El beso en España

Ayer, la selección española de fútbol ganó el mundial. Y fueron dos victorias en una. Así se ve la cosa desde Austria.

21 de Agosto.- Ayer por la tarde la selección española femenina de fútbol ganó su primer mundial.

Dejando aparte las exageraciones de la prensa deportiva, tan dada a ellas, el hecho es que la victoria de las españolas supone el principio de un cambio. Aunque solo sea porque, hasta ahora, al hablar de la selección española de fútbol todos pensábamos automáticamente en un grupo de señores en pantalones cortos. A partir de ayer, habrá que especificar si son señores o señoras.

También la prensa austriaca se ha hecho eco de la victoria, como no podía ser de otra manera. Varios factores se han conjugado para que así sea. En primer lugar, naturalmente, por la importancia del suceso y después porque a veinte de agosto no suele haber muchas noticias que llevarse a los artículos.

Por supuesto, también les ha llamado la atención el beso en la boca que el presidente de la federación le dio a una jugadora.

Y aquí es donde me gustaría sacar pecho por el país que me vio nacer.

Porque yo creo que con relación a la selección ha habido dos victorias por el precio de una. La primera, ha sido, por supuesto, la más evidente. Partido ganado contra una de las selecciones más potentes del fútbol femenino mundial (las inglesas llevaban más de treinta partidos sin perder).

La segunda ha sido la reacción contra el beso de Rubiales, el presidente de la federación, a la jugadora Hermoso.

Los medios austriacos han contado la historia, en general, de manera muy distante y muy fría, reflejando primero, los hechos y, después, la reacción posterior. Sin embargo, como los medios austriacos se deben a sus lectores y sus lectores son como son, se han abstenido de hacer ninguna valoración al respecto. No se han implicado.

Podrían haber hecho notar, por ejemplo que, si en vez de Hermoso hubiera sido, por ejemplo, una comercial que hubiera conseguido un contrato muy importante para su empresa, a todo el mundo le hubiera parecido una aberración que su jefe la hubiera besado en la boca.

Beso que, probablemente, en cualquier empresa le hubiera acarreado (y con razón) un despido fulminante.

En España, en cambio, el rechazo al gesto de Rubiales ha sido prácticamente unánime (empezando por la “víctima” que ha manifestado que “no le ha gustado”). E incluso medios afines a lo más cavernícola del arco parlamentario, aún sin hacerla expresa, han dejado traslucir cierta reprensión.

En Twitter (ahora X, ya veremos por cuánto tiempo) a los que ayer compararon el beso de Rubiales con el de Casillas y Sara Carbonero les ha caído la del pulpo.

Y se preguntarán las personas que me leen por qué esto es una victoria que puede ponernos tan contentos como la conseguida con los tantos en el marcador: es porque en España (todavía no en Austria) los mensajes feministas, poco a poco, van calando en la sociedad y se están convirtiendo (afortunadamente) en un sistema de alerta que está cambiando, de manera efectiva y duradera, nuestros valores como pueblo.

Sucedió antes con la causa de los derechos LGTBIQ+ (las últimas elecciones han demostrado que aquellos partidos que propugnan un retroceso en este campo son castigados por las urnas) y está sucediendo ahora con los derechos de las mujeres.

Aunque queda mucho camino por recorrer, naturalmente.

A mí, por ejemplo, me sigue sobrando esa insistencia por hablar de que “las niñas” han ganado el mundial o ese paternalismo de muchos de los hombres implicados en el asunto.

Pero se habla. Se habla de las cosas. Y eso es muy importante y es más de lo que en Austria, el país en donde vivo, pasa todos los días.

Y aún me gustaría añadir más: las leyes se pueden cambiar o se pueden derogar, pero cuando los valores se incardinan en el pueblo, es muchísimo más difícil que retrocedan. España es, hoy más que ayer pero menos que mañana, feminista.

Olé.

Hace casi 140 años se publicó el primer tomo de la que muchos creen que es la mejor novela española después de el Quijote. Una lectura ideal para el verano.

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