En Viena bailaré contigo (clandestinamente)

Al vocabulario de la gente mejor informada de Viena, se ha incorporado una nueva palabra, “clandestinear”. Verán ustedes por qué.

Para I.M.C.

18 de Mayo.- En el último programa publicado de actividades culturales del Instituto Cervantes de Viena, había una página enigmática: anunciaba la primera de las „Noches Clandestinas“.

Durante los últimos meses, ha sido el secreto mejor guardado del director del Instituto y de su equipo más cercano y ni siquiera los que somos „de la casa“ sabíamos lo que nos aguardaba.

(Y eso que preguntábamos, pero nada, no había manera: en aquella Santa Casa nadie soltaba prenda, era sacarles la conversación y ponerse todos de perfil o recordar que tenían una cita inaplazable con la pedicura).

Ante este silencio, tan contumaz como juguetón, solo quedaba una: seguir los pasos que se nos habían dado.

O sea: como primera medida, escribir un correo electrónico.

A vuelta de ídem, recibimos las instrucciones.

Sabíamos el día (17 de mayo), sabíamos la hora (19:30), se nos sugería una etiqueta en el vestir (elegante, informal, noche) y se nos notificaba una contraseña, personal e intransferible. Se nos indicaba también que la contraseña era válida solo para la noche clandestina de ayer.

La mía, unos versos de poeta en Nueva York, era esta:

En Viena bailaré contigo, con un disfraz que tenga cabeza de río”

Unos versos de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. Por supuesto, del “Pequeño vals vienés” al que, más tarde, puso música Leonard Cohen.

Ya en el tranvía, camino de la cita, mi compañía no cesaba de preguntarme a qué íbamos. Por toda respuesta, yo me encogía de hombros y le tendía el trozo de papel, arrancado de un sobre, en el que había escrito la contraseña.

-Esto es lo que sé. Léelo y sabrás lo mismo que yo !Ah! Y yo que tú me lo iría aprendiendo, porque algo me dice que lo vamos a necesitar.

Al llegar, el Palais Wiener von Welten bullía de expectación. Gentes de todas las edades (mucho público joven), hispanohablantes y “otrascosashablantes” charlaban en la fila. El aire estaba lleno de risas nerviosas y de signos de interrogación.

-Por aquí pueden dejar sus abrigos.

Mientras la cola avanzaba hacia el primer control (el de la lista con los nombres del selecto grupo que había mandado su e-mail antes de que se acabaran las plazas) la gente, con ese cosquilleo de las cosas importantes, se preguntaba qué pasaría.

Cuando yo llegué, junto con mi compañía, frente a la mesa, algo nervioso, pregunté de broma:

-¿Es aquí lo de las noches clandestinas?

-Aquí es ¿Nombre?

Lo dije y entonces, ante mí…

ATENCIÓN

(NOTA DE LA REDACCIÓN: Este fragmento de artículo quedará oculto para siempre porque pertenece al secreto de los misterios de la Noche Clandestina y como tal, no se puede desvelar. Solo los afortunados que estuvieron anoche y aquellos que, en sucesivas noches clandestinas se acerquen al Cervantes, podrán saber qué es lo que pasa cuando se entra al Sancta Sanctorum. Porque es una experiencia secreta y, como tal, exclusiva y personal que, como todos los misterios iniciáticos, solo se puede vivir en directo)

FIN DE LA NOTA DE LA REDACCIÓN

…Nos esperaba el señor director del Instituto que nos saludó personalmente y nos dio la bienvenida.

Algo más tarde nos explicó que cada noche clandestina tendrá una temática y una estructura diferentes para conservar la intriga y el misterio de las mejores fiestas sorpresa. Eso sí: que el motivo vertebrador será siempre la difusión de cultura en español en todas sus manifestaciones.

Ayer, tuvimos la ocasión de disfrutar (y de disfrutar mucho) con una de las más lúdicas de esas manifestaciones: la rumba.

Como seguramente sabrán algunos de los lectores de Viena Directo, la UNESCO ha aceptado la candidatura de la rumba catalana para ser declarada patrimonio inmaterial de la Humanidad.

Ayer, los representantes del Planeta Rumba fueron los componentes del “Marc Suárez trío” con la misión (totalmente posible) de hacer que el público asistente terminara dando palmas.

Pero no adelantemos acontecimientos.

Antes, un maestro de ceremonias nos dio las instrucciones para disfrutar de lo que se va a convertir, estoy seguro, en uno de los objetos de deseo de la gente bien informada de Viena. Porque no solo había música, y conversación, y libros (y conversaciones sobre libros) e intercambio de informaciones, y contactos entre personas interesadas en lo mismo -la cultura en el más amplio sentido- y risas, sino también un cóctel exclusivo creado para la ocasión para que todos los sentidos estuvieran mimados, como mimados al máximo estaban todos los detalles del evento.

El ambiente estaba electrizado de buen humor, de risas, de inteligencia y de interés. Pura seducción del idioma y de la cultura que compartimos 493 millones de personas.

Y al final, hasta hubo baile.

Es una pena que, como todo es secreto y “clandestino” no me permitan entrar en más detalles.

Así pues, si usted, querido lector, querida lectora, quiere experimentar y gozar lo mismo que ayer hicieron casi un centenar de personas, esté atento. La próxima noche clandestina llegará pronto y, estoy seguro de que, después de lo de ayer, habrá tortas por conseguir un pase.

Al tiempo.

 


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