Hoy, en Austria, hemos celebrado la Fiesta Nacional. El día ha sido pacífico, pero ha dado para algunas anécdotas.
26 de Octubre.- Hoy se ha celebrado el día de la Fiesta Nacional austriaca. En general, este falso domingo, ha discurrido tranquilamente en todo el país. En algunas casas, se veía ondear la bandera nacional y, en general, y como conviene, el ambiente era festivo. Algunas altas personalidades han aprovechado la ocasión para plantearse las preguntas eternas. O sea ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Ocasión que, naturalmente, han utilizado para llevarse el ascua a la sardina respectiva. Y es que, de alguna manera, Austria pasa en los últimos tiempos por una cierta crisis de identidad que no es más que el eco de la crisis que sufre el mundo en general.
Como todos los lectores de Viena Directo saben, porque lo repito todos los años, lo que hoy se conmemora es lo que los padres fundadores consideraron que debía ser la espina dorsal del ser de Austria como nación. Esto es, la neutralidad. Entendida en aquellos momentos constituyentes (justo después de la carnicería que, por conveniencia, llamamos segunda guerra mundial) como el no alineamiento con ninguno de los bloques que existían entonces. O sea, ni con el capitaneado por los Estados Unidos de América ni por el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy extinta.
En aquellos momentos, los padres fundadores tomaron la decisión un poco forzados por las circunstancias (y por el bestia de Stalin, claro) pero supieron hacer de la necesidad virtud y aquí seguimos.
Hoy, esa neutralidad se ve puesta a prueba.
Primero, por los veinte meses que el putín de Putin lleva machacando a los pobres ucranianos y, más recientemente, debido a la recidiva de la guerra de nunca acabar entre los israelíes y los palestinos. Una guerra que, como pasa con la de Ucrania tiene, aunque nadie lo diga en alto, muchas características (feas, malas) de una guerra civil.
Así las cosas, los gobernantes austriacos se las ven y se las desean para sacarle brillo a la antigua noción. Todo se sustancia en un „sí pero“. O sea, „Austria es tan neutral como siempre, pero no puede permanecer impasible ante…“ ponga aquí el lector el conflicto que más le sulivelle.
Luego está el que ya se ve como futuro canciller (Dios lo evite). Herbert Kickl dice que quiere que Austria siga siendo neutral y „se rasca las vestiduras“ ante la situación actual. Todos, sin embargo, sabemos por qué. Porque él lo que quisiera es que Austria (y la Unión Europea) dejase de ayudar a Ucrania y se alinease con ese Moloc de los derechos humanos que es Rusia (la cual Rusia, por cierto, ha perdido en estos días pasados uno de los aliados que tenía en la Unión: el rancio Gobierno polaco que ahora será, según parece, más civilizado cuando lo presida Donald Tusk).
Precisamente Herbert Kickl ha protagonizado una de las anécdotas del día.
En la mejor tradición del FPÖ ha publicado un vídeo en las redes sociales en el que ha descrito, como siempre, lo mal que, en su opinión, va todo en Austria y ha vaticinado lo bien que va a ir todo cuando él (de nuevo, Dios lo evite) nos gobierne. En el vídeo, Kickl llevaba (cosa rara en él) una corbata y también un pin con la bandera de Austria. Bueno, una bandera con los colores de la austriaca pero que, colocada como estaba, boca abajo, tenía toda la pinta de la bandera del Perú (que es la misma, pero girada noventa grados).
Otro pobre que también ha tenido un percance con los símbolos nacionales ha sido el canciller Nehammer.
Ha felicitado a sus conciudadanos en X (esa red social antes conocida como Twitter). Su texto estaba encabezado por el águila federal (el pollo „atropellao“, vaya) pero le ha debido encargar la cuestión a algún becario y el águila miraba para la derecha en vez de para la izquierda. Glubs.
Como siempre, poniendo paz, el señor Presidente. Se ha dirigido como es costumbre a sus conciudadanos condenando cualquier forma de antisemitismo y cualquier forma de odio. También ha instado a las personas que comparten con él este hermoso país a que no cedan al desánimo y sigan informándose a pesar de la granizada de malas noticias que, de unos años para acá, nos golpea todos los días. Sin señalar al de la bandera boca abajo, Van der Bellen ha pedido a los políticos que no se dejen llevar por el populismo, „que no soluciona nada“ y por último le ha recordado a los austriacos que son un pueblo fenomenal, con una gran historia y todo el futuro por delante. Amén.
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