Una camiseta, unas runas, una sospecha

La peculiar elección de vestuario del sociólogo Bernhard Holzlmaier levantó ayer ampollas entre cierto sección de la opinión austriaca. Veamos qué se sabe.

12 de Agosto.- En todos los partidos políticos existen lo que se suele llamar, eufemísticamente, „versos sueltos“. Son esa gente que, si estuvieran en un partido de fútbol, estarían todo el rato pasándole el balón al equipo contrario. En el Partido Popular austriaco uno de esos versos sueltos es Claudia Plakolm. Plakolm representa el ala más cazurra del ÖVP, hasta el punto de que uno se la imagina perfectamente como un puente en una futura (Dios nos lo evite) coalición entre la derecha y los derechers.

En todas las áreas de la actividad humana hay determinados puestos que parecen creados para que los ocupen personas sin muchas luces pero a las que, por compromiso, hay que emplear. Son sitios en donde se tiene la convicción de que esas personas menos dotadas harán el menor daño posible. En los periódicos, por ejemplo, están los horóscopos (en la profesión se dice aquello de “eres más tonto que el de los horóscopos”); en las empresas, todas aquellas cosas relacionadas con lo verde y la sostenibilidad; en la política, todo lo relacionado con los deportes y la juventud.

Dado que Claudia Plakolm, a pesar de lo que deben de pensar sus padres, no es precisamente una lumbrera, sume el lector dos y dos.

Pero algo tiene que hacer la criatura para justificar el sueldo que le pagamos todos, así que ayer convocó a los medios para presentar un informe perfectamente prescindible a propósito de la juventud en Austria (Plakolm es secretaria de estado para este asunto).

La acompañaba un señor llamado Bernhard Heinzlmaier.

Heinzlmaier es un sociólogo, nacido en Viena en 1960. Se dedica a investigar a la juventud y a la asesoría de empresas. En sus ratos libres tiene un espacio fijo en uno de los medios más infectos de Austria, la página web eXXpress. Allí se dedica a fustigar a la izquierda, difundiendo toda las tesis de la ultraderecha, a base de darles un cierto barniz académico (solo un cierto barniz). A Heinzlmaier no le falta un perejil. En sus mierdicolumnas se pueden ver dicterios contra homosexuales, transexuales y gente progresista en general. También es uno de los que tienen sueños húmedos con Vladímir Putin y piensa que la guerra de Ucrania es culpa de la OTAN. También utiliza todos los códigos de los extremistas y antivacunas, por ejemplo habla de los “Mainstreammedien” y por ahí todo seguido. No me adentro más en ese cieno.

También ha sido entrevistado por el medio ultra “Zur Zeit” y colabora en Der Pragmaticus.

Ayer, se presentó a la rueda de prensa en la que, naturalmente, dijo que el FPÖ es el partido favorito de los jóvenes “por su dinamismo” y blablabá, con una camiseta negra. A nadie se le escapó que en la camiseta había unos signos. Tres, en concreto. Signos cargados de historia. Y para mal. Tres runas.

Las runas, aparte del modo en el que el sabio Arne Saknussen dejó escrito el camino al centro de la Tierra (ver Julio Verne) fueron ampliamente utilizadas durante el nazismo. Por ejemplo, el logo de las SS (eso que todo el mundo piensa que son dos relámpagos) son en realidad dos runas. La letra Sig, en concreto. Las otras dos que aparecían en la camiseta de Heinzlmaier son las runas Tyr y Odal.

Juntas forman el logo de un grupo metal neopagano llamado Steinalt.

Las runas en sí mismas no son simbología neonazi o nazi a secas, pero sí que está prohibido su uso en determinados contextos. Si, por ejemplo, mañana Heinzlmaier fundara un partido político y utilizara para el logo estas letras germánicas, le podría caer un buen paquete.

Es cierto que no hace falta ser un neonazi para que te gusten las runas. Por ejemplo, los “neopaganos” las utilizan mucho. Hay una zona de ese neopaganismo conectada con la extrema derecha, también es cierto. Los neopaganos consideran el paganismo, o sea las religiones germánicas anteriores al cristianismo, como la verdadera religión europea. Y piensan que el cristianismo es una especie invasora, como el cangrejo azul. El inconveniente que le ven es, como no podría ser de otra manera, que Jesús y su familia eran judíos.

La peculiar elección de vestuario de Heinzlmaier levantó ayer ampollas en las redes austriacas y los verdes incluso están examinando acciones legales contra el sociólogo. Él se defiende calificando la polémica como de “tontería”. Ha afirmado que tiene muchas camisetas de grupos de metal, porque le gusta este tipo de música y que la que se puso ayer era una de tantas y que quería dar a conocer a este grupo “Steinalt” (el cual, por otra parte, es solo conocido por una minoría). Heinzlmaier ha declarado también que lo siente por el grupo, porque ha podido dar una mala imagen de él (por lo visto, el grupo no necesita que den mala imagen de ellos, se bastan solitos).

En la secretaría de estado para la juventud emitieron ayer un comunicado de prensa (ver párrafo segundo de este artículo) en el que se sorprendían del tono adoptado por “los verdes”. Según este órgano del Gobierno austriaco, Heinzlmaier ganó el concurso público convocado por el ministerio como el mejor proveedor de datos sobre la juventud austriaca, y blablablá.

Para terminar este artículo, aventuro una explicación, personal y sin pruebas que la respalden, de lo sucedido.

Leyendo un poco a Holzmaier se ve que es una persona que se mueve en esa zona gris entre la extrema derecha legal y la extrema derecha prohibida. Que está cómodo en la primera y coquetea con la segunda como una especie de transgresión que resulta “de buen tono” en ciertos ambientes.

Como hace en sus mierdiartículos, probablemente estaba lanzando un mensaje para iniciados. Un guiño. Naturalmente, por razones legales no puede admitirlo, porque la apología del nazismo está castigada por la ley austriaca. Por eso, intenta convencernos a los demás de que vemos visiones.


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