Carl Orff: el hombre que siempre caía de pie

El compositor alemán Carl Orff tuvo, por lo menos, dos conexiones con Austria. Una de ellas por lo menos bastante cuestionable moralmente.

11 de Febrero.- Carl Orff fue un compositor alemán del siglo pasado, popularísimo gracias a cinco minutos y veintidós segundos de música. Seguramente, los cinco minutos y medio más conocidos de la música clásica (y si no los más conocidos, sí los que están entre los diez primeros). Se trata de O Fortuna, el primer fragmento de su cantata sinfónica Carmina Burana.

Aunque Orff nació en Munich tuvo, como veremos seguidamente, cierta vinculación con Austria.

ESTIRIA O TIROL

El primer lazo de Carl Orff con Austria es la propia cantata. Los versos de Carmina Burana fueron descubiertos en la biblioteca de un monasterio bávaro secularizado (el convento Benediktbeuern), en ese momento del siglo XIX en donde los alemanes se pusieron a remover Munich con Berlín para encontrar una identidad común. La época dorada de los estudiosos del folklóre (que viene de Volk) y la cultura popular. Por ejemplo los hermanos Grimm, que no recogieron cuentos antiguos por capricho sino para demostrar que los alemanes eran un pueblo pintiparado.

Al principio se pensaba que los versos buraneses o Carmina Burana en latín, se habían compilado en el sitio en donde se encontraron, pero estudios posteriores han llevado a suponer que, originalmente, los versos a los que Carl Orff puso música se originaron en Austria.

Hay dos teorías plausibles. La primera, dice que la colección de versos pudo originarse en el siglo XIII por encargo de un obispo Heinrich de la diócesis de Seckau, en Estiria. Según la otra teoría se originaron en el convento de Neustift en Brixen, en Tirol del sur. Ahora en Italia, hasta antes de la primera guerra mundial en Austria.

Sea como fuere, Carl Orff se topó con los versos buraneses en 1934 y Michel Hofmann, entonces un joven estudiante de leyes, le ayudó a escoger las 24 composiciones que pasaron luego a la cantata.

A pesar de que los versos fueron pensados para ser cantados, en el momento en el que Carl Orff se fijó en ellos las melodías que los acompañaban no habían sido reconstruidas, así que el muniqués compuso toda la música de cero.

La cantata se estrenó en 1937 y fue un éxito instantáneo (a pesar de que es probable que, como ha venido sucediendo después, la mayoría de la gente se durmió después del O Fortuna y se despertó hora y media más tarde para aplaudir cortesmente con el último chimpún). A pesar de que Carl Orff era un compositor muy bien mirado por el régimen nazi, los críticos del Reich no terminaron de encontrarle la gracia a Carmina Burana.

A pesar de esto, el Estado de Israel tiene clasificada Carmina Burana en el cajón de la música nazi, y a Carl Orff le tienen etiquetado de “compositor nazi”, con lo cual esta obra no se interpreta en los auditorios israelíes.

CARL ORFF, EL HOMBRE QUE SIEMPRE CAÍA DE PIE

¿Tienen razón? Al principio se pensaba (y aquí viene la segunda conexión de Carl Orff con Austria) que el compositor alemán había sido un señor sumido en sus corcheas y que no se había ocupado de política. Sin embargo, algunos estudiosos piensan que Carl Orff no tenía ni un pelo de tonto y que después de la guerra maquilló su auténtica actitud hacia los de la cruz gamada.

Para congraciarse con el poder, Orff llevó a cabo algunos encargos de la jerarquía nazi. Por ejemplo, compuso música para la apertura de los juegos olímpicos de Berlín, de 1936 y retocó su obra basada en El Sueño de una Noche de Verano, de Shakespeare, para sustituir a la famosa obra de Felix Mendelssohn Bartoldi (de la cual procede, por cierto, la marcha nupcial que se toca en las bodas). Durante el nazismo, Mendelssohn era un compositor “judío” y, por lo tanto, sus obras estaban prohibidas.

Baldur von Schirach, el gobernador nazi de Viena, “fichó” a Carl Orff para la ópera de Viena, lo cual le garantizó, entre 1941 y 1945, una cómoda independencia financiera que le permitió dedicarse a sus cosas sin tener problemas económicos.

Por si todo esto fuera poco, en la fase final de la guerra, Carl Orff entró en la lista de los artistas intocables, que estaban dispensados de los trabajos que afligían a la población general.

Por si las moscas, parece ser que Carl Orff ponía una vela a Dios y otra al diablo. Era amigo de Kurt Huber, miembro de la resistencia. Y según sostienen algunos utilizó esta circunstancia para hacer creer que él mismo era miembro de la resistencia, lo cual era, por supuesto, falso. La comisión de desnazificación consideró a Carl Orff un “compañero de viaje”, pudo volver a ejercer su oficio y murió en 1982 después de una larga enfermedad.

Lo cual demuestra que Carl Orff era de esos señores que siempre se las arreglan para caer de pie.

 


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Comentarios

Una respuesta a «Carl Orff: el hombre que siempre caía de pie»

  1. Avatar de Pilar
    Pilar

    Muy interesante, como siempre. Eso de ” sumido en sus corcheas” me ha hecho llorar de risa. Beso gordo!!

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