Grafitti our little secret

La flor de su secreto

Grafitti our little secret

Mañana a las once se anunciará el final de un tabú en la administración austriaca. Mucho ha costado. Veremos en qué queda.

4 de Octubre.- Una de las madres de la corrupción es la impunidad. Ya se sabe que lo mejor para que el agua de una olla hierva es taparla.

Cuando las decisiones de la administración y, sobre todo, aquellas que afectan a los flujos de dinero, no son accesibles al común de los ciudadanos, siempre existe la posibilidad de que alguien sienta la tentación de meter la mano en la caja.

En general, las personas que ocupan cargos públicos se revuelven como gato panza arriba cada vez que nosotros, en definitiva, sus jefes, les pedimos transparencia.

En España tenemos un ejemplo de libro: la Casa Real.

Felipe VI (y, sobre todo, quienes le asesoran y que forman ese grupo de discretísimos hombres grises en la sombra) tuvo que verle mucho las orejas al lobo para empezar a hacer, aunque fuera a paso de tortuga, avances en este sentido.

Desde que se demostró que el Rey Padre, como ya le sucedía a su abuelo, Alfonso XIII, es una persona que no ha dudado en ningún momento en utilizar sus contactos y la información privilegiada de la que goza para incrementar su patrimonio de una manera digamos…Obscena (patrimonio que, por cierto, sigue sin ser público, aunque esté perfectamente documentado en rigurosas investigaciones periodísticas, por ejemplo las de Ernesto Ekaizer) Felipe VI tuvo que hacer concesiones y dejar que los ciudadanos tuvieran una visión, siquiera parcial, de la contabilidad de la Real Casa. También se reglamentó lo referente a los regalos recibidos por las personas que componen la Familia Real, asunto siempre sospechoso.

Se puede decir pues que mayores niveles de transparencia siempre representan mayores niveles de calidad de la vida pública.

En Austria, un asunto que ha ocupado a los dos partidos que nos Gobiernan es el llamado “Amtsgeheimnis” traducible por “secreto de oficio”.

Demasiadas veces las administraciones se han amparado en ese sigilo destinado a proteger determinadas materias sensibles para hacerles una pedorreta a los ciudadanos cuando se acercaban a una ventanilla y pedían información.

Según parece, mañana a las once de la mañana el vicecanciller Kogler, por parte de los Verdes y la ministra Caroline Stadtler por parte del Partido Popular, van a terminar con este triste estado de cosas.

A esa hora hay convocada una rueda de prensa en la que el Gobierno va a anunciar el fin del secreto de oficio. La cosa promete, veremos en qué queda porque, como ya sabemos, hecha la ley, hecha la trampa.

Este paso era el uno de los proyectos mimados de Los Verdes. Todos los demás partidos, por razones demasiado obvias, se hacían los remolones.

A partir de que termine el secreto de oficio, los ciudadanos podremos acercarnos a la ventanilla correspondiente, solicitar informaciones y la administración no nos podrá hacer la peineta ni darnos largas, estará obligada a contestarnos.

En borradores de la ley a los que los medios han tenido acceso, se hablaba de limitar esta obligación de dar información a los municipios de menos de diezmil habitantes (que son la inmensa mayoría en Austria pero que, lógicamente, tienen un caudal informativo poco jugoso). Veremos si esta limitación permanece en la ley definitiva, se amplia o se reduce.

¿Por qué ha tardado tanto en llegarse a un acuerdo? Las reticencias venían de la avalancha de trabajo que se abatirá sobre los funcionarios (ya se sabe la fama que tienen los pobres de gustarles el dolce far niente) y también el tema de la protección de datos. Ambas cosas son remediables. Se adiestrará a los funcionarios con cursos especiales para que sean más eficientes y para que no manden correos a quien no deben (ejem).

En cualquier caso, sabremos mañana los detalles. Que sea en hora buena.

 


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