Schloss Ambras

El “lechegate”

Schloss Ambras

¿Son los austriacos amables? Opiniones hay para todos los gustos. Yo tengo una, y en Tirol tienen otra.

2 de Diciembre.- ¿Son los austriacos amables? La cuestión tiene dividida a la población mundial. Una gran mayoría de personas piensa que los austriacos -los vieneses, en particular- son unos tiesos quejicas. Luego, estamos la minoría que piensa que, como en todas partes, hay gente muy simpática y gente menos simpática.

En defensa de los austriacos, tengo que decir que la mayoría de la gente que conozco que piensa que son unos siesos no habla alemán. Yo creo que hablar el idioma del país en el que uno vive ayuda mucho a calibrar estas cosas. Y también da indicios de un poquito de interés que, lo quieras o no, si es percibido por la otra parte, mueve a la simpatía. Así, por lo menos, ha sido mi caso.

Por otro lado, y dicho esto sigo con la Historia de hoy, hay una cosa que españoles y austriacos tenemos en común: nos fustigamos mucho innecesariamente por cosas que, en realidad, no son tan graves. Entre ellas, esto de la simpatía.

Al hilo de esto, la historia de hoy.

La región de Tirol es una de las más turísticas de Austria. Ya se sabe. Pueblos idílicos con casitas que tienen contraventanitas con agujeritos con formita de corazoncito, céspedes interminables cortados a exactamente cero coma nueve centímetros del suelo, chicas vestidas con corsés que les levantan el pechugamen y chicos vestidos con pantalones cortos dejando al aire sus robustas pantorrillas.

Eso, en verano.

En invierno, interminables extensiones blancas (también, y a pesar del cambio climático, poblaciones aisladas sin luz durante días), valles silenciosos en donde esperar la llegada del niño Dios, esquíes, remontes, música hortera, litros de alcohol que corren por mis venas (mujer)…En fin. Eso.

Sin embargo, debido sobre todo al tema pandémico, el Tirol no pasa por su mejor momento en términos de consideración pública.

Vaya por Dios.

El Gobierno del Tirol ha creido necesario contratar a un equipo de marketing para lanzar una campaña que venda las delicias de este Land como destino turístico.

Después de pensar mucho, los creativos publicitarios decidieron “vender” lo que se supone que hace distinto al Tirol. O sea, la (presunta) simpatía de sus gentes, su disposición a acoger a todos, independientemente de su procedencia, su tolerancia, etc

Total que, aprovechando estas fechas, hicieron un anuncio en el que salía una persona humana vestida de Krampus (criatura ancestral, terror de los niños malos).

Se supone que la persona disfrazada, entre susto y susto, decidía tomarse un café en una cafetería tirolesa.

En el anuncio, entra vestido de esa guisa, se sienta y pide un café con leche, pero que sea leche de avena (igual, aparte de monstruoso, es intolerante a la lactosa).

La señora del café le sirve el café y viene la moraleja del anuncio. Que mira qué majos somos en Tirol que hasta cuando un fulano vestido de mamarracho viene y nos pide un café con leche de avena le hacemos sentir como en su casa.

El anuncio, que tampoco es nada del otro donnerstag, ha hecho sin embargo que la patronal de los agricultores tiroleses se hayan puesto a fumar en pipa.

!Inaudito! -han exclamado- así que vamos a vender el Tirol, que es la meca del ganado vacuno y el mamarracho del anuncio, va, se pone y se pide un café con leche de avena?

Se da la circunstancia de que la unión de agricultores del Tirol es (extremadamente) conservadora y está muy sensibilizada con lo que consideran que es una falta de respeto intolerable con la industria ganadera, que si todo esto son moderneces, que si el cambio climático, que si nos tienen hasta las narices con lo de los pedos de las vacas, etcétera, etcétera.

Los creadores de la campaña se han defendido diciendo que buscaban, en primer lugar, un efecto sorprendente, y que, después de todo, se trataba de apuntar a un público distinto del tradicional (ellos han dicho tradicional, pero quizá “carca” hubiera sido más correcto).

Una cosa, eso sí, ha quedado clara: que a los que decimos que los austriacos son simpáticos, que solo hay que molestarse en conocerles, nos ponen la vida cada vez más difíciles.


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