Qué hay detrás de la puesta en marcha de la central de Mellach

El Gobierno austriaco anunció que vuelve al carbón ¿De verdad? ¿Cuándo se pondría en marcha la central térmica? ¿Quién va a pagar los costes? ¿Cuál es la situación? Te lo contamos.

20 de Junio.- El mensaje más sorprendente de la reunión que ayer mantuvieron el canciller Nehammer, la ministra Gewessler y el ministro Kocher se resume en una sola palabra: carbón. Después de haber desconectado en 2020 la última central térmica que quedaba activa en Austria, la de Mellach, cerca de Graz, el Gobierno austriaco ordenó ayer a la empresa Verbund que la tuviera a punto de encendido por si se producía „una emergencia“, al objeto de que pudiera producir energía.

La emergencia, que aún está por definir, parece que sería que el putín de Putin, dentro de su plan para desestabilizar la Unión Europea, decidiese cortar el grifo del gas a Austria. En ese momento, Esta Pequeña República tendría que apañarse sobre poco más o menos, con el gas que tuviera en reserva y, por lo tanto, sería de lo más conveniente utilizar otros medios para producir energía eléctrica.

En general, la postura del Gobierno es que se trata de una intervención transitoria y que el objetivo final es liberarse de la dependencia del carbón y del petróleo como fuentes principales de energía.

Hoy, el Presidente Van der Bellen ha recalcado esta idea, precisamente. Que sí, que carbón, pero no para siempre. Ni siquiera para mucho rato.

¿Cómo es la situación de momento?

Voy a intentar resumirla un poco.

El gas ruso llega a Austria fundamentalmente por dos vías: por un lado, el gaseoducto Nordstream 1. Por aquí entra el 40% del gas ruso. Es aquí donde Gazprom ha reducido el suministro. La otra parte llega por el nodo de Baumgarten, en donde el suministro es enteramente normal y está al 100%.

Volviendo a Nordstream 1, la mayoría de este gas que llega lo vende la OMV a clientes alemanes y una parte se queda en Austria.

Sobra decir que, en estos momentos, los rusos se encuentran en un equilibrio casi tan delicado como el de la Unión Europea. Por un lado, les interesa mucho mantener esta sensación de inseguridad (un poco como cuando los atracadores te gritan y te dicen “!Que estoy loco! ¿Eh? Que como te muevas te rajo”, ellos lo que buscan es hacer creíble la amenaza de que pueden cortar el suministro el día menos pensado). Por otro lado, no les interesa para nada cortar el suministro, porque sería matar la gallina de los huevos de oro. Así que en este amagar y no dar, hasta que Europa consiga ser independiente, vamos a estar atrapados.

En cualquier caso, la puesta en marcha de la central térmica de Mellach no es, ni mucho menos, inminente.

Por muchas razones. Entre otras porque se trata de un monstruo parado que necesita que lo pongan en marcha y ese proceso va muy lento. Primero, porque hay que acopiar carbón (cuando funcionaba Mellach gastaba 400.000 toneladas al año, principalmente importadas de Polonia y de Rusia) y segundo porque se necesita formar al personal que operará la central.

Cuando se cerró, la mayoría se jubiló anticipadamente y también aquí falta personal, que hay que suplir.

Así pues, si Mellach se pone en marcha no será ni siquiera en otoño sino, más probablemente, en algún momento del invierno. Y de aquí a ese momento, cualquiera sabe qué habrá pasado.

Otro punto importante es quién va a pagar el carbón y los costes de la broma. Desde luego, los Reyes magos no van a traerlo. En estos momentos, la compañía Verbund y el Gobierno están negociando de dónde va a salir el dinero para todo esto.

Como no podía ser de otra manera, al Gobierno le han llovido las críticas. No solo de la oposición, por una vez unida en afirmar que el Gobierno está más perdido que un pulpo en un garaje y que no sabe dónde tiene la mano derecha, sino también de las organizaciones protectoras del medio ambiente, que ven en la (re)puesta en marcha de la central térmica un terrible error y un terrible horror que resucita no solo la emisión de gases de efecto invernadero, sino horrores que ya creíamos olvidados, como la lluvia ácida.

Nos queda, como personas preocupadas por el futuro de nuestra casa, el planeta tierra, agarrarnos a la esperanza de que Van der Bellen tenga razón y de que se trate, si es que se lleva a cabo, de una medida transitoria.


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