La otra noche la policía de Alta Austria hizo, en las cercanías de Linz, un hallazgo tan terrible como trágico.
25 de Julio.- El domingo por la noche, durante un control de rutina, la policía de Alta Austria hizo un hallazgo tan terrible como trágico.
Al parar un coche en las cercanías de Linz, conducido por un hombre de treinta y nueve años y en el que viajaban también unos niños, el mayor de quince años, el adulto visiblemente alterado, confesó, primero, que no tenía carné de conducir y, después, que llevaba en el maletero el cadáver de su mujer. Por si esto fuera poco también confesó su identidad y les contó a los agentes que llevaba un año prófugo y escondido, porque no se había presentado a un proceso que tenía por haber banalizado el holocausto nazi a través de diferentes grupos de Telegram y en Youtube, dado que había comparado la persecución de los judíos con las medidas contra el coronavirus puestas en marcha por el Gobierno durante la pandemia.
El prenda también había comparado la vacunación obligatoria con lo sucedido durante el nazismo.
Alertados los agentes, le detuvieron y luego registraron el coche encontrando, efectivamente, el cadáver de una mujer envuelto en una sábana.
El hombre dijo que no la había matado él, sino que ella había muerto de cáncer, de forma natural.
Hoy se han conocido los resultados de la autopsia que se le ha practicado al cadáver. Efectivamente, parece ser que el hombre no había matado a su esposa, sino que esta había muerto del cáncer que padecía y para el que había rechazado cualquier tratamiento.
Según declaró el hombre al ser detenido por la policía su intención era “depositar” el cadáver de la mujer en el hospital más cercano.
El hombre, que está siendo evaluado por un equipo de psiquiatras forenses, es uno de los representantes más conocidos de la escena negacionista de Alta Austria y acumula todo tipo de multas, incluida una por falsedad en documento debido a que falsificó uno de los justificantes que los médicos daban para librar a la gente de llevar mascarillas.
También ha sido uno de los organizadores de las famosas manifestaciones vinculadas a grupos de extrema derecha.
En estos momentos, está acusado de dos delitos presuntos: uno de profanación de cadáveres y el otro de negación de auxilio.
Los niños han sido alojados en casas de familiares.
Ante este tipo de cosas, la pregunta es siempre la misma. Personas como esta ¿Estaban desquiciadas ya de antes y vivían camufladas en una falsa normalidad y la pandemia les reventó las costuras del cerebro, o fue la pandemia la que los desquició?
¿En el núcleo de estos grupos antivacunas, asfixiantes, endogámicos, encerrados en una burbuja de información autorreferencial a la que no entra ninguna información razonable o científica, está la enfermedad mental?
¿Son como aquellas bandas de alucinados de la edad media que eran seducidos por un líder (o líderes) carismáticos y pierden el pesquis?
¿Hasta qué punto conseguiría la información “sana” o sea, científica, contrastada y razonable, penetrar esa coraza de prejuicios y, por qué no decirlo llanamente, de estupidez, que puede llevar a una persona con cáncer a rechazar tratamientos que hubieran podido curarla y confiar en terapias “naturales” tan imbéciles como esotéricas?
Personalmente, a uno se le abren las carnes cuando escucha o lee idioteces, dichas con tono profesoral por gente que no tiene ni pajolera idea, a propósito de dietas “alcalinas” o sustancias naturales “desintoxicantes” (las famosas dietas “detox”, que son, digámoslo de una vez, absolutamente inútiles) lo mismo que la gilipuertez esa del ayuno intermitente y otras modas que, de vez en cuando, aparecen para comprometer la salud de la gente.
Este es un caso extremo, pero ¿Cuántas gentes no habrá por ahí enfermas por fiarse del engañabobos de las flores de Bach o de disparates como ese de las constelaciones familiares?
Asomarse a según qué abismos solo produce pesadillas.
En 1969, Andrej Tarkovsky vio 2001: una odisea en el espacio y pensó: “yo lo puedo hacer mejor”. Cumplió su palabra.
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