Un poco rotillo, no. Hecho polvo.

Hoy ha muerto Antonio Gala, una persona que, sin saberlo, tuvo una influencia decisiva en Viena Directo.

28 de Mayo.- A principios de este siglo, trabajé en una cadena de televisión española. Durante las larguísimas pausas que se estilan en España, a veces, me gustaba ir a un plató que conocía bien. En 1991, había compartido aquel mismo espacio con nuestro protagonista de hoy. Nunca escribió sobre Viena y no sé si alguna vez estuvo aquí, pero dada la influencia que tiene y tuvo sobre esta persona que, todos los días, trata de hacer comprensible la realidad austriaca, me gustaría rendirle un pequeño homenaje.

Vi personalmente a Antonio Gala, por primera y única vez, en aquel plató de televisión, durante una entrevista de un cuarto de hora que le hizo Jesús Hermida en un programa vespertino. Debió de ser un sábado por la tarde y debió de ser en primavera. Hasta entonces, Antonio Gala era para mí una figura lejana, pasto de imitadores que, como pasa en estos casos, se quedaban en la superficie. Remedaban los gestos, la voz (a mí se me da bastante bien imitarle también) pero no podían copiar lo que yo experimenté aquella tarde.

Cuando Gala entró y se sentó, utilizando los modales pausados del experto actor que fue, entonces aún en plena forma, aquel espacio impersonal se llenó de una energía muy especial y muy poderosa.

De Federico García Lorca se decía que, estando él presente, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico. De Antonio Gala hubiera podido decirse, probablemente, lo mismo.

Hermida y Gala, los dos manieristas consumados, hablaron del primer poemario de Antonio Gala (“Enemigo íntimo”). Hermida le mostró al ilustre autor de Brazatortas (pero nacionalizado cordobés) un ejemplar bastante vapuleado de aquellos primeros intentos poéticos y le dijo una frase que, en mi casa, se ha convertido en un chiste doméstico (tan es así que hoy, al saber de la muerte de Gala, nos hemos acordado):

-Aquí Antonio, tu primer poemario, nos perdonarássss (pausa) que el libro esssssté un poco rotillo.

A lo que Antonio Gala cogiendo el librito repuso:

-Un poco rotillo, no (pausa) está hecho polllllvo.

Recuerdo haberme quedado embobado escuchando a Gala y, al terminar, recuerdo haber pensado: “Si solo con estar este hombre desencadena esta energía, qué será en un libro”.

Fue fácil conseguir “El Manuscrito Carmesí”, su primera (y tardía) novela, que leí en unos pocos días con gran placerr.

A partir de entonces, Antonio Gala fue para mí una especie de tío lejano, que tuvo mucho de guía para aquel escritor que fui. Aprecié y aprendí de él su intención de construir una moral cívica y laica a través de sus artículos, desperdigados por muchos periódicos. Aprecié lo que su literatura tuvo de servicio público. Página a página, Antonio Gala, sin saberlo él, me inculcó una noción que ha presidido y preside todos y cada uno de los artículos de Viena Directo y es la responsabilidad moral que tenemos los que escribimos para un público. Responsabilidad que se puede sintetizar en la obligación que todos tenemos de escribir en bien de la mayoría. La responsabilidad que tenemos de intentar conservar a toda costa la dignidad de lo escrito y, por qué no, una cierta función didáctica que, en estos tiempos, está un poco pasada de moda.

Ahora, de adulto, no se me escapa que Antonio Gala, en cualquier caso, fue mucho más. Entre otras cosas fue un habilísimo hombre de negocios. Durante unos años, Gala ganó e hizo ganar millones. Fue un hombre que se hizo rico escribiendo, porque fue consciente de que tenía detrás de él la fuerza de una legión de lectores.

Tampoco se me escapa que los libros de Gala han envejecido muchísimo y que son apenas un pálido reflejo de lo que fue él: un hombre inteligentísimo, lenguaraz, rápido, con un sentido del humor pérfido (por ejemplo, con Buero Vallejo se llevaba fatal y un día se cruzaron en el tanatorio a donde habían ido a ver a un difunto, Buero estaba muy cascado y Antonio Gala se le quedó mirando y le dijo: “¿Entras o sales?”).

Cuando empezó a notar que le fallaba la cabeza, se retiró de la escritura y fue abandonando poco a poco la vida pública. Dicen que ha muerto solo pero ¿No morimos todos solos, como nacemos solos también?

 


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