Mañana, o pasado mañana en Austria

Ayer, Vladímir Putin “echó un discurso” en la Duma. El peligro parece lejano, pero lo tenemos en la puerta de casa.

22 de Febrero.- Pasado mañana se cumplirá un año desde que la Federación Rusa invadió Ucrania. La guerra hizo saltar por los aires (por suerte -aún- no literalmente) el orden mundial.

Ayer, Vladimir Putin “echó un discurso” en la Duma, o Parlamento de Moscú, en donde dejó patente su dolida indignación por lo que él juzga un trato injusto de los países de occidente hacia la Federación Rusa.

El discurso, de dos horas (¡Dos horas!) fue “café para los muy cafeteros” e incluyó toda la galería de conceptos que forman parte de los sueños húmedos de la extrema derecha. También de la extrema derecha europea.

Después de culpar a las democracias de una guerra que solo él ha provocado, Putin pintó un occidente que se ahoga, decadente, en el cieno de su propia inmoralidad. En el que la pedofilia se fomenta y en donde la virilidad y la feminidad están corroídas por lo que, en ciertos ambientes poco recomendables, se suele llamar “ideología woke” o “ideología de género. Un mundo en el que la religión ha dejado de tener un espacio preeminente y, sobre todo, y aunque Putin no lo mencionó, un mundo “pacifista”, con todo lo que eso conlleva.

La situación es muy grave y el desafío al que están sometidos nuestros valores y nuestras libertades también.

Y el peligro no es de ningún modo lejano, aunque solo sea porque en Austria, en estos momentos, un partido más o menos abiertamente prorruso y que defiende la veracidad de las acusaciones que el presidente Putin enumeró ayer ante el parlamento títere de Moscú, es el primero en intención de voto. Y lo es principalmente, no nos engañemos, porque los otros partidos, los llamados “tradicionales”, dan la sensación de estar empantanados en una crisis que desprestigia a la democracia y vuelve mate su brillo.

Y la democracia, las libertades, son cosas que no pueden darse nunca por sentadas.

La situación es muy grave porque la experiencia última nos ha demostrado cuán fácilmente lo que, en un principio, pueden parecernos delirios y, como tales, inofensivos se transforman, por puro cálculo político, en axiomas preparados para que los crea una parte de la población que ha perdido (o no ha tenido nunca) los instrumentos necesarios para observar la realidad conforme a las reglas del sentido común más elemental.

(Hace unos meses todos nos preguntábamos ¿Quién porras puede creerse que en las vacunas hay escondido un chip que nos quiere controlar? ¿Cómo puede una persona en su sano juicio tomarse un medicamento de uso veterinario para curarse de un virus? ¿Cómo puede ninguna persona normal dejar de vacunar a sus hijos contra el sarampión para hincharlos a potingues homeopáticos?)  

Mañana, o pasado mañana (es perfectamente posible) puede llegar al poder en Austria un partido que defienda que un artículo como este es antipatriótico y ataca los “valores tradicionales” que han regido en Austria durante el último milenio. Un partido que defienda que no puede ser público que dos personas vivan juntas si son del mismo sexo, porque divulgar esta circunstancia los convierte en corruptores de menores. Un partido que, como sucede en Rusia, decida que una película en la que se retrate la homosexualidad de Federico García Lorca (histórica y fuera de toda duda) es “propaganda” y merece ser censurada (ya se ha hecho con la de Tchaikovski).

Mañana, o pasado mañana, puede llegar al poder en Austria un partido que tenga poder para cambiar la ley y la cambie para que en nombre de “la seguridad” se controlen las comunicaciones para vigilar a los adversarios políticos, y que rechace las protestas de la Unión Europea como “injerencias intolerables” (esos, parece ser que eran los planes de Herbert Kickl, cuando fue ministro del interior). Mañana, o pasado mañana, puede llegar al poder en Austria un partido que nos acuse a los extranjeros de ser delincuentes bestiales y vete nuestra entrada en el país (Hungría) o dificulte tanto las condiciones para que no establezcamos aquí que tengamos que marcharnos. Mañana, o pasado mañana, puede llegar al poder un partido que se preocupe de que los chicos tengan una educación “demasiado femenina” y de que las mujeres estén “sobrerrepresentadas” en las Universidades (de nuevo, Hungría). Mañana puede llegar al poder en Austria un partido que defienda que el objetivo en la vida de las mujeres debe ser la maternidad y dé permios a las más fértiles.

Todas estas cosas, antes de suceder, parecían impropias de países modernos, avanzados, del siglo XXI. Cuando la trampa se cerró, ya era demasiado tarde para evitarlas.

Aquí puede suceder también. Mañana o pasado mañana.


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