Media Austria está en estos momentos acatarrada, griposa o pachucha. Esta es la explicación. Y no es la que te han dicho, por cierto.

15 de Diciembre.- Poco a poco, la pandemia o, por lo menos, lo peor de ella, empieza a ser historia, afortunadamente. Gracias a las vacunas, obtenidas en tiempo récord con un esfuerzo mundial coordinado de investigación, y gracias también a la inmunidad que se va afianzando a base de que cada vez más personas han pasado la infección, le hemos perdido el miedo al SARS CoVid (de las narices) y ya podemos ir por el mundo más tranquilos.

Esto también se refleja en que las medidas para combatir la transmisión del virus, poco a poco, van retirándose también.

El Gobierno ha anunciado que, a partir de mañana viernes, se retirará la regla de las 3G (qué antiguo, ¿Verdad?) en los hospitales, residencias de ancianos y establecimientos para personas dependientes. O sea, que hasta hoy, será necesario para entrar en estos lugares estar vacunado, haber pasado la infección o presentar un test negativo. A partir del viernes, bastará con protegerse y proteger a los demás llevando mascarilla FFP2, hasta que llegue el momento en que también esta exigencia caiga.

Y sin embargo, más o menos un cincuenta por ciento de las personas que viven en Austria está, en estos momentos, moqueando, tosiendo, o pidiendo sopita de pollo o una bolsa de agua caliente. Según parece, hay varias olas simultáneas de enfermedades en las enfermedades respiratorias (incluida la gripe o influenza), especialmente en niños.

¿Por qué es esto? Naturalmente, ante estos hechos innegables, los cuñados (que son una parte de la población con una notable influencia) han empezado a elaborar teorías. La que ha tenido más éxito es una mezcla entre cuñadismo y “cenutrismo” y es esta: claro, vienen a decir los cuñados, llevábamos tanto tiempo con las mascarillas puestas y cuidándonos tanto, que a nuestro sistema inmunitario se le ha olvidado cómo defendernos (los cuñados con menos respeto por la corrección política dicen que los glóbulos blancos “se nos han amariconao”, pero esto hay que disculpárselo, porque es la misma gente que decía que en las vacunas te ponían un chip, o que había “que comer alcalino” para no contagiarse, sea lo que sea lo que signifique eso de la alcalinidad).

QUÉ DICEN LAS PERSONAS QUE REALMENTE SABEN

Y las personas que realmente saben de eso ¿Qué es lo que opinan, dígame usted? Los médicos no tienen nada claro por qué exactamente hay ahora mismo tanta gente pachucha. Piensan que la cosa puede obedecer a un cierto número de factores, entre ellos que la suerte ha hecho que este año coincidan varias mutaciones de virus muy exitosas (hay que recordar que el virus de la gripe muta tan deprisa que todos los años necesitamos una vacuna nueva y, aún esa vacuna, es una apuesta, porque los científicos te ponen la mutación que piensan que va a ser más exitosa).

¿Y es verdad que los linfocitos T se nos han vuelto amnésicos de repente? Eso lo tienen claro los científicos: no.

El sistema inmunológico funciona más o menos igual en todo momento y, salvo en personas con enfermedades previas, no existe esa necesidad de “pasar infecciones” cada cierto tiempo para que nuestras células se espabilen. O sea, que si uno está en contacto con determinados patógenos, lo quiera o no, se va a contagiar en algún momento si las condiciones se dan.

¿Qué recomiendan los médicos? Pues en primer lugar, vacunarse. Niños y mayores. Y a la voz de ya. Las vacunas, coronavirus y, especialmente, gripe, siguen siendo el mejor método de prevención y de protección propia y ajena. Por supuesto, las mascarillas FFP2 siguen siendo el método más efectivo para protegerse en sitios cerrados y con mucha circulación de virus malandrines. Y luego está el civismo, claro. Si uno piensa que puede estar pachucho, hay que intentar no mantener contacto con otras personas dentro de lo posible. Y, por lo demás, paciencia. Si se pasa en casita, pues con mucho líquido y Netflix. Y si uno se pone peor, al hospital sin dudar.

Hale, a mejorarse.