Andreas Babler, nuevo líder del SPÖ

Un país entero lleva varias horas tratando de volver a encajar las mandíbulas. En el SPÖ se les cae la cara de vergüenza.

5 de Junio.- El Partido Socialdemócrata Austriaco ha encontrado hoy la fórmula perfecta para sumir a todo un país en la incredulidad. En la incredulidad más absoluta, monolítica y sin resquicios. Pocos precedentes debe de haber de lo sucedido hoy.

A eso de las cuatro, en una conferencia de prensa convocada deprisa y corriendo, Michaela Grubesa, la jefa de la comisión electoral nombrada por el partido para decidir el nuevo liderazgo, daba la noticia: debido a un lamentable error, descubierto por casualidad, no había sido Hans Peter Doskozil, presidente de Burgenland, el ganador de la batalla por el liderazgo del partido socialdemócrata, sino su contrincante, Andreas Babler, alcalde de Traiskirchen.

La noticia era tan inaudita que los periodistas han tardado unos segundos en procesarla.

Después de haberse tragado algunas moscas, los que han conseguido volver a cerrar la boca, han pedido explicaciones.

Y se las han dado.

Lo peor ha sido eso, que las han obtenido.

Algo confusas, la verdad. Tampoco había que hacerse ilusiones.

Pues señor: al hacer ayer el recuento de los votos, los encargados se habían dado cuenta de que faltaba uno.

(Hópala!).

No cuadraba el número de delegados con los votos depositados.

Realizadas las oportunas comprobaciones, no solo apareció el voto perdido el cual, por cierto, había sido nulo, sino que se descubrió el fallo. Los votos de Babler se habían adjudicado a Doskozil y, como dijo aquel, “a la viceversa”.

Por lo visto el error se había producido al traspapelarse una hoja de Excel (de Microsoft, ya se sabe, no puede salir nada bueno).

¿Cabe mayor ridículo? Difícilmente.

Ya el sábado, en la cadena de radio pública, el periodista encargado de cubrir el consejo extraordinario del SPÖ ya había dicho que Andreas Babler había conseguido enfervorecer más a los asistentes que Doskozil. Para curarse en salud, el periodista afirmó sin embargo que los vítores no significaban nada que, lo que de verdad contaba, eran los votos. Que la votación decidiría. Y vaya si decidió.

En estos momentos, con el SPÖ hecho carne de meme y sumido en el bochorno, uno se imagina -y no sin diversión, es verdad- la cara de Doskozil cuando le comunicaron la noticia.

Las reacciones de los implicados han sido, de alguna manera, las esprables.

Babler ha pedido que se recuenten (y van cuatro) los votos para limpiar la mancha que sobre él pesa y eliminar hasta la más mínima sombra de duda.

(Esto parece un dramón del Duque de Rivas).

Doskozil, fumando en pipa, ha dicho que el partido ha tocado fondo y ha anunciado, con hidalga indignación, que se retira de la política nacional.

No es la primera vez que lo anuncia (es como Pinito del Oro, la trapecista, que se retiraba una vez al año) así que probablemente, volverá a sentir pronto la llamada del deber. Tardará lo que tarde en detectar en Andreas Babler la más mínima flaqueza.

La noticia tiene otras derivadas, no tan divertidas y, probablemente, muy poco benéficas para el futuro de Esta Pequeña República.

Al SPÖ le va a costar mucho recuperarse del pitorreo universal que ha provocado esta noticia.

Puede ser que hoy Herbert Kickl, el líder de la extrema derecha, haya empezado a ganar las próximas elecciones.

 


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