Zelensky hablará en el Parlamento, los ultras protestarán

Ante el anunciado discurso ante el parlamento austriaco, los ultras ya han anunciado su protesta.

28 de Marzo.- El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, es un hombre curtido en las lides de la comunicación (antes que político fue cómico, que es un camino que la mayoría recorre del revés) y sabe una cosa que ignora su homólogo de Kremlin: o sea que, en este mundo, el relato de los acontecimientos es tan importante como los acontecimientos en sí mismos.

Por eso, nada más empezar la guerra, distrajo tiempo y recursos de lo que, en principio, parecía urgente (y lo era, qué más urgente que una invasión) para concentrarse en lo importante: o sea, en conseguir quitarse de encima el aroma de fracaso y de derrota que todo el mundo olía cuando pensaba en Ucrania. Mientras su tocayo Vladímir se concentraba en ser una estatua de cera de sí mismo, confiando en que sería su impasibilidad (su inexpresividad) lo que más valorarían sus huestes.

Volodimir, en cambio, mucho más inteligente, se concentró en ser humano, todo lo humano que pudiera. Le pudimos ver desmejorado, con su camiseta verde oliva, moviendo a los parlamentos europeos con una palabra flamígera que, incluso (esto lo he visto yo) hacía llorar de emoción a quienes tenían que traducirla.

Volodimir allegó materiales narrativos de épocas muy distintas y fue Churchill y fue David (el que le metió una pedrada al gilipuertas de Goliat) y fue todos y cada uno de nosotros, y habló ante los políticos, y habló ante el Parlamento e hizo creer una cosa que nadie daba por supuesta: que tenía oportunidades de ganar esta guerra.

Mientras tanto, en el mundo del siglo XX, en ese mundo que se va, que se derrite a toda velocidad como los casquetes (polares), que se ahoga en las emisiones de sus tubos de escape; en ese mundo en el que los individuos no son más que números y los hombres (los hombres idiotas) no lloran porque no les dejan, se confiaba en largas filas de camiones empantanados por la falta de suministros, en largas mesas frías, en decorados dibujados en blanco y oro, como un lujo de bisutería.

A Volodímir Zelensky le faltaba un Parlamento ante el que hablar: bingo, el de Austria. En el calor de las primeras semanas de la guerra, se intentó que el presidente ucraniano hablase frente a los representantes del pueblo austriaco, pero la extrema derecha lo impidió, con un pretexto peregrino: que un discurso así rompería la neutralidad austriaca.

El asunto ha estado rondando durante los últimos meses. Personas como el rocoso Sobotka han estado maniobrando entre bambalinas para que Zelensky hablara ante los representantes de la ciudadanía. Había resistencias que parece que se han vencido. Zelensky no hablará ante el pleno del Parlamento, sino en el marco de un acto que se celebrará en la augusta casa frente al Ring.

La extrema derecha, por boca de su líder, Herbert Kickl, ya ha anunciado su protesta (no ha anunciado, de momento, la modalidad) y, de paso, ha invocado su deseo de cambiar la constitución austriaca para que la neutralidad quede anclada en la ley de leyes. Así como una referencia a que el poder reside en el pueblo austriaco, para así, según él “poner un cortafuegos al Estado centralista europeo” (sic).

Los ultras ya han fracasado en su deseo de que se abriese una comisión parlmentaria para investigar la actuación del Gobierno durante la pandemia y el establecimiento de un fondo de indemnización para las “víctimas” de la pandemia (léase cenutrios negacionistas) y antivacunas.

Ya alardean de que, después de las próximas elecciones, contarán con la mayoría necesaria.

Dios lo evite. Por el bien de todos.

 


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