Stefan Zweig: el hombre de 2023 (1/3)

En 2023 toda la obra de Stefan Zweig pasa a ser de dominio público. Se prevé una explosión de reediciones de uno de los escritores austriacos más queridos.

3 de Enero.- Con la llegada de 2023, al cumplirse 80 años de su muerte, las obras de Stefan Zweig han pasado a ser del dominio público. El texto alemán, por cierto, no sus traducciones a otros idiomas.

Esto quiere decir que, a partir de ahora, podrán ser difundidas, modificadas o sus tramas utilizadas libremente sin tener que pagar ningún canon.

En vida, Stefan Zweig gozó de una inmensa popularidad, que se ha prolongado tras su muerte, y son muchos los fanes y las fanas con las que cuenta este hombre que aunó dos características que no suelen ir juntas muchas veces: un gran caudal creativo con un fino olfato para los negocios.

Pero no solo: Stefan Zweig, en estos tiempos, resulta una figura actualísima, porque representa el fracaso de la persona culta en un mundo que se hunde en la guerra y el enfrentamiento.

Todo lo anterior, sin duda, es un excelente pretexto para repasar su vida.

Stefan Zweig (de segundo nombre Samuel) nació el 28 de Noviembre de 1881. Era el hijo de un acomodado empresario textil judío, Moritz Zweig y de su esposa, la Sra. Ida Brettauer, que provenía de una rica familia de banqueros cuyos orígenes hay que buscar en Vorarlberg. Ida había nacido en Italia, en Ancona.

Stefan Zweig vino al mundo cerca de la antigua bolsa, cuyo edificio aún existe, en el número 14 de Schottenring. La familia pronto se mudó al número uno de la Concordiaplatz y más tarde a una casa que ocupaba el solar en donde hoy está un rascacielos que se construyó en Viena en la posguerra mundial, el Ringturm. Más tarde aún, y por una de esas casualidades siniestras de las que estuvo sembrado el siglo XX vienés, los Zweig se mudaron al 33 de Franz-Josefs-Kai, manzana que su casa compartía con el Hotel Metropol, que fue confiscado por los nazis y convertido en el cuartel general de la Gestapo durante la ocupación.

Como sucedía con muchos judíos de su época, los Zweig no eran judíos practicantes. El escritor se definió a sí mismo más tarde como “judío por casualidad”. Sin embargo, como sucede con otros personajes de ascendencia hebrea, como Teresa de Ávila, es difícil negar que en las familias judías existía una mayor propensión a la cultura, especialmente a los libros, que en las familias gentiles.

Stefan Zweig junto a su hermano

Zweig estudió filosofía y letras en la Universidad de Viena y, como consecuencia, empezó a publicar artículos en el Neuen Freien Presse. En 1901 apareció su primer libro de poesía (Silberne Salten) y en 1904 su primer relat, El Amor de Erika Ewald. En ese mismo año se doctoró en filosofía con una tesis a propósito de la filosofía de Hippolyte Taine. Poco a poco, su estilo, psicológico y de gran profundidad narrativa, fue tomando forma. A parte de relatos y ensayos, Stefan Zweig se dedicó en esta época al periodismo, y tradujo obras de Verlaine (no hay que olvidar que estamos en el pico del modernismo, Baudelaire y, esecialmente, Emile Verahaerens. Sus libros se vendieron pronto muy bien. Se publicaban en la Insel-Verlag de Laibsig

En aquellas postrimerías de la monarquía, Viena era una ciudad tan refinada como farisaica en la que el sexo estaba por todas partes. Desde los acercamientos académicos de otro judío célebre, Sigmund Freud, hasta otros menos confesables, como los libros de la cortesana Josefine Mutzembacher, escritos por Felix Salten, que encubrían la sórdida realidad de la prostitución en la que caían la mayoría de las chicas pobres como único medio de no morirse de hambre (en la Viena de entresiglos, la mitad de las prostitutas tenían menos de doce); o los asquerosos escarceos con niñas de Adolf Loos.

En este ambiente, resulta poco extraño que también Stefan Zweig sucumbiera a estos vicios poco confesables. Según afirman sus contemporáneos, a Zweig le ponía el exhibirse desnudo delante de chicas apenas púberes. Hasta el punto de que estuvo a punto de que le pillaran en 1912 en el parque Schönborn y le pidió a Sigmund Freud una carta para poder mostrarla a la policía en el caso de que alguien se quejara. Diversos expertos, entre ellos destacados psiquiatras, ven en estas inclinaciones de Stefan Zweig el mecanismo oculto con el que se alimentaba su potencial creador. Aunque claro, no todos los genios tienen la necesidad de andar por ahí enseñando la pilila. En favor de Zweig hay que decir que este “impulso” le causó toda su vida enormes remordimientos.

Sea como fuere y, por lo menos de puertas para afuera, Stefan Zweig llevaba una vida de perfecto burgués de la Belle Epoque, lo cual le llevaba a viajar por el mundo. En 1908 pasó cinco meses en la India británica y visitó Calcuta, Benarés, Gwalior y Rangún. También, como un personaje de su contemporáneo E.M. Forster, visitó Ceilán (hoy Shri Lanka) y en 1911 viajó a los Estados Unidos. Zweig, cosmopolita, entabló contactos durante sus viajes con muchos escritores y personalidades de los países que visitaba, contactos que se mantuvieron después en el tiempo en forma de correspondencias que, en muchos casos, se han publicado.

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