¿Qué cosas puede hacer el presidente de Austria?

Todos los candidatos a bundespresidir han estado de acuerdo en una cosa: ellos lo harían de otra manera pero ¿Qué poderes le da la constitución al presidente de Austria?

7 de Octubre.- Los candidatos a „bundespresidir“ han cerrado hoy sus campañas para dejar paso a la jornada de reflexión. Durante toda la jornada de mañana y, hasta que se abran los colegios electorales en Esta Pequeña República el domingo por la mañana, los austriacos y las austriacas que aún no se hayan decidido pasearán, ensimismados, por las salas de estar de sus casas. Se rascarán de vez en cuando la coronilla, mirarán al cielorraso y pensarán: “¿A quién voto?”.

La verdad es que, si sus simpatías no se inclinan por el actual “derechohabiente”, o sea, por Alexander van der Bellen, y no son ni pirados antivacunas ni creyentes en el timo piramidal de las criptomonedas, lo llevan clarinete.

No entraremos a desglosar otra vez los méritos (más bien los deméritos) de los candidatos, pero todos, en particular los que están más a la derecha (Grosz, “Tallentin”, Rosenkranz) han coincidido en algo, y es que, si ellos ocuparan el cargo, meterían más la cuchara en los asuntos de Esta Pequeña República de lo que lo ha hecho Alexander van der Bellen.

Todos han dicho que dejarían de aprobar leyes o que pondrían al Gobierno actual de patitas en la calle o que convocarían un referendum para que Austria saliera de la Unión Europea -lo cual sería una grandísima desgracia, por cierto.

La pregunta es ¿Podrían hacerlo si, Dios no lo quiera, los austriacos les votan?

Veamos.

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA AUSTRIACA, UN CARGO “NICHT OHNE”

En 1918, como sabemos todos, la monarquía de los Habsburgo en Austria hizo chimpún y se instauró la primera República austriaca. Esta república tuvo su primera constitución en 1920, pero no es hasta 1929 cuando la figura del Presidente toma su forma actual.

El espíritu de aquel tiempo se había hecho crecientemente autoritario y los políticos de entonces vivían obnubilados con ese mito de la figura del “hombre fuerte”.

Socialdemócratas y socialcristianos se pusieron de acuerdo -cosa poco frecuente- y se creó la figura del Bundespresidente que, sobre el papel (más o menos) tenía los poderes que aún hoy conserva.

Pasó el nazismo sobre Austria dejándola hecha un higo y llegó la posguerra mundial y los padres fundadores de la segunda república -muy asesorados por las potencias ocupantes, esa es la verdad- hicieron una constitución en la que la figura del Bundespresidente apenas si sufrió modificaciones.

A lo largo del tiempo, la práctica creó una manera de entender el cargo en la que el “Bundespresidente” se convertía en una instancia moral, en un árbitro que sí, que tenía muchísimos poderes pero que, en bien de la democracia libremente expresada en las urnas no los usaba.

¿Podría un Bundespresidente pirado, pongamos por caso Gerald Grosz, decidir por su cuenta y riesgo cesar al Gobierno al completo?

Pues desgraciadamente, sí.

La constitución austriaca le da al Bundespresi toda la libertad para hacerlo y no tiene ni siquiera que haber ninguna circunstancia que lo aconseje (por ejemplo, que haya una condena en firme por corrupción).

Asimismo, si así le petara (o petase) un Bundespresi pirado -pongamos por caso “Wassilo Talentín”- podría nombrar un ejecutivo que a él le viniera bien de manera enteramente digital -o sea, a dedo-.

Van der Bellen ha utilizado estos poderes, por cierto, con extrema prudencia y con mucho sentido común.

Lo hizo durante el escándalo de Ibiza, cesando a Herbert Kickl como Ministro del Interior, una acción inédita en la Historia de Austria hasta ese momento y lo hizo cuando, tras la moción de censura que “dimitió” a Sebastian Kurz, nombró un gabinete técnico “cancillereado” por la buena de la canciller Bierlein.

Eso sí: una vez nombrado ese nuevo Gobierno, el Parlamento tiene que refrendarlo por mayoría. Si el Parlamento no considerase bueno este Gobierno nombrado por el Bundespresi, puede echarlo para atrás y se volvería a la casilla de salida -o sea, al Bundespresi nombrando otro Gobierno y se repetiría el proceso.

¿Se podría romper este círculo vicioso? Sí: en su maletín de los horrores, el Bundespresi tiene otra facultad espantosa: si quiere puede disolver el Parlamento por recomendación del Gobierno nombrado por él mismo.

(El marido de la Reina Letizia, por ejemplo, no puede hacer ninguna de estas cosas).

La consecuencia de estos horrores son nuevas elecciones. Si no se produjeran mayorías suficientes, el juego empezaría otra vez desde el principio.

Como habrá podido apreciar el lector, si nos tocase un presidente pirado, por ejemplo Walter Rosenkranz, podría hacer, si quisiera, mucho, mucho daño.

Por esto los juristas llevan tiempo pidiendo que se arbitren mecanismos de control sobre la figura del Bundespresi.

Otro punto conflictivo es que la constitución concede al Bundespresi la posibilidad de aprobar las leyes o no más o menos a su arbitrio.

Por ejemplo, una de las propuestas electorales de “Wassilo Tallentin” es no aprobar leyes que estén escritas con lenguaje neutro (la famosa “binnen i”).

Recemos pues, queridos lectores, para que los austriacos voten el domingo con sabiduría.


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