A partir del otoño del año que viene, el Centro de Documentación de la Resistencia Austriaca elaborará un informe. Comprensiblemente, en algunos ámbitos no ha gustado.
15 de Agosto.- Una de las jugadas maestras del FPÖ durante la pandemia fue la de detectar que había un sector de la opinión austriaca que estaba siendo desatendido por los partidos mayoritarios.
Un sector de la opinión que ni siquiera era afín ideológicamente a las posiciones de extrema derecha que el FPÖ defiende básicamente, pero que compartía con el núcleo duro de su “fandom” un sentimiento de desconcierto y de frustración que las demás fuerzas políticas estaban siendo incapaces de canalizar.
De esta forma, muchas personas que, en origen, no eran ultras, se fueron acercando poco a poco a un cierto grupo de conceptos y descubriendo que hay un gran placer que reside en ser rebelde contra lo que uno no entiende.
A pesar de ello, quizá por tenerlo delante de las narices, estas personas no se daban cuenta del desplazamiento que había experimentado su manera de pensar.
Por ejemplo, cuando yo decía aquí que los antivacunas son, esencialmente, gente de extrema derecha, había muchas personas de bien que respondían indignadas, diciendo que no, que ellos no eran de extrema derecha, sino que seguían un movimiento que no estaba coloreado políticamente.
Una vez enganchados por esta base del rechazo a las vacunas y a las medidas para contener el virus, este sentimiento de frustración, hábilmente dirigido por la propaganda afín, fue encontrando otros banderines de enganche.
EL NIÑO QUE SE METE EL DEDO EN LA NARIZ
Aunque básicamente siempre era el mismo sentimiento. El del niño que no entiende por qué le dicen que está mal meterse el dedo en la nariz con el gusto que da. Se podría resumir en esta pregunta ¿Por qué no me dejan seguir siendo como soy y haciendo lo que he hecho toda la vida? En distintas variaciones.
Por ejemplo:
-¿Por qué, siendo un hombre “normal” (blanco, heterosexual, privilegiado) no puedo seguir creyendo que el lugar de la mujer es la casa y los hijos y servirme sexualmente y me llaman machista?
-¿Por qué no puedo seguir diciendo que las personas LGTBIQ+ son unas viciosas o gente que tienen algo estropeado en el cerebro? (Eso que uno oye mucho de que “en estos tiempos, si eres heterosexual nadie te hace caso”)
-¿Por qué está mal no querer que vivan extranjeros en mi bloque o que mi hija se case con una persona de otra raza?
Todas estas cosas se pueden resumir en una: ¿Por qué a mí, que pienso todas estas cosas, la sociedad me castiga y a las “feminazis” a “las drag queens que corrompen a los menores” o a los que están a favor “de acoger refugiados aunque sean moros” nadie les dice nada?
En esta pregunta y en esta frustración se basa la llamada “guerra cultural”. Un intento constante de probar que las opiniones de extrema derecha son igual de válidas o, en cualquier caso, exactamente igual de erróneas, que las opiniones progresistas más moderadas (igualdad de hombres y mujeres, tolerancia para las personas LGTBIQ+) y que mientras las personas que ostentan las primeras son vilipendiadas, las personas que ostentan las segundas son aplaudidas.
He explicado todo esto para dar un contexto a esta noticia: a partir del año que viene, el Gobierno ha encargado al DÖW (Centro de Documentación de la Resistencia Austriaca, por sus siglas en alemán) un informe anual sobre el extremismo de derecha.
El DÖW es el una organización no gubernamental que documenta de forma completa y exhaustiva todo lo relacionado con el nazismo histórico y con el neonazismo, incluyendo a grupos relacionados con esta ideología, como por ejemplo los identitarios.
El encargo se motiva con las últimas detenciones de grupos potencialmente terroristas de extrema derecha, en las que se han incautado armas y explosivos, que han menudeado en los últimos meses.
Solo un dato: según cifras del Ministerio del Interior austriaco, en 2021 hubo 1053 delitos relacionados con la extrema derecha y solo 119 relacionados con la extrema izquierda.
Este informe, por cierto, no es nuevo. El DÖV lo estuvo confeccionando de forma periódica hasta que en 2002, durante la primera coalición entre la derecha y la extrema derecha de Jörg Haider, el Gobierno ordenó que se interrumpiera su ejecución.
Naturalmente, este encargo del Gobierno no ha sentado nada bien en el FPÖ, que le ha atribuido una intencionalidad política (por ejemplo, el otro día la juventud del FPÖ estuvo desfilando codo a codo con los identitarios en una manifestación xenófoba, manifestación calificada de “patriótica” desde el FPÖ).
Y, aquí venía yo, se ha hecho esta pregunta: si las ideologías extremas son tan peligrosas ¿Por qué no encarga el Gobierno también un informe sobre la extrema izquierda?
Hay que aclarar que la extrema derecha considera “extrema izquierda” por ejemplo a todo el movimiento por la igualdad LGTBIQ+ o a los activistas contra el cambio climático (cambio que ellos niegan, por cierto).
Atención a la equiparación. Para el FPÖ es lo mismo un tipo que le prende fuego a una residencia para refugiados que una persona que participa en el desfile del orgullo gay.
El siguiente paso ha sido desacreditar al DÖW, calificándolo de organización “filocomunista” o “criptocomunista” (hay que aclarar que, en el inconsciente colectivo austriaco, todo lo que suene a “comunismo” desde el trauma de la segunda guerra mundial, es como mentar a la bicha).
Por último, el FPÖ se ha ofrecido a elaborar un informe a propósito de los movimientos de “extrema izquierda” en Austria.
El objetivo es ofrecerle al FPÖ un clavo ardiendo que equipare ideologías violentas, xenófobas y racistas con otras que no lo son y que no tienen nada que ver.
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