¿Es Austria un país racista?

Más de un tercio de los austriacos tendría reparos si su vecino fuera musulmán. Austria y el racismo, el cuento de nunca acabar.

25 de Mayo.- A mis lectores españoles les sonará la polémica: estos días atrás, se profirieron en un estadio asquerosos insultos racistas a Vinicius, un jugador de fútbol de color. No es el primer caso ni desgraciadamente será el último, pero el asunto, quizá por tratarse de una noticia relacionada con el fútbol, ha enfrentado a la sociedad española con la cuestión. O sea, los españoles se han despertado y (¡Oh, sorpresa!) se han encontrado con que el racismo (su racismo) estaba allí.

Los execrables hechos han sucedido muy cerca en el tiempo de un incidente igualmente racista e igualmente asqueroso, solo que no en el contexto de una grada llena de tipos sudorosos y gritones, sino en un acto institucional. Sin embargo, demuestra en mi opinión que la tolerancia que reina es una cosa transversal y, lo que es peor, completamente asumida. Para muchas personas, el racismo sigue siendo una cosa inofensiva, disculpable, menor.

Fue así: el día 2 de Mayo, la Comunidad de Madrid entregó sus medallas de oro. Una de las adjudicatarias de esta distinción fue la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana. En su discurso de agradecimiento, la Sra. Quintana aludió a sus orígenes en el barrio de Usera, resaltando su carácter popular y lamentando que se hubiera convertido en “Chinatown”. Ninguna, repito, ninguna de las personalidades presentes, hizo el más mínimo gesto de incomodidad. Ana Rosa Quintana terminó su breve discurso como si tal cosa -quizá sorprendida de que su afirmación no hubiese sido saludada con más risitas aquiescentes-, se sentó y ya.

Me pregunto qué hubiera sucedido si Ana Rosa hubiese dicho: “estoy muy orgullosa de ser madrileña porque nací en Chueca, que era un barrio fantástico antes de que se llenara de maricones y bolleras”. Quiero creer que alguien le hubiera dicho algo. Décadas de trabajo de muchos activistas y también de personas particulares, han conseguido que, por lo menos en público, la homofobia ya no sea aceptable en sociedad.

Estos dos incidentes me han hecho preguntarme sobre cómo va la cuestión en Austria.

ALEMÁN SIN ACENTO

En 2018, antes de la pandemia, el Instituto Austriaco de Estadística (Statistik Austria) preguntó a nuestros convecinos, muy astutamente, a qué personas les desagradaría tener como vecinos. Los resultados son muy reveladores.

Un 41% de los encuestados dijeron que no les gustaría que una señora afgana llamara a su puerta y les pidiera una tacita de arroz. Un 37% rechazaría tener como vecino a una persona de etnia gitana. Los árabes en conjunto suscitan el rechazo de un 35% de los encuestados. Sirios, turcos y musulmanes en general no son vistos con buenos ojos por un 32% de la población. Y las personas de color (“africanos negros” según la literalidad de la encuesta) son rechazados por un 31%. Judíos y homosexuales no son vecinos deseables para un 10% de la población, respectivamente (es de suponer que a un treinta por ciento le explotaría la cabeza por tener a un vecino que fuera judío y homosexual).

Otro dato revelador: un 73% de los austriacos piensa que en Austria se discrimina por procedencia, color de piel o acento. Y un 50% de las personas no nacidas en Austria se ha sentido discriminada recientemente. Naturalmente, todas estas discriminaciones están prohibidas, pero hecha la ley, hecha la trampa. Todos los que hemos buscado trabajo en Austria nos hemos encontrado con ofertas que buscan gente que hable alemán “sin acento”. Se pone esto porque, naturalmente, no se puede escribir “no contratamos extranjeros”, pero el sobreentendido está.

Dos ejemplos.

El otro día me contaron de una empresa cuyo dueño está casado con una mujer de Europa del este. Alemán perfecto, pero con acento. Por lo que sea, les falló la persona que lleva la recepción y ella estuvo un día cogiendo el teléfono.

No tardaron en llamar clientes al jefe preguntando, medio en broma medio en serio, que si la empresa estaba tan mal que habían tenido que “echar mano de una rusa”.

Yo tengo un amigo de color marrón chocolate casado con una austriaca de color rosita. Vivían en lo que en Austria se llama “el campo”. Vivían.Tuvieron un precioso bebé mezcla de los dos. Cuando ella paseaba a su hijo en el cochecito la gente la paraba para hacerle preguntas desagradables cuyo tenor no reproduciré aquí, pero que es fácil de imaginar. Cómo fue la cosa que se tuvieron que marchar de y ahora viven en Viena.

TRES PERSONAS RACIALIZADAS Y PARE USTED DE CONTAR

Austria se lleva muy mal con la diversidad. Si un extraterrestre aterrizara hoy con su platillo volante y pusiera la tele austriaca, casi no vería personas racializadas (tampoco las vería en España, por cierto, fuera del fútbol). Arabella Kiesbauer, un chico joven que presenta las noticias, Stefan Lenglingler, y la meteoróloga Eser Akbaba.

Por cierto, cuando Lenglingler presentó, en 2020, su primer telediario, no tardaron en salir racistas en Twitter. Uno de ellos escribió: “Para qué necesitamos a un “afro” (negro) de presentador? Para que nos acostumbremos a la inmigración masiva desde África?”

Tan sutil como una bofetada

Así son las cosas, y así se las hemos contado.

Archivo Foto Bernal Vienna, Episodio 1: Daniel

 


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