Ay, quién maneja su barca (¿Quién?)

El ex canciller Sebastian Kurz ha hecho algunas declaraciones a propósito de la Guerra de Ucrania que han levantado cierta perplejidad. Este es el trasfondo.

6 de Junio.- Sebastian Kurz y Heinz Christian Strache, aunque quizá no se lo plantearan así, tenían una cosa en común: los dos eran el escaparate visible de personas que sabían que no eran suficientemente atractivas para que les votasen.

Es famosa la labor incansable de Herbert Kickl como “spin doctor” (así se llaman los guionistas que les escriben los eslóganes y los discursos a los políticos) y también es comprensible que, cuando Strache quedó fuera de combate por el escándalo de Ibiza, Herbert Kickl asumió el front office de su partido, como dicen los franceses “malgré soi” (o sea, de mala gana).

La historia de Sebastian Kurz, como todos sabemos, es algo más simple y algo más compleja al mismo tiempo.

A la altura de la primera década de este siglo, el Partido Popular austriaco necesitaba con urgencia un lavado de cara y lo que en marketing se llama un “rebranding”.

A nadie se le escapaba que, para que un partido tenga auténticas posibilidades de tocar poltrona, tiene que representar un movimiento de naturaleza transversal. O sea, que tenga algo para todos los grupos de la sociedad. El talón de Aquiles del ÖVP en ese momento eran los jóvenes, los cuales percibían al ÖVP como una organización polvorienta, anclada en unos valores difícilmente asociables al éxito. Una organización rural, conservadora y, sobre todo, regida por una gerontocracia capitaneada desde la sombra por el astuto (aunque talludo) Erwin Pröll.

Según dicen los que saben fue este último el que puso sus ojos en el entonces bisoño Sebastian Kurz y el que fue modelando, paso a paso, al que sería el futuro canciller.

Kurz era (es) una página en blanco. Con unos estudios equivalentes al bachillerato y una cierta fotogenia, el entonces jovencísimo político se dejó querer y aprendió deprisa. Mientras estuvo en el poder o en sus cercanías, se atuvo al guión escrupulosamente, aunque todas las personas con dos dedos de frente de este país pensaban que hay cosas que no se pueden sustituir solamente con astucia y con gramática parda (cualidades ambas que Sebastian Kurz, por cierto, posee en cantidades industriales). Al fin y al cabo, por muy bueno que se sea aparentando aplomo, a todas las Eliza Doolittle les llega su carrera de Ascot (ver My Fair Lady).

O sea, que hay un momento en el que la criatura adiestrada, por muy buenos que sean los adiestradores y por muy vigilantes que sean, se ve en la necesidad de improvisar.

Y esas improvisaciones unas veces salen bien y otras…otras no salen.

Los escándalos de corrupción le estallaron a Sebastian Kurz en la cara y fueron tan fuertes las explosiones que se vio obligado a “que lo dimitiesen”, si bien en una posición un tanto más airosa que Strache el cual, sin la veteranía y la gramática parda de Kickl, va sangrando lentamente de mostrador en mostrador, dando opiniones que podrían escucharse en cualquier barra de bar de barrio y explotando lo que él cree que es su “prestigio” y que no es más que el rastro que queda de aquellos tiempos en que firmaba autógrafos en las pechugas de sus admiradoras.

Kurz ha intentado retirarse discretamente porque, más inteligente que Strache, es perfectamente consciente de sus carencias aunque, con un ojo puesto en su vuelta (que él aún cree que es posible) trata de dar cierto perfil de “Gran Estadista” (como hemos visto, cosa difícil, dado el escaso equipaje intelectual con el que cuenta).

Como suele suceder en estos casos, cuando Sebastian Kurz alcanza la frontera de su nivel de incompetencia (no está muy alto el listón) empieza a hacer declaraciones “raras” que muchos no dejan de calificar como las opiniones de un indocumentado con más confianza en sí mismo de la que debería.

Por ejemplo: preguntado por la guerra de Ucrania,que ya pasa de los cien días de duración, Kurz ha declarado que la situación es compleja pero que “la buena noticia es que todas las guerras han terminado con negociaciones”.

Devenido Sebastian Kurz en un padre de familia normal, corriente y civil, muchas personas en Austria se han permitido hacer con él lo que hacían con Iñaki Urdangarín las testas coronadas de Europa y han puesto el foco sobre la escasa profundidad de los conocimientos de Sebastian Kurz en lo tocante a la Historia y en lo tocante a la Historia Bélica en particular. Y le han dicho que no todas las guerras (desgraciadamente) han acabado con negociaciones, sino que ha habido alguna que otra (la que lucharon los aliados contra la Alemania de Hitler) que solo pudo terminar con la capitulación.

Y con un poquito (un “muchito”) de cachondeo, le han recordado a Kurz que los aliados no desembarcaron en Normandía precisamente a parlamentar.

También ha habido algun@s, que le han recordado a Kurz los casos de la antigua Yugoslavia, la guerra del Golfo o Afganistán.

Tanto Kurz como Strache, sospecho, han terminado por creerse el personaje que alguien, por razones utilitarias, creó una vez para ellos.


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