Vladímir Putin no quiere que leas este artículo

Hoy, Vladímir Putin ha dado otra vuelta a la tuerca con la que espera doblegar la resistencia de los europeos. Esto es todo lo que tienes que saber al respecto.

11 de Julio.- Los preparativos de la invasión de Ucrania empezaron hace más de un año. La Federación Rusa empezó entonces a acopiar dinero, jugando con una de las pocas palancas que tiene realmente eficaces (lo cual no quiere decir que sea una palanca pequeña, por desgracia): el suministro de gas y de petróleo.

La otra, es un ejército de propagandistas.

El Brexit, a través de Cambridge Analytica, y las turbulencias provocadas por la intentona independentista en Cataluña, en las cuales los rusos tuvieron un papel destacadísimo, pueden verse así como ensayos generales de lo que vendría.

El interés fundamental de Moscú en estos momentos es utilizar estas dos palancas para romper el consenso que, a nivel europeo, ha generado la invasión.

Objetivo: hacer que cunda la desmoralización

Para el Kremlin es sumamente urgente que se extienda la desmoralización por Europa. La principal narrativa que Moscú quiere difundir es que, mientras los aliados aplican sanciones, Rusia resiste. Es llamativa la insistencia de Putin en el “aquí no pasa nada”. Y sí: sí que pasa. Y mucho. Es cierto que resiste, pero ni mucho menos sin tener problemas gravísimos en su economía, que ya se están manifestando.

En Rusia la inflación es galopante, y está empezando a haber ya escasez de algunos productos en el mercado. La producción de coches ha caído, desde le principio de la guerra, en un 97% y pronto las compañías aéreas y otras empresas tendrán que parar o restringir mucho su actividad debido a la falta de piezas de repuesto.

Y sí: el Rublo está fuerte, pero no sirve de nada si nadie te quiere vender y nadie quiere aceptarlo como medio de pago.

Putin cuenta, eso sí, con unos medios de comunicación que, a diferencia de los europeos, no son libres. Los rusos no tienen, en estos momentos, ninguna posibilidad de obtener una información contrastada a propósito de lo que de verdad está pasando. Hay severas penas de cárcel para cualquiera que ose criticar el curso de la guerra o difundir información veraz.

Esto también nos afecta a nosotros, en Europa, porque con frecuencia tomamos por información lo que en realidad es propaganda.

Contra reloj

A Rusia se le acaba el tiempo, porque, como veremos un poco más tarde, los aliados ya han empezado a tomar medidas para reducir su dependencia energética. Moscú lo sabe y hoy ha jugado otra carta más: interrumpir por completo el suministro a través del gaseoducto Nord Stream que conecta Rusia con Alemania.

La excusa oficial -que nadie en su sano juicio cree- es la avería de una turbina de Siemens. Lo más probable, y para eso están preparados todos los Gobiernos europeos -fundamentalmente los más afectados por el corte- es que Vladimir Putin, utilizando la lógica del maltratador a la que nos tiene tan acostumbrados, encuentre cualquier excusa para no volver a poner en marcha el gaseoducto Nordstream.

(“Mirad lo que me habéis obligado a hacer”).

El cálculo de Putin es que la pérdida consiguiente de calidad de vida lleve a las masas de la Unión Europea a revolverse contra sus Gobiernos y que el clima cambie con vistas a dos cosas: la primera, crear un clima favorable para que, doblegada su resistencia, los europeos influyan en que los ucranianos se sienten a negociar y acepten concesiones territoriales o convertir lo que quedase de Ucrania independiente en un estado títere al servicio de Moscú. Del otro lado, neutralizar la Unión Europea como poder estratégico.La Unión Europea es, desde principios de siglo, la auténtica bestia negra de la política exterior rusa y Moscú se ha empleado a fondo en financiar a los partidos antieuropeistas y de extrema derecha en todo el continente (en Austria, también), utilizando todas las oportunidades a su alcance. Por ejemplo, últimamente, infiltrándose en los movimientos negacionistas y antivacunas -las famosas manifestaciones de los sábados-.

Su desprecio es nuestra ventaja

Aunque pueda parecer lo contrario, el concepto distorsionado que Vladimir Putin y su entourage tienen de los europeos es más una ventaja para nosotros que otra cosa.

Cualquiera que haya leido a Alexander Duguin y a otros ideólogos del Kremlin -yo lo he hecho- puede advertir el profundísimo desprecio que nos tienen.

Duguin particularmente parte de que la Unión Europea es un sistema decadente y corrupto, sexualmente pervertido -la noción de “Eurosodoma”- en donde no hay hombres de verdad. Es el típico desprecio que el autoritarismo siente por las sociedades democráticas y que, más temprano que tarde, las lleva a errores de cálculo a base de subestimar las potencialidades de la circulación libre de las ideas.

Volviendo a Nordstream.

Hoy, Rusia ha interrumpido el suministro. En principio, durante once días. Pero puede que sean veinte. O puede que sea de forma indefinida.

¿Qué consecuencias va a tener esto?

En un primer momento, muy graves. Gravedad que sin duda se agravaría/ se agravará durante el invierno. Sobre todo en los países más dependientes del gas ruso, como Alemania.

En Austria, la situación, siendo tensa, es menos grave, ya que el gas llega aquí por otras vías. Aunque Rusia, para subir los precios y compensar el lucro cesante de los cortes de gas a otros países, lleva semanas suministrando menos gas del acordado.

La Unión Europa recibe un 40% del gas que utiliza de Rusia. Como media. Es un porcentaje que varía según los países. Según fuentes de la Unión Europea, esta dependencia ya ha conseguido ser amortiguada en alguna medida -otro de los factores que explican la prisa de Putin-. En junio, según el “Think tank” de la Unión Europea Bruegel, la Unión Europea solo importó de Rusia una quinta parte de sus necesidades de gas.

La mala noticia es que parece ser que, con esta disminución, ya se ha tocado techo. Y ahora, lo que va a tocar va a ser el ahorro. La mayor fuente de energía es el ahorro de energía.

Aparte de esto, también tenemos que prepararnos para que arrecie la campaña de desinformación de Putin y de sus agentes -voluntarios o no-.

Es probable que aumenten sospechosamente las peticiones de “no humillar a Putin”, o que indirectamente también empiece el desprestigio de los ucranianos, tanto de los presentes “estos refugiados” como de los que combaten por su país. También es más que probable que continúe la narrativa de calificar a las sanciones como “autosabotaje” de las sociedades occidentales (la famosa historia del “tiro en el pie”).

Es vaticinable una nueva ola de populismo que, con sus cantos de sirena, trate de llevar el agua al molino de la Federación Rusa.

Está en juego mucho más que una guerra o que el suministro de gas. La lucha es entre democracia y autoritarismo.

Y todos y cada uno de nosotros vamos a tener que tomar partido.

Esperemos que sea por el lado correcto.


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