Este verano está siendo el verano de los tatuajes. Primero, en Braunau y luego en el Frequency.
22 de Agosto.- Este verano ha sido el de los tatuajes.
Quizá recuerden las personas que estén leyendo este artículo el caso de un fulano en la piscina de Braunau (qué tendrá el agua de ese pueblo, de verdad).
La localidad es famosa por ser el lugar en el que Adolf Hitler hizo de este mundo un lugar peor con el simple hecho de nacer (vamos, una cosa como la película aquella de Roman Polansky, la de „El crío de la Rosamari“, en la que Mia Farrow daba a luz al mismísimo satán).
De vez en cuando, el mohoso inmueble en el que estuvo la cuna de Hitler sale a las noticias por el eterno plan (eterno, claro, en cuanto a la ejecución) para „resignificar“ el sitio y que dejen de venir a él hediondos neonazis y gente de ese estilo.
Volviendo a los tatuajes: en la piscina de ese pueblo, un señor alemán se disponía a maltratar su epidermis exponiéndola a los perniciosos rayos ultravioleta, cuando se le sentó a su lado un señor lleno de tatuajes nazis.
Llamó el alemán a la autoridad competente, el socorrista, que dijo que lo de llevar esvásticas tatuadas, pues ya se sabe, que quién no lo ha hecho alguna vez (el fulano debía de ser de Braunau).
El alemán, es sabido, exigió que se llamara a la policía.
Acudió la policía a la piscina de Braunau y lo mismo, como Pilatos. El alemán fumaba en pipa, los policías de Braunau, un poquito como la Federación Española de Fútbol, poniéndose de perfil. Al final, se encontró al tatuado y tan inocente no debía de ser la cosa porque le indicaron el camino del calabozo.
La otra historia de tatuajes ha sucedido en el Frequency, un festival en donde se tocan ritmos de actualidad y coplas a la moda.
Apareció por allí la Ministra del Clima (Klimaministerin), Leonore Gewessler, un poco en plan señorita Rottenmeier (seguramente sin intención, ella quería ser simpática pero la simpatía es un don que ni se compra ni se vende).
Gewessler está en precampaña electoral porque suena su nombre para candidata de las elecciones europeas.
En fin: Gewessler le recordó a la chavalería que no tenían que tirar papeles al suelo y que recogieran las latas (ya ves). Después, les dijo que tenían que beber mucho. Mantenerse hidratados (con agua) que en estos días hace un calor horroroso debido al cambio climático.
Por último, aprovechando que el Danubio pasa por Viena y un poco influida por el cachondeo ambiental, Leonore Gewessler anunció que las primeras tres personas que accediesen a tatuarse la palabra “Klimaticket”, obtendrían un ídem, por valor de 1095 Euros.
El Klimaticket es una iniciativa del Gobierno para incentivar el uso de los transportes públicos.
Una iniciativa muy guay, por cierto.
Por 1095 jEur al año se pueden utilizar todos los medios de transporte en Austria. Una gozada. Por no hablar de que por supuesto se protege el clima.
Así, a primera vista, uno podría pensar que es un truco publicitario muy inteligente pero, de nuevo, si uno le da una pensadita, es un poco, pongamos, como si el presidente de la federación española de fútbol decidiera darse un pico en público con una jugadora en público.
No sé, al principio, parecía una buena idea y luego…Pandora con lo de la famosa caja tuvo más mano izquierda, la verdad.
No han trascendido los nombres ni mucho menos el estado de intoxicación etílica de los tres que dijeron “¿A que no hay huevos? ¿Que no? Sujétame el Spritzer” y se convirtieron en soportes publicitarios (de por vida) para una iniciativa estatal.
Una de dos: o muy bolinga hay que estar o muy convencido de que el Klimaticket es lo mejor que ha puesto Dios (o el Gobierno) en este mundo.
La cosa, si se mira con un poco de atención, no deja de ser algo rarilla.
Esperemos que ninguno de los tres que ganaron el premio no tuvieran una mañana de resaca demasiado mala.
La aparición de La Regenta fue la comidilla en 1885, pero lo cierto es que el gafe de la novela persiguió a Clarín incluso hasta después de muerto.
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