La gran evasión

Una de las empresas más conocidas de Austria ha sido acusada de haber evadido impuestos a gran escala. En tiempos de pandemia, además. Esta es su historia.

17 de Agosto.- Una de las marcas más reconocibles de Austria es Palmers.

Fundada por la familia del mismo nombre, Palmers era famosa por dos cosas: los más viejos del lugar, se acordaban del secuestro del fundador, en los setenta. Y todos, viejos y jóvenes (noventa por ciento hombres y diez por ciento de chicas), recordaban sus escaparates llenos de maniquíes de tamaño natural y formas sensuales que llevaban puestas las bragas y sostenes de la marca.

Sin embargo, la llegada a Austria de la ropa barata y de los tangas producidos en Bangladesh y otros paraísos esclavistas, abocó a Palmers a una renovación forzosa. La familia fundadora puso la empresa y la marca en venta y, desde entonces, todo han sido tumbos en el otrora gigante corsetero. Como en muchas empresas de su ramo, Palmers sufrió también la erosión del cambio de valores en la sociedad mundial. Pasaron a la historia las campañas publicitarias protagonizadas por señoritas finas con pinta de trabajadoras del Babylon (famosa casa de tolerancia de Viena) y llegaron a los carteles de Palmers mujeres con otros patrones de belleza, lo cual suele significar en muchos casos que hay que buscarles la belleza con un poquito más de ahínco que en otros tiempos.

Y EN ESTO, LLEGÓ LA PANDEMIA

En esto, llegó la pandemia. El mundo, con el corazón encogido, se dio cuenta de que las fábricas del planeta estaban en Asia y de que, desafortunadamente, Europa era muy dependiente de productos que, hasta entonces, le habían importado tres pepinos. Por ejemplo, las mascarillas.

-¡Alto ahí! Sujetadnos el cubata- dijeron los propietarios de Palmers- al fin y al cabo, un taparrabos no es tan diferente de una mascarilla. Bastará adaptar un poquito las máquinas y produciremos aquí las que no quieren vendernos los chinos malandrines. Y además, más baratas.

¡Así se habla! -dijo el Gobierno austriaco, entonces capitaneado por el canciller cortico – pues si tenemos emprendedores, y tenemos una idea de negocio, aquí os echaremos una manica también, hombre. Para eso está el Estado.

Y los propietarios de Palmers fundaron una empresa, más concretamente una joint venture, llamada Hygiene Austria.

Los supermercados de EPR se llenaron con los productos de dicha empresa, y los políticos se dejaron retratar junto a las máquinas que producían mascarillas como si no hubiera tomorrow.

Satisfechos, tirándose para arriba de la cinturilla de los pantalones (que es un gesto que hacen mucho los políticos cuando se ponen cayetanos), decían:

-Si ejque, en Austria, cuando nos ponemos…Un emprendedor es un emprendedor es un emprendedor.

Y LUEGO, EL 29 DE SEPTIEMBRE

La cosa dio un frenazo muy brusco el día 29 de Septiebre pasado. Hace once meses escasos, la brigada anticorrupción registró la sede de Hygiene Austria y diversos domicilios de sus mandos. Buscando pruebas de una infracción laboral -trabajadores sin dar de alta y cosas así- se toparon con el premio gordo -está aún sub iudice, así que todo esto es presunto-. Según parece, los propietarios de Palmers, incapaces de dar abasto o bien para reducir costes y así aumentar el beneficio, producían aquí unas cuantas mascarillas y las otras ¡Tachán! Las importaban de China. Más tarde, les cambiaban las etiquetas y pimba, el negocio (y “la fraude”) estaban hechos.

Después de la redada del 29 de Septiembre hubo otra, y no se sabía hasta ahora por qué.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, parece que los propietarios de Palmers decidieron forrarse a lo grande pensando que la policía era tonta. Presuntamente, se conchabaron con el fabricante chino para que les pusiera en las facturas un importe que los funcionarios piensan que era un 40% menor que el real. Así, cuando tenían que pagar los aranceles de entrada en la Unión Europea, tenían que pagar mucho menos.

Entre la evasión de impuestos y los derechos de aduanas que dejaron de pagar, parece que hay un agujero de dos millones y medio de euros.

Palmers niega (como es lógico) todas las acusaciones y da un argumento que estiman contundente: de todas las formalidades aduaneras estuvo encargada una de las empresas más importantes del sector de transportes. Nada menos que 37 millones de máscaras se trajeron desde China hasta Austria pasando por Alemania. Para esta parada intermedia, Palmers da la explicación de que el transporte aéreo entre China y Austria hubiera costado cuatro veces más.

Es más que probable que el proceso sea largo y costoso para Palmers, y el daño reputacional enorme. En este momento, en el departamento de relaciones públicas de la empresa deben de estar (pobres) sudando tinta china.


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