Reina la discordia y la guerra en el colegio de médicos de Austria, la Ärtztekammer. Tanto que, según parece, hubo demasiada proximidad física entre dos colegiados.
18 de Septiembre.- Hay oficios que viven especialísimamente de su reputación. Uno de ellos son los médicos. Hasta el punto de que se puede decir que, para nosotros, los que no aprendimos nuestra carrera universitaria abriendo a cristianos en canal, un cincuenta por ciento de la curación se cifra en la confianza que ponemos en la persona que tenemos al otro lado de la mesa de la consulta.
Por esta razón -les va en el sueldo- los médicos tratan de parecer personas ecuánimes, simpáticas y respetables. Del lado que podríamos llamar técnico, no hay discusión posible. En Austria, lo mismo que en todos los países desarrollados, los estrictos controles hacen que se cuelen las menos ovejas negras posibles. Naturalmente, a propósito de otros aspectos, no relacionados con los jarabes para la tos o los bisturíes, se puede tener menos seguridad.
El viernes pasado se reunió en Viena la dirección, compuesta de treinta miembros, del Colegio de Médicos de Austria. Institución benemérita presidida por un doctor llamado Steinhart (Johannes).
Podría pensarse que una reunión así, llena de médicos de la medicina, debería haber discurrido en medio de la buena educación y sin que nadie diera una voz más alta que otra. Sin embargo, el viernes, por lo que fuera, una mitad de la asamblea empezó a mentarle las historias clínicas a la otra y la reunión terminó como el rosario de la aurora, teniéndose incluso la sospecha de que dos galenos llegaron a las manos.
¿Y por qué fue esto? Pues a ver si acierto a explicarlo.
Resulta que hace unos días una investigación periodística destapó un caso de malversación en una sociedad llamada Equip4ordi.
Equip4ordi era una empresa que, como su nombre indica, los médicos utilizaban como central de compras de material para las consultas.
Según parece, se repartieron ganancias tomando como base beneficios falsos y se dieron créditos en condiciones ventajosas saqueando presuntamente la viabilidad financiera de la sociedad.
Para averiguar lo que se pudiera averiguar de la cuestión, se convocó una sesión extraordinaria del colegio de médicos de Austria. En el transcurso de esta reunión, un miembro del consejo, Huber de apellido, que era el que había colaborado en sacar a la luz pública este sucio asunto, pidió explicaciones y, además, pidió la dimisión del actual presidente del colegio de médicos, este Steinhart del que hablábamos antes.
Steinhart estuvo vinculado a esta sociedad.
A partir de que saliera a la luz este escándalo, en el consejo rector de los médicos austriacos se abrieron dos facciones: una que va con Steinhart (16 miembros), el resto, con Huber. Los Huberistas le reprochan a Steinhart el estar maniobrando para entorpecer todo lo posible que se sepa la verdad, en tanto que los Steinhartistas acusan a los otros de falta de transparencia.
El viernes pasado, en un momento en el que Steinhart no estaba en la sala de reuniones, un Huberista y un partidario del actual presidente se calentaron y terminaron pegándose. Se detuvo la sesión y los dieciséis partidarios de Steinhart se constituyeron en asamblea en otro sitio.
Los dieciséis reunidos tomaron medidas que afectan a todo el conjunto de los colegiados. Para los “Huberistas” estas decisiones son nulas porque se tomaron una vez la sesión principal se había levantado.
Cómo sería de acalorada la cosa que el MA40, organismo del Gobierno que actúa de autoridad supervisora de la Ärtztekammer, ha tenido que tomar cartas en el asunto. Su misión ahora es averiguar si las medidas que tomaron los dieciséis Steinhartistas son correctas o si no lo son.
También está por ventilarse si el presidente de la Ärtztekammer tiene algo escondido debajo de la bata blanca o si su honradez está tan libre de gérmenes como un bisturí recién salido de un autoclave.
Hoy el Ministro de Sanidad, Rauch, también ha lamentado que reine la discordia en una institución tan importante en el sistema de salud austriaco.
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