Residencia en el Líbano

Una famosa austriaca, amante de todo lo ruso, ha decidido mudarse al Líbano. Estas son sus razones.

5 de septiembre.- En este momento, me pueden creer mis lectores, estoy haciendo un gran esfuerzo (físico) para escribir este artículo. En algún lugar de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, pillé un catarrazo tremendo que me tiene hecho polvo desde la semana pasada. El clásico cuadro. Moqueo, paliza, ojos como dos puñaladas en un tomate…Me consuelo pensando que, por suerte (test mediante) es un “catarrus vulgaris” y no el virus malandrín.

En estas tristes circunstancias, el sábado por la noche me metí en la cama y decidí empezar un libro que no fuera muy exigente. Así que empecé una novela policiaca de la que la BBC hizo una serie hace un par de temporadas. Se trata de SS-GB. La historia pasa en 1941, en un mundo en el que los nazis han conquistado Gran Bretaña y la guerra en Europa ha hecho chimpún.

Mientras leía las aventuras de unos personajes con la misma profundidad que la letra de La Salchipapa -o quizá fueran las tinieblas del paracetamol- pensaba yo que el obstáculo fundamental para creerse la historia es que resulta muy poco creíble la premisa de que los nazis ganaran la guerra.

No porque uno sepa ya lo que pasó, sino porque la neurosis de Hitler, la falta de contacto con la realidad del propio dictador, se contagió pronto a toda la maquinaria nazi, de tal manera que, poco a poco, los nazis, envalentonados por sus éxitos iniciales, se fueron acercando a un punto sin retorno, alcanzado el cual, la historia les adelantó por la derecha y les dejó tirados en la cuneta (por suerte). Quizá porque Adolf Hitler era, por formación, un hombre del siglo XIX metido en una guerra que, fuera de toda duda, era una guerra del siglo XX.

Es bastante probable que, antes de que todo esto termine, Vladímir Putin haga bastante daño a las economías europeas. Pero ya tiene la batalla perdida, como salta a la vista para cualquiera que tenga ojos en la cara. Porque nosotros contamos con una ventaja decisiva: los mejores cerebros están de nuestro lado.

Pensaba yo todo esto mientras leía la última noticia sobre una de las “esbirras” de Putin, la austriaca y ex ministra de asuntos exteriores, Karin Kneissl.

Como quizá recuerden los lectores de Viena Directo, cuando comenzó la guerra, Karin Kneissl no solo se puso decididamente del lado del invitado más famoso de su boda, sino que continuó siendo comentarista de Russia Today y mantuvo su puesto en la petrolera Rosznef.

Desde que empezó la guerra, o sea, desde que Vladímir Putin invadió Ucrania, esta mujer ha demostrado que hay personas malas, personas nauseabudamente malas y luego están las personas como Karin Kneissl.

Siguiendo las doctrinas de Alexander Duguin, el ideólogo de Putin, se está celebrando en Vladivostok un artefacto conocido como “Foro económico del este” con una llamativa (y lógica) ausencia de políticos occidentales.

A este foro, vaya usted a saber por qué, Karin Kneisl ha sido invitada a hablar sobre una ruta de exportación rusa a través del ártico.

Periodistas del “Ministerio de Propaganda” (la agencia Ria) se han acercado a preguntarle a Karin Kneissl por qué no se ha ido a vivir a Rusia, siendo como es uña y mierda de uña con Vladímir Putin.

(Las últimas noticias eran de la propia Kneisl y decían que vivía en el exilio -un confortable exilio- en el sur de Francia).

La austriaca, en cambio, se ha mudado al Líbano, porque habla árabe. En su país de origen, ha dicho Karin Kneissl, está “más allá de la ley” (lo que quiera que eso signifique) y ha dicho que no ha querido participar en “esa comunicación rara” (no ha dicho lo que es, pero probablemente signifique que no ha querido condenar ni la criminal guerra de Ucrania ni decir nada malo del Señor Oscuro).

Desde el Kremlin se ha condenado enérgicamente la supuesta “caza de brujas” a la que está sometida Karin Kneissl -la pobre-. En el Kremlin ven la repulsa general que, en Austria, despierta la conducta de Karin Kneissl como un síntoma de una “sociedad enferma”

Claro que sí, guapi.


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