Tierra del Fuego

Los Soles del Sur representan “Tierra del Fuego” en el Arché. Estas son todas las razones por las que merece la pena (y mucho) verles.

17 de Noviembre.- En el arte, en general, o sobre un escenario, en particular, lo más difícil de dar es la verdad. Máxime considerando que la verdad, sobre un escenario, es siempre una mentira que se rellena con una materia prima muy preciada que son los sentimientos auténticos del intérprete.

Cuando ese interprete conoce y domina los recursos de su oficio, sabe colocarse en un estado en el que utiliza su verdad como ser humano para crear esa convención que los espectadores percibimos como verdad escénica.

Y cuando ese milagro se despliega delante de los propios ojos de uno, cuando uno siente que el actor está en esa zona intermedia de la verdad fingida o de la mentira verdadera, cuando dudamos si sabe o si no sabe, si es texto escrito por un señor calvo y con barba lo que dice o son palabras suyas, el teatro se convierte en una epifanía.

Resulta tan placentero como ver a un solista interpretar la pieza que conocemos mil veces y que, gracias a su pericia, parece recién creada o, mejor, parece que se crea delante mismo de nosotros.

Eso, hoy, lo ha visto este que está escribiendo este artículo. Y ha sido un placer exquisito presenciarlo.

Entremos en materia.

Los Soles del Sur, grupo de teatro en español, representan estos días Tierra del Fuego, del escritor argentino Mario Diament.

Es una obra que, a primera vista, parece solo de texto, pero en la que los gestos son también muy importantes.

Trata de una mujer, víctima de un atentado terrorista, que decide ir a visitar a la cárcel a la persona que intentó asesinarla.

La conversación provoca un auténtico terremoto no solo en ella misma, sino también en el propio terrorista (ex terrorista) y, sobre todo, en el entorno de la mujer.

El personaje, que se llama Yael, está interpretado por Sonia Maffei.

Cuando se habla de un actor que interpreta un personaje, se suele acudir al cliché de decir que “le da vida”. Es una frase que, de tanto usarla, se ha vaciado. Sin embargo, Sonia Maffei es exactamente lo que hace con Yael. Darle vida. Porque la mujer que interpreta es creíble porque es contradictoria y porque es humana, sobre todo muy humana.

Técnicamente es absolutamente impecable. Es un placer ver de qué manera tan inteligente y precisa dice las frases de su personaje consiguiendo, en todo momento, que nos planteemos creer en ese milagro que sabemos imposible: el de pensar si todo lo que dice se le estará ocurriendo justo en ese momento. Es un placer (y se agota la palabra) verla reaccionar a lo que los otros actores le dan y devolver el juego de una manera dosificada, sin que nada sobre ni nada falte.

El personaje del terrorista está interpretado por Eduardo Hernández San Deogracias. Qué decir que no haya dicho ya antes. Yo me he pasado toda la función hipnotizado, mirándole las manos. En estos momentos, en toda Viena y probablemente en gran parte de Europa occidental no hay nadie que diga tanto solo con poner las manos encima de una mesa como en estos momentos EHSD.

Como le gustan los retos, además, se ha metido en un fregado del que es fácil salir como el gallo de Morón, y es el de los acentos. Sale victorioso, por si alguien lo dudaba. Aprovecha cada resquicio del texto para decir lo que tiene que decir y, aunque le ayuda que esa parte de la obra está muy bien escrita, sabe llevar el viento a sus velas de manera que, verle junto a Sonia Maffei, es como ver a un carpintero sacando una tabla recta y lisa de lo que para nosotros era un cacho de madera, o a un cocinero apañar un guiso con lo que a nosotros nos parecen ingredientes que no irían juntos a ningún sitio.

Y como le debe de gustar el más difícil todavía, en esta obra hace otros dos personajes más. Dan, el padre de la mujer (en donde, de nuevo, no se le puede poner un pero) y George, el abogado, que es a mi juicio el personaje más difícil de defender, porque es el que, sobre el papel, flojea más.

Completan el reparto Ángel Sánchez Baltanás, el marido que no entiende bien por qué su mujer se mete en según qué fregados y que es quizá el personaje menos agradecido de la obra, porque le toca la misión de recordarnos que la heroicidad en la virtud exige precios que no todo el mundo está dispuesto a pagar y Maite Arroyo, que está sentida y eficacísima en el papel de una madre a la que le arrebataron “cualquier posibilidad de alegría”.

Los Soles del Sur representan la obra desde mañana hasta el domingo. Si todavía no os habéis hecho con vuestra entrada, ya estáis tardando.


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