El camino al suicidio económico de Austria

Dos de las más altas instancias económicas de Austria han señalado la doctrina económica del FPÖ como un suicidio.

20 de Mayo.- A finales de 1944, la guerra estaba perdida para el tercer Reich. El ejército nazi era incapaz de compensar ni con tecnología ni con medios humanos las enormes pérdidas que le infligían los aliados, y retrocedía en todos los frentes.

Las potencias occidentales en particular se beneficiaban de otro factor decisivo: Hitler empezó a perder la guerra cuando la contienda era todavía tan solo una posibilidad surgida de su mente calenturienta: en el momento en el que promulgó las llamadas leyes de Nuremberg y en toda Alemania se produjo una fuga de talento que, probablemente, solo tiene un parangón: la que se ha producido en la Federación Rusa en el último año y medio.

Los científicos que terminaron ayudando a los Estados Unidos a ganar la guerra abandonaron Alemania en la primera mitad de los treinta. Fueron los que llevaron a la construcción de la primera bomba nuclear, pero también los que innovaron en multitud de otros terrenos, como por ejemplo, los nuevos materiales sintéticos o la logística -fundamental para ganar la guerra-. En el campo de batalla, morían los soldados, pero en la retaguardia se hacían descubrimientos que hoy se han incorporado a nuestra forma de vida. Y no los hacían americanos de pura cepa, sino científicos alemanes.

A finales del año 1944, la propaganda nazi elaboró el concepto de “Alpenfestung” la “Fortaleza de los Alpes”, ese espacio irrenunciable que había que defender hasta la última gota de sangre.

En los últimos meses, la extrema derecha austriaca ha “pancarteado” con el eslogan (atención a la semejanza) “Festung Österreich” o sea, “Fortaleza Austria”, evocando un espacio amurallado que, en la mejor tradición nazi, es inaccesible a los que no sean miembros de la Volk.

No solo es una insensatez, sino que, como es evidente, de hacerse realidad, esta idea tendría unas consecuencias gravísimas para la economía austriaca. Sin ir más lejos, en Viena, en donde un tercio de la mano de obra es extranjera. Como sucedió con los judíos en el siglo pasado, echarnos o endurecer nuestras condiciones de trabajo provocaría un colapso económico de imprevisibles consecuencias.

La realidad es que Austria necesita mano de obra y, en la próxima década, va a necesitarla todavía más. Casi desesperadamente. Georg Knill, el jefe de la Unión de Industriales austriaco ha criticado la campaña del FPÖ por considerar que influye muy negativamente en la imagen que se tiene del país fuera de Austria, como lugar atractivo para trabajar.

Knill ha afirmado que la retórica de la extrema derecha no hace ninguna diferenciación entre la inmigración ilegal y la mano de obra cualificada, que está ahí (de hecho, todos los lectores de Viena Directo son un ejemplo) y eso es malo, muy malo, para el país.

La extrema derecha austriaca, como la de todos los países, lleva años adaptando a los migrantes el estereotipo asqueroso e inmundo que los nazis crearon para los judíos. El de seres malvados que adoptaban dos imágenes contradictorias: por un lado, la de criaturas bestiales interesadas solamente en destruir y hacer el mal. Por otro, el de seres pérfidos y extremadamente inteligentes ocupadas en socavar todo lo que es bueno y bello de la producción humana.

Por supuesto, la extrema derecha actual no puede (por razones legales, principalmente) esgrimir los estereotipos de antaño. Ahora todo es mucho más sutil: se habla de “culturas” que son superiores a otras (la europea, por supuesto, en contraposición con la “inferior” de los países árabes o de población que, en Europa, está racializada).

El presidente de la Cámara de Comercio austriaca (la Wirtschaftskammer) Harald Mahrer, en declaraciones al boletín oficioso de los conservadores austriacos, Die Presse, tampoco ha ahorrado críticas a las diatribas de Herbert Kickl: construir “muros” (los de esa fortaleza famosa) es malo para un “país orientado a la exportación, que es fuertemente dependiente de los turistas internacionales y que está conectado científica y culturalmente con el mundo”.

En otras palabras: si Austria quiere suicidarse económicamente, deberá seguir punto por punto la doctrina económica de la extrema derecha.

El problema es que todo apunta a que, con si Kickl se convierte en el próximo canciller, es muy probable que sea así.


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