En Viena Directo vamos de lo pequeño a lo grande, porque las personas tenemos más influencia en la realidad de lo que pensamos.
26 de Septiembre.- Ayer, como todos sabemos a estas horas, ganó en Italia una coalición de extrema derecha en la que está presente lo mejor de cada casa.
La única esperanza que nos queda a las personas decentes es que, dada la historia de Italia de los últimos ochenta años, es poco probable que este gobierno dure demasiado-la media de duración de los gobiernos italianos está en el año y pico-.
Mientras tanto, hemos de confiar en que el Gobierno italiano haga el menor daño posible. En principio, el nuevo ejecutivo que se sentará en la ciudad de las siete colinas no va a tener una influencia directa en los acontecimientos austriacos. Se notará, eso sí, dependiendo de cómo ese gobierno consiga tejer alianzas con otros de extrema derecha que ya operan en Europa. Fundamentalmente dos: el roñoso gobierno húngaro y el costroso gobierno polaco.
El triángulo Varsovia-Budapest-Roma promete ponérselo cada vez más fácil a Putin y cada vez más difícil, me reitero, a las personas decentes.
DE LO PEQUEÑO A LO GRANDE
Uno de mis procedimientos favoritos para contar la actualidad es ir de lo pequeño a lo grande.
Por eso, y porque cuando las barbas de tu Nachbar veas cortar pon las tuyas a remojar, voy a contar una historia verídica, que he presenciado durante estos dos últimos años y que ayuda a comprender un poco lo que ha pasado y lo que, si no tenemos cuidado, podría pasar en Austria.
Como hago siempre, cambiaré el nombre de mi protagonista y le llamaré Giovanni -no es su nombre de verdad, naturalmente.
Giovanni (italiano) y yo coincidimos en una empresa hace ya algunos años. Un hombre de clase media, mujer y un niño, adosado suburbano y, cualidad infrecuente en un italiano, inglés prácticamente sin acento.
Giovanni y yo tuvimos durante unos meses un cierto contacto laboral. De vez en cuando, se daba un palizón a conducir y venía a Viena a alguna reunión, nos saludábamos. Alguna vez coincidíamos en el metro, yo de vuelta a mi casa y él de vuelta a esos hoteles baratos pero limpios en los que los comerciales pasan las largas soledades que exige su oficio.
En algún momento, Giovanni me mandó una solicitud de amistad a Facebook y yo la acepté.
Antes de la pandemia, los posts de Giovanni eran normales. Los posts que cualquier hombre que aún no es viejo pero ya no es joven pondría en Facebook. Principalmente fútbol, tenis y tontadas similares.
Pero en esto, llegó la pandemia y llamémosle Giovanni, pasado el primer baño frío de estupor, empezó un viaje sin retorno. Sus largas ausencias en Facebook empezaron a dibujar un arco. O, mejor dicho, una espiral.
Giovanni y, con él, miles de personas en toda Europa, en Austria también, cayeron en las redes de las campañas de desinformación financiadas desde Rusia. En toda Europa pronto empezaron a surgir páginas web cortadas por el mismo patrón y con contenidos casi identicos.
En Austria, auf1 y report24.info, en Italia, el país que nos ocupa, laveritá.info o adnkronos.com.
Páginas que el negacionismo primero y las teorías conspiranoicas y antivacunas después,utilizaban para esparcir bulos de todo tipo. Giovanni quería que le devolvieran su mundo, Giovanni odiaba la nueva realidad en la que se había adentrado y en la caverna que, para él, había construido la desinformación, sonaban como un rittornello los nombres de los culpables.
Los posts que Giovanni compartía en Facebook -no quiero pensar cómo serán los que comparte en Telegram- eran siempre del mismo tenor. Los burócratas de Bruselas y los poderes financieros en la sombra –el tufo antisemita de estas páginas es brutal.
Por último, tras la pandemia, llegó la guerra de Ucrania. Los abrevaderos de de desinformación y bulos apretaron las tuercas a la pobre gente como Giovanni y elevaron el nivel de tensión. Los burócratas de Bruselas, instrumento de los poderes financieros en la sombra (las tecnológicas, como antes las farmacéuticas) libraban una guerra sin cuartel contra el sano pueblo.
Las sanciones contra Rusia eran su instrumento.
A estas alturas, Giovanni era (es) incapaz de distinguir la realidad del bosque de bulos, rencor y odio en el que se ha metido. Se ha vuelto adicto a la desinformación que le ha dado sentido y estructura a su vida. Un mundo de buenos y malos, sencillo, fácil de seguir. Giovanni, otrora un señor normal, se ha convertido en algo muy contradictorio: en un hooligan que, por otra parte, se siente víctima de un robo. Le han robado la realidad en la que creció y que entendía tan bien. Y se la han robado los burócratas de Bruselas, cualquier persona progresista, las feministas. O, por lo menos, eso dicen los medios teledirigidos desde Europa del este que le suministran droga dura todos los días.
Giovanni pide mano dura contra toda esa gente que le ha reducido a la lastimosa situación en la que siente que está -y que, por supuesto, por lo menos en un cincuenta por cien es absolutamente falsa. Su vida no es ni mucho menos peor que en 2020.
Él no lo sabe, pero en alemán ese sentimiento tiene un nombre, Weltschmerz.
Quiero aclarar que Giovanni no es de ninguna manera una persona sin luces, sino un señor de clase media, que fue un chaval en los noventa, que hizo todo lo que se suponía tenía que hacer, emborracharse en las fiestas de su pueblo, casarse, tener un niño, hipotecarse.
Técnicamente no está mal de la cabeza y, sin embargo, es evidente que ha perdido absolutamente el contacto con la realidad.
Miles, millones de personas como él, fueron ayer a votar en toda Italia.
Mañana, podría pasar aquí.
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