Todo está saliendo según lo previsto

El gas ha vuelto a fluir, pero nadie se engaña. Esta tregua transitoria es solo un peldaño más en el escalón de los planes de Putin. Qué podemos esperar a partir de ahora.

21 de Julio.- Se puede ver el comportamiento de la Federación Rusa -y de su más conspícuo representante, el presidente Vladimir Putin- como un recital de masculinidad tóxica.

Hemos asistido a todas las diferentes variedades de terror psicológico que puede ofrecer el cerebro de un maltratador.

Empezando por el „lo hago por tu bien“ (o sea, invado este país y masacro a gente por su bien) hasta el „mira lo que me obligas a hacer“ (aquella gilipuertez de que le habían prometido que la OTAN no llegaría hasta según qué fronteras) al „tú, piltrafa, no puedes hacer nada que consiga hacerme daño, eres ridículo y tu esfuerzos por hacerme algo también lo son” (¿Sanciones? ¿Qué sanciones? Si a nosotros las sanciones no nos hacen nada). Pasando por “te vas a enterar cuando me enfade de verdad” (si os portáis mal, os tiramos una bomba).

El maltratador, para mantener su reinado del terror, necesita que sus amenazas sean creíbles. Dejar creer a su víctima que es frágil, que está dispuesto a todo. No dar a entender su posición de debilidad.

Sin embargo, Vladímir Putin, como todos los maltratadores, sabe que es débil, se siente inseguro en su posición. Y sus bravuconadas son directamente proporcionales a lo inseguro que se siente.

A pesar de que está intentando trabar alianzas con otros Gobiernos tan deficitarios en democracia y transparencia como el suyo (el chino, el indio, el iraní) Vladímir Putin sabe que se enfrenta a un futuro económico muy negro y que su posición se vuelve más débil cada día que pasa, porque los europeos, aún dando una apariencia de inseguridad (las democracias son incapaces, por suerte, de ofrecer la apariencia monolítica de las dictaduras) iremos encontrando poco a poco la manera de bandearnos. Esa es exactamente la fortaleza de las democracias. La libre circulación de ideas hace que se mejoren unas a otras. En una dictadura, o en un régimen autoritario como el de la Federación Rusa, conforme pasa el tiempo la verdad se ve sustituida por la propaganda (por las bravuconadas).

Hoy, como era de esperar en su estrategia de provocar inseguridad y miedo en el continente europeo, o sea, la estrategia del palo y de la zanahoria, Vladímir Putin ha vuelto a dejar fluir un poquito de gas por el Nordstream 1. Sin embargo, ni el Gobierno austriaco ni el resto de los Gobiernos occidentales dan ya un duro por la palabra de Putin, o por sus excusas, o por las sucesivas historias que sus órganos de propaganda inventan para justificar cada paso.

¿Qué podemos esperar a partir de ahora? Putin va a intentar por todos los medios romper el consenso europeo. Tratará, ya lo está haciendo, de venderle un poquito más a Pepe (Hungría, por ejemplo, y su partido Fidesz, ya han anunciado una compra suplementaria de gas) para enfrentarle con Manolo (Alemania, a quien dentro de poco le cortará el suministro de nuevo con cualquier excusa). Le pasará la mano por el lomo a Juan (a cualquier Gobierno europeo en el que la extrema derecha, a la que lleva años financiando, tenga un papel algo preponderante) para tratar de que Julián mendigue sus favores. Así, tratará de ganar tiempo.

Mientras tanto, tratará de seguir usando sus órganos de propaganda para seguir vendiendo la imagen de una Europa débil, frágil, decadente, hundida en el vicio.

Usará los instrumentos que lleva dos años perfeccionando. Por ejemplo, esos cenagales que son los grupos de Telegram en donde se reúnen los antivacunas reconvertidos en furibundos prorrusos.

Toda esa gente que ha dejado de entender el mundo y que desahoga su ira berreando consignas sobre “la globalización” o sobre “el gran reseteo”. Esa gente que dice que “yo no quiero machismo ni feminismo, quiero la igualdad”. Esa gente que dice “¿Por qué hay un orgullo gay y no hay un orgullo hetero?”. Esa gente que dice “el toro no sufre”. Esa gente que dice “el cambio climático no existe, en verano ha hecho siempre calor”. Esa gente que dice “los padres de antes no necesitaban tener aire acondicionado en el coche, porque eran hombres de verdad”. Esa gente.

Y nosotros, la gente decente, si queremos que nuestro mundo sobreviva, este mundo en el que las mujeres y los hombres caminan hacia la igualdad de derechos. Este mundo en el que da igual con quien te cases o te acuestes. Este mundo que queremos conservar para las generaciones futuras. Nosotros, la gente decente, tenemos que darnos cuenta de las estrategias del maltratador. Y demostrarle en qué consiste la verdadera fuerza.

Él no lo sabe todavía.


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