un 52%).

Estos dos países llevan años comprando petróleo ruso a través del oleoducto Druschba (Amistad) y, como es lógico, son los que más se resisten a un embargo.

¿Qué estaría preparando la Unión?

Pues, en principio, lo que parece más plausible (así lo dice el Wall Street Journal, que se refiere a su vez a fuentes diplomáticas) sería parar de comprar crudo ruso antes de final de este año y prohibir la compra de productos refinados (por ejemplo, Diésel) a partir del uno de enero de 2022.

Hungría ha amenazado con vetar el acuerdo de sanciones pero los otros miembros de la Unión piensan que, dándole más tiempo para que se adapte, podrán salvar los escollos.

¿Cuánto duraría esta prohibición?

Pues según fuentes de la diplomacia alemana la cual, al fin y al cabo, es la que ha provocado que las negociaciones cobren impulso, los países europeos dejarían de comprarle petróleo a Rusia hasta que las tropas invasoras no se retirasen completamente de Ucrania.

¿Cómo es la situación de Austria?

Según la Ministra Gewessler, Austria estaría completamente preparada para un embargo completo del crudo ruso. De hecho, desde marzo pasado no se ha procesado nada de petróleo del Señor Oscuro en Esta Pequeña República.

La ministra, asímismo, ha dicho que es necesario que Europa actúe unida en esto, para no permitir que la Federación Rusa divida a los veintisiete como ya ha intentado hacer en múltiples ocasiones desde el principio de la guerra (por ejemplo, Vladímir Putin comunicó la invasión a todos y cada uno de los gobiernos separadamente pero solo recibió una carta común, de la Unión Europea).

¿Le podría salir a la Unión Europea el tiro por la culata?

Sí. En una economía globalizada, existe ese peligro. Sobre todo porque hay dos economías (y que, además, no se distinguen por la calidad de sus democracias) que son China y la India, que podrían absorber el petróleo que la Unión deje de comprar (sobre todo si Putin se lo deja a buen precio).

Un embargo también podría tirar de los precios del petróleo hacia arriba y, al final, podría ser peor el remedio que la enfermedad, porque los 27 se habrían enfrentado a una más que probable recesión (o, por lo menos, pérdida de crecimiento económico) sin haber alcanzado su objetivo primordial, que es el de debilitar la maquinaria de guerra (perdón, “de operación especial”) de Vladímir Putin.

Por otro lado, como parece evidente, ni las empresas ni el Gobierno de la Federación Rusa son proveedores fiables.

Se empezó con el asunto de cobrar las importaciones en rublos, pero parece bastante evidente que, dependiendo de las necesidades propagandísticas o bélicas de la Federación Rusa, sus funcionarios “se sacarán de la manga” nuevas triquiñuelas.

¿Hay mal que por bien no venga?

La invasión de Ucrania puede haber acelerado, en primer lugar, una auténtica revolución energética en Europa. No parece probable que vayamos a librarnos de los combustibles fósiles (tan dañinos para el clima) de la noche a la mañana, pero sí que puede ser que el encarecimiento del petróleo y del gas natural lleven a que se busquen fuentes alternativas.

Así, por lo menos, tanto sufrimiento habrá terminado sirviendo para algo.

Ayer, en La Tarde en Directo, estuvimos hablando de economía circular, de inflación y, con Jorge Balmaseda, de filosofía. Relajadamente. Si no tuviste tiempo de escucharlo ayer, no te lo pierdas. No te defraudará.

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