Aventuras suburbanas en Viena

Una alerta terrorista nos enseñó ayer lo bien que funcionan las Wiener Linien normalmente.

16 de Marzo.- Para regresar del trabajo tengo que coger la línea uno de metro. Normalmente, el trayecto suele durar menos de un cuarto de hora pero una o dos veces al año algún incidente nos enseña lo bien que funcionan las Wiener Linien.

Ayer, a eso de las tres de la tarde, la policía de Viena difundió una alerta. Según informaciones creíbles, estaba planeado un atentado de signo islamista. Como es lógico, no se sabía en dónde iba a ser el hecho criminal pero, según los indicios disponibles, los malos estaban pensando causar estragos en algún edificio religioso.

Así pues, esta capital, normalmente un lugar tranquilo, se llenó de policías velando por nuestra seguridad, especialmente en las inmediaciones de las iglesias (tanto de las católicas como de las sirias coptas).

Yo salí de trabajar sin ser ajeno a esta circunstancia, pero sin pensar que podía afectarme.

Qué ajena estaba la cabra.

De modo que me subí al metro y a la altura de Schwedenplatz, el convoy se detuvo en la estación. Primero la voz del conductor explicó que por un problema en el servicio se interrumpía el tránsito. Vaya por Dios. Después de diez minutos, se anunció que había un dispositivo policial y que nones.

Rápidamente, pensé que lo mejor era volver sobre mis pasos (vamos, sobre mis estaciones) hacia Praterstern y allí coger el tren. No fui el único en tener la misma idea. Todos los pasajeros de mi vagón nos apeamos y esperamos al siguiente. Como suele suceder en estos casos, cuando estábamos en el andén contrario, el tren en el que íbamos hasta entonces siguió viaje como si tal.

¿Se había reanudado el servicio? No había manera de saberlo.

En estas, se acercó a saludarme una simpática desconocida la cual, amabilísimamente, me explicó que sigue estos posts y también los podcast de Viena Directo. Desde aquí, ella lo sabe, le envío un saludo y le agradezco de nuevo su amabilidad.

Finalmente, las Wiener Linien nos anunciaron que los trenes volverían a Stephansplatz y que, a partir de ahí, habría que apañárselas.

Llegué al epicentro del catolicismo austriaco, salí a la calle (en donde la situación parecía totalmente tranquila) y eché a andar hacia la ópera. En esto, noté que un muchacho con barba se ponía a mi altura con un teléfono móvil en el mano.

!Sapristi! – pensé yo- ¿No será este el islamista malvado?”. Pero como está feo sospechar de las personas, no hice ningún ademán -tampoco fuera a asustarse y a sacar ningún objeto peligroso-. No lo hizo sino que, azorado, se acercó a mí y, muy educado, me preguntó por dónde se iba al próximo tranvía.

-Pues mire, lo mejor es que se vaya usted a Karlsplatz, yo voy en esa misma dirección.

-!Catástrofe! – dijo el hombre y movió la cabeza. Que tenía una cita y que no llegaba. Que con esto de la pandemia se había vuelto todo el mundo majara, que mecachis en la mar del islamismo y de su puñetera madre.

Lo pedregoso de la gramática, un vago acento y su aspecto general, barbado, me dieron a entender que mi recién encontrado compañero de viaje no era de aquí. Prudentemente, le dije que yo era español y él me contó que tenía raíces balcánicas, como la música que le gustaba a Franco Batiato.

En estas ya estábamos enfrente del hotel Bristol. El hombre mandó un guasap al sitio en donde tenía la cita. Aliviado, le contestaron que no se preocupase.

-Por suerte, no es importante, dijo él, más aliviado. De lo cual yo deduje que el móvil de su viaje a la Haputbahnhof de Viena debía de ser amoroso y no laboral o médico.

Al paso del tranvía D nos apretujamos junto a otros viajeros. El hijo de una madre que debía de ser polaca (hablaban un polaco muy cerrado) me metió un codazo que casi me chafa un arco superciliar. En un inglés algo ortopédico me pidió perdón.

-No pasa nada –le dije yo.

El tranvía surcó la Ringstrasse a paso de tortuga centenaria, subió hacia la Hauptbahnhof y al fin llegó a la estación.

Mi desconocido amigo se despidió de mí y partió hacia su cita (yo digo que amorosa, pero igual iba al podólogo). Yo, por si acaso, le deseé lo mejor (Alles Gute!). Es lo que se suele decir en estos casos.

Por cierto y para no olvidar la misión informativa de esta página. La alerta terrorista sigue activa, así que pido por babor y por estribor a mis lectores que lleven cuidado y extremen la precaución.

 


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