Un equipo de científicos vieneses cree haber dado con los marcadores que permitirán un diagnóstico más fácil de la CoVid persistente.
29 de Diciembre.- Hace algunos días, hablábamos del fin de la epidemia de CoVid-19 -que no del fin de la enfermedad- y la transformación del coronavirus en una endemia, esto es, en una enfermedad que, como sucede con otras, como el catarro común o la gripe (influenza) nos acompañará para siempre mientras haya seres humanos sobre la tierra.
La CoVid, al ser una enfermedad nueva, sigue causando efectos sobre los seres humanos que no son totalmente conocidos.
Uno de los enigmas a los que los científicos se han enfrentado hasta ahora es la CoVid persistente. O sea, el hecho de que hay personas que enferman de CoVid pero que no se terminan de curar y que siguen sufriendo síntomas o secuelas durante muchísimo tiempo (a veces, años).
Un equipo de científicos vieneses piensa que ha dado con la respuesta de por qué esto es así.
Si bien en los cursos graves de la enfermedad los pacientes presentan una reacción inmunitaria e inflamatoria anormalmente intensa, hasta el punto de que esa reacción pone en peligro su vida y, a veces, causa la muerte, en los casos de CoVid persistente, por el contrario, parece existir una reacción del cuerpo exactamente contraria. Esto es, un fuerte proceso antiinflamatorio.
Los científicos vieneses que afirman haber descubierto lo que llaman “la firma de la CoVid persistente” lo han averiguado a base de analizar y comparar el plasma sanguíneo de personas que han enfermado y han superado la CoVid, personas que se han vacunado y no han enfermado y personas con CoVid persistente.
El equipo de científicos que ha averiguado esto pertenece a la Facultad de Química de la Universidad de Viena y a la Facultad de Medicina de la Universidad de viena (Med-Uni Wien) y ha sido dirigido por Christopher Gerner. El estudio se puede consultar en la revista onláin “iScience”.
Al principio de la pandemia, se había observado que había pacientes que no terminaban de recuperarse de la CoVid. Al principio, se pensaba que estas secuelas podían tener un origen psicológico, y responder por ejemplo a la ansiedad y al estrés. Sin embargo, ahora se sabe que son una enfermedad nueva, que ha surgido con el coronavirus y que todos conocemos como CoVid persistente o, más técnicamente, como Covid-19 posagudo. Esta CoVid persistente sigue siendo enigmática para los médicos porque es independiente de lo grave que haya sido la enfermedad.
O sea, que también las personas que han tenido cursos leves de la enfermedad pueden tener secuelas (por esto, lo mejor sigue siendo vacunarse) y siguen sin conocerse bien los factores de riesgo ni otras enfermedades que pueden surgir.
La CoVid persistente cursa o puede cursar con síndrome de fatiga crónica, trastornos de concentración, arritmias cardiacas y dificultad respiratoria y, para muchas personas suponen una merma en su calidad de vida.
La clave de todo este asunto parece estar en las citoquinas (las responsables de la famosa “tormenta de citoquinas” que era la principal causa de muerte en los enfermos de CoVid). Los pacientes que han superado la enfermedad parecen tener un nivel más elevado de citoquinas en sangre que aquellos que padecen CoVid persistente. Otros marcadores parece que también son más bajos, como la interleucina-18.
Los científicos de Viena también han encontrado otros marcadores altos en los pacientes que tienen CoVid persistente, como por ejemplo elevados niveles de oxipilinas (que son proteínas antiinflamatorias), ácidos omega-3 y taurina.
Aunque queda mucho por saber a propósito del síndrome de CoVid persistente, los científicos vieneses creen que los resultados de este estudio podrían ayudar en el futuro al diagnóstico de la enfermedad.
Según cifras del Instituto Robert Koch de Berlín, la CoVid persistente afecta a un 37% de los pacientes de CoVid que han necesitado hospitalización. También se sabe que las personas vacunadas tienen muchas menos probabilidades de desarrollar la CoVid persistente.
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