PUerta del Alte Hofburg de Viena

Tassilo Wallentin y su complicada relación con la verdad

PUerta del Alte Hofburg de Viena

La resaca de las elecciones presidenciales le ha sentado fatal a algunos candidatos. La historia más rara, la de Tassilo Wallentin.

11 de Octubre.- Ya se conocen los resultados definitivos de las elecciones presidenciales austriacas celebradas antes de ayer.

Alexander van der Bellen ha ganado con relativa comodidad 56% de los sufragios, aproximadamente, seguido a mucha distancia por Walter Rosenkranz, el candidato de la extrema derecha y por el cantante Marco Pogo (Dominik Wlazny en el siglo) el cual, a pesar de haber obtenido solamente un ocho por ciento de los votos es visto como la auténtica estrella emergente de la política austriaca (vamos a ver lo que le dura).

La digestión de estos resultados no ha sido demasiado fácil para alguno de los candidatos a los que las urnas les han recordado aquello de que lo importante es participar.

Especialmente rara ha sido la resaca de Tassilo Wallentin (o Wassilo Talentin yo le he llamado en este blog).

La historia, como digo, es un poco tortuosa, muy a tono con la personalidad trepadora del propio Wallentin, pero voy a ver si consigo explicarla.

Antes, algunas informaciones previas.

Durante toda la campaña, Tassilo Wallentin ha intentado convencer al, por lo demás, algo apático electorado austriaco, de que él representaba una voz fresca que no procedía de los “partidos del sistema”, que era un poco también, recordarán mis lectores, el argumento que utilizaba Podemos en sus primeras reencarnaciones, aquel de la oposición entre “la casta” corrompida y el pueblo sano o el que utiliza, mutatis mutandis, la extrema derecha española.

Pues aquí, igual.

En boca de Wallentin, este argumento antisistema ha provocado el lógico recochineo de los opinadores. En primer lugar, porque ha contado con el clarísimo respaldo del periódico de más circulación en Austria, el Kronen Zeitung, y después, con el dinero del millonario Frank Stronach.

La gente, que es mala, al ver el ocho y pico por ciento conseguido por Wallentin, ha dicho:

-Pos majo, hay que ser inútil. Así se las ponían a Felipe II y tú…Ni así.

Al principio de la campaña, cuando Wallentin se imaginaba que todo el monte era orégano -probablemente estas imaginaciones venían del alto concepto que Wallentin tiene de sí mismo y del intenso dorado de píldora al que debió de someterle Herbert Kickl- al principio de la campaña, decía, los periodistas le preguntaron a Wallentin que a quién tenían que dirigirse para recavar el tipo de informaciones que interesan a los medios. O sea, qué opiniones tiene el candidato de esto o de lo otro, donde “echaba” los mítines, etc.

Wallentin dio el nombre (y el teléfono) de un trabajador de su bufete, un tal Svaricek, al cual es probable que le hayan estado friendo a llamadas estos días.

Sin embargo, el domingo, al conocer los resultados, Wallentin dijo que había inventado al tal Svaricek, que lo suyo había sido un “One man show”. O sea, que él, como Juan Palomo, se lo había hecho todo.

Era, naturalmente, la manera de intentar salvar los muebles ante sí mismo y ante la ciudadanía.

O sea, como no he tenido ayuda de ninguna clase, pues así me ha ido.

Como la gente, aparte de malvada, está alfabetizada, ha faltado tiempo para que la gente comprobase la existencia de un tal Svaricek auténtico, que viste y calza.

No se sabe si el Svaricek que existe y el que, supuestamente, según la versión de Wallentin, se había inventado, son la misma persona o no son la misma.

Lo que sí se ha demostrado es que Wallentin lleva mal perder. Después de admitir que Svaricek era una trola patatera, Wallentin ha pasado al ataque diciendo que sus palabras se habían sacado de contexto y que todo había sido para ironizar sobre el supuesto apoyo que había tenido por parte del Kronen Zeitung y de Frank Stronach.

Parece ser además que Wallentin tiene una relación complicada con la verdad. Como ya demostró Armin Wolf, sus columnas en el Kronen Zeitung están plagadas de estadísticas inventadas para apoyar tesis catastrofistas y, por qué no, abiertamente racistas.

También su página de Wikipedia ha experimentado un fuerte tratamiento cosmético.

Ahora sabemos, eso sí que, si no existió un director de campaña, todo lo hizo Wallentin solito. Quizá NO es un alivio.

 

 


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