Mañana, día 26, se celebra la Fiesta Nacional austriaca. Esto es lo que opinan los lectores de Viena Directo de Esta Pequeña República.
25 de Octubre.- Mañana se celebra la Fiesta Nacional de Austria. Jornada también conocida en este blog, con cariño y medio de broma, como “día de la austrianidad”. Con este motivo, le pregunté a los lectores sobre la opinión que les merecía Esta Pequeña República.
Han dado respuestas que se parecen a las que yo hubiera dado y, en general, se puede decir que todas son un canto de amor ardiente a este trozo del planeta al que el azar y la historia le han dado la forma de la pipa de Sherlock Holmes.
Lo cual me ha dado que pensar que los países, o sea, los sitios en donde uno vive, son un poco como eso que se dice de la familia de sangre y de los amigos o la familia elegida. O sea, que hay gente que uno ha encontrado en la calle que forma parte de las entretelas más íntimas del corazón, mientras que hay personas que llevan algún apellido de uno con las que, en el mejor de los casos, ni se lleva ni se deja de llevar.
La conclusión que se puede sacar de esta encuesta informal es que Austria es uno de los países de la Tierra en donde aún merece la pena vivir.
Shirley, por ejemplo, llegó hace diez años y se sorprendió “de lo verdes y bien cuidados que están los parques, de la puntualidad del transporte público” (aquí añado yo que estamos muy mal acostumbrados, en Viena los transportes públicos rozan la perfección).
Coincidió con ella Liliana. Las dos alabaron también un aspecto de Austria que son las ayudas sociales.
En el ADN de Esta Pequeña República está la noción, que debemos a lo mejor de la socialdemocracia, de que el Estado tiene la misión de ir igualando (naturalmente elevándolo) el nivel de vida de las personas mediante una eficaz redistribución de las rentas. Esto se hace a través de las ayudas sociales. De hecho, ayudar al que está pasando un bache, como decía Shirley, es el método más efectivo y, a medio plazo, el más barato, de mantener la paz social.
Na Collantes aludió también a un aspecto que es vital para muchas de las personas que vivimos aquí: el tema laboral.
Cuando se han probado las condiciones laborales de otros sitios -España, en mi caso- las condiciones de trabajo en Austria resultan muy llevaderas.
De hecho, no resisten la comparación. Aunque es cierto que, como en todo, depende de la suerte y de la empresa en donde uno caiga, es verdad que, por lo general, en Austria se valora al trabajador y que, en general, los horarios permiten que la gente tenga vida después del trabajo. Citaba también una institución enormemente práctica en la resolución de los conflictos laborales y en la protección de los derechos del consumidor, la Arbeiterkammer, de la cual dice que “a pesar de ser un organismo del estado, realmente si que ayuda y no se posiciona a favor de la empresa o del empresario por chanchullos sino que hace cumplir la ley”.
Cuando uno tiene una duda, por ejemplo con un contrato de alquiler, puede acudir a la AK para que se la resuelvan.
Otro aspecto en el que han coincidido varias personas ha sido en la oferta cultural asequible y, en muchos casos, gratuita. Para todos los gustos, en todas las épocas del año.
Es una de las maneras, por cierto, de redistribuir la renta para contribuir a una sociedad más justa en la que cada vez más personas vivan lo mejor posible.
Yo añado en este capítulo algo a lo que, en mi opinión, no suele prestarse mucha atención y es la ORF, la Radiotelevisión Pública, como instrumento eficaz para acercar la cultura y la información de calidad a la población en general.
Durante la pandemia tuvimos un atisbo de lo que podía ser un mundo en el que el puro beneficio empresarial controlase algo de una importancia tan vital como es el saber a ciencia cierta qué ha pasado. Quedaríamos en manos de charlatanes antivacunas y mastuerzos avariciosos y sin dos dedos de frente.
En cambio, la cobertura informativa de la ORF es muchísimo más que digna y su oferta de entretenimiento igual.
Los austriacos no tienen, en general, demasiado buena opinión de sí mismos, más en concreto de su amabilidad. Se suele citar, en tono jocoserio, esa encuesta idiota en la que se dice que los austriacos son el pueblo menos amable del mundo.
Las personas que me leen y yo mismo nos hemos encargado de desmentirlo.
Decía Liliana que “ellos (los austriacos) están prestos en querer ayudarte en todo .son personas que te abren las puertas de su casa, no se si fue suerte pero tuve la oportunidad de conocer personas maravillosas en este bello país”
Na Collantes también resaltaba “la amabilidad de la gente” y Maite estaba de acuerdo con ella y añadía que le gustaba también que la gente, a pesar de ser amable, mantenía una distancia.
En este sentido, la otra noche, en una cena con españoles, explicaba yo que una de las cosas que más me gustan de este país es que se sigue conservando el hábito (tan sano) de tratar a la gente de usted en determinadas situaciones. Por respeto, cortesía y educación (por ejemplo, con las personas mayores) pero también para marcar determinadas relaciones en las que está bien que no haya un componente personal (por ejemplo, relaciones comerciales). A mí, cuando en una tienda me tratan de tú, ya me estoy tentando la cartera.
Añado yo de mi cosecha algo que, a fuerza de ser evidente, se ha convertido en un lugar común y es que Austria, aparte de ser un país lleno de gente acogedora y amable, es un lugar incuestionablemente bonito. Sus hermosas ciudades llenas de rincones memorables, sus monumentos llenos de historia, sus bellezas naturales, desde las límpidas aguas de sus ríos a lo fresco y rumoroso de sus bosques, pasando por la impresionante altivez de sus montañas.
Por todo esto y muchísimas cosas más que seguro que mis lectores querrán añadir o añadirán desde la intimidad de su lectura, vivir aquí es un lujo que conviene no dar por descontado y que es dignísimo de celebrar.
Por todo esto !Viva Esta Pequeña República! Y que viva por muchos años.
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