Viena Directo está de vuelta

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De vuelta a la tarea. Durante el tiempo de vacaciones he estado a punto de abandonar el dique seco para contar lo que ha sucedido. Verán mis lectores que no me han faltado razones.

15 de Agosto.- Hola a todos ¿Qué tal las vacaciones? Las mías han sido muy productivas (se irá viendo durante las próximas semanas).

Como es natural, lo que podríamos llamar “el devenir noticioso” en Austria no ha parado durante estos últimos días y me pueden creer las personas que me leen que ha habido momentos en los que he estado muy tentado de abandonar el dique seco para lanzarme con fruición sobre el teclado.

La cosa, como podrá verse ahora, lo merecía.

Como dijo aquel, vayamos por partes.

HISTORIA DE DOS HERMANOS

Es de todos conocido que en Austria hay un partido de extrema derecha, el FPÖ, cuyos porcentajes de intención de voto fluctúan en torno al veinte por ciento.

Unas veces más, unas veces menos.

Debido al escándalo de Ibiza, que dejó políticamente fuera de combate al anterior líder, Heinz Christian Strache, se desató una lucha por el poder que se resolvió en una dirección bicéfala (Herbert Kickl y Norbert Hofer). Durante un tiempo, los dos jugaron al poli bueno (Hofer) y al poli malo (Kickl). En esto, vino la pandemia y, tras unos momentos de confusión inicial, Herbert Kickl decidió apuntar a un sector del “mercado” político que, a su juicio, nadie estaba atendiendo. Esto es: los negacionistas y los antivacunas.

En este juego, no cabía ningún poli bueno, con lo cual Herbert Kickl, en un momento dado, se deshizo de Norbert Hofer, el cual se retiró discretamente a su casita de Burgenland.

Herbert Kickl utilizó profusamente el negacionismo para ganar votos. Sin embargo, prudente y listo como es, decidió que no podía jugar entera la carta de su liderazgo a decir tonterías sin base científica, así pues, cada vez más, la portavoz de la ultraderecha austriaca en el parlamento, Dagmar Belakowitsch (la cual, para más inri, es médico) fue la encargada de decir monstruosidades (y mentiras) como que era la vacuna contra el coronavirus la que tenía llenas las UCIs y no los mastuerzos sin vacunar -como de hecho era-.

Dagmar Belakowitsch tiene un hermano, que se llama Hans-Jörg Jenewein (la diferencia del apellido se explica porque Belakowitsch, al casarse, convirtió su apellido en Belakowitsch-Jenewein, y la segunda parte no la utiliza). Espero que mis lectores me sigan hasta aquí.

Si la médico negacionista es la mano derecha de Kickl cuando se trata de decir mentiras con respecto a la pandemia, su hermano, Hans-Jörg, se dedicaba, según parece, a otro tipo de asuntos, siempre en favor de Herbert Kickl y siempre desde un discreto (y conveniente) segundo plano.

LA CASUALIDAD LA CARGA EL DIABLO

Hace algunas semanas, Hans-Jörg Jenewein fue investigado por una trama de corrupción, relacionada con los servicios secretos durante el tiempo en el que Herbert Kickl fue ministro del interior, y su móvil (el de Jenewein) confiscado por la policía.

Casualmente, la policía encontró en el móvil de de Jenewein el borrador de una denuncia anónima que Jenewein había interpuesto contra una facción rival del FPÖ (presuntamente contraria a Kickl) en la cual se implicaba a políticos de alto rango de la ultraderecha en Viena. En esta denuncia anónima se acusaba a esta fracción rival de haber malversado fondos públicos. Los políticos implicados eran todos personas que habían hecho carrera a la sombra de Strache.

Cuando la noticia saltó a los medios, Hans-Jörg Jenewein, acorralado por las evidencias y ante la prueba fehaciente de haber dejado a Herbert Kickl con el porompompero al aire, intentó suicidarse.

Por suerte (sobre todo para él), fracasó.

En estos tiempos de verano, los medios se lanzaron sobre la historia, especialmente los menos escrupulosos, como el Kronen Zeitung. Se publicaron todo tipo de detalles y la estructura del FPÖ se puso a temblar como no lo hacía desde 2019, cuando estalló el escándalo de Ibiza.

Estallaron antiguos rencores y se empezó a cuestionar el liderazgo de Herbert Kickl el cual, si sigue a estas horas al frente del FPÖ, se debe a que no hay nadie con peso suficiente para sustituirle.

Entre tanto, también ha empezado la precampaña para el que será El Asunto político del otoño, esto es, las elecciones presidenciales.

El candidato del FPÖ, Walter Rosenkranz, también de la facción de Kickl, ha llegado a serlo tras las negociaciones fracasadas (en mi opinión filtradas interesadamente por el afectado) con Tassilo Wallentin, personaje de la órbita de la ultraderecha y columnista del Kronen Zeitung.

Para más Inri, pasado un tiempo prudencial, Wallentin ha anunciado hace unos días que se presentará a presidente como independiente.

Tanto el candidato del partido antivacunas MFG, como el columnista Walter Grosz, se pueden adscribir a la extrema derecha.

El año que viene, 2023, será un año con varias citas electorales y todo indica que la guerra dentro de sus filas puede pasarle al FPÖ factura.

Personalmente, pienso que a los votantes de la extrema derecha este tipo de cosas no les influyen demasiado a la hora de orientar su voto. Ellos asumen que todos los políticos (incluidos los suyos) son corruptos y miserables.

Esta actitud resignada nos pasa factura a todos.


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