Esta mañana, las instalaciones del cementerio judío de Viena han sido objeto de un ataque criminal.
1 de Noviembre.- Uno de los argumentos del Gobierno de Israel para sostener la licitud de sus ataques contra las personas que viven en la franja de Gaza es que, cualquier crítica que se haga a la actuación de ese Gobierno y de su proceder bélico, es una crítica „antisemita“.
Esto es, y según dice la RAE „que muestra hostilidad contra los judíos, su cultura o su influencia“.
Esto se sostiene desde el Gobierno de Israel y también lo sostienen personas particulares de todo el mundo (muchas de ellas no judías). Se trata, qué duda cabe, de una confusión interesada que se explota profusamente a propósito a todo tipo de niveles. Desde conversaciones en las redes sociales hasta los más altos foros, como la ONU -el disparate del representante de Israel ante la ONU llevando en la solapa las estrellas de David-.
Sin embargo, basta pensar con un poco de sentido común para ver que esta confusión resulta tan ridícula como si por criticar al Gobierno de Austria cualquier observador exterior pudiera tacharme a mí de „anticatólico”.
Desgraciadamente, con esta trampa dialéctica, lo único que se consigue es devaluar el término “antisemita” y, por lo mismo, al utilizarlo como comodín, que no se perciba lo horrible, lo asqueroso, lo indescriptiblemente abyecto que el antisemitismo, el de verdad, el auténtico, tiene.
La guerra entre israelíes y palestinos, cuyo penúltimo episodio vivimos en la actualidad, y durante la cual el Gobierno de Israel ha hecho caso omiso de cualquier mediación humanitaria (lo mismo que los bestias terroristas de Hamas, que siguen sin liberar a las personas inocentes que tiene secuestradas) ha hecho que determinados sectores ultras hayan pensado que su antisemitismo (este, sí, auténtico) no necesite llevar el disfraz que llevaban, por ejemplo, en las manifestaciones del FPÖ contra las vacunas, en las que, de manera más o menos velada, se aludía a la pandemia como un fenómeno provocado por determinadas personalidades (George Soros, Bill Gates) para instalar un „Nuevo Orden Mundial“.
O sea, una actualización de los famosos „protocolos de los sabios de Sión“ que fueron la excusa de la Shoa.
En el ambiente ultra, ya no se habla, como en tiempos de Hitler, de „la judeidad internacional“ o del „contubernio judeo-masónico“, como en la España de Franco, sino que se acude a subterfugios más sutiles.
El antisemitismo, venga disfrazado como venga, es abominable y debe ser condenado enérgicamente. Lo mismo que cualquier tipo de racismo o de discriminación de las personas por la razón que sea.
Por eso, merecen la más enérgica repulsa los ataques a personas judías que han menudeado en los últimos días en Austria y que han tenido su punto culminante esta mañana, con un incendio provocado por nazis de mierda en la parte judía del Zentralfriedhof.
El incendio ha destruido una parte del vestíbulo de la zona ceremonial del cementerio y, aunque no ha habido que lamentar daños a personas, los criminales que lo han provocado han pintado esvásticas en las paredes del recinto.
El edificio está cerrado en estos momentos, mientras se investigan los pormenores del suceso, aunque las tumbas del cementerio se pueden visitar.
Todas las personalidades del Gobierno austriaco, empezando por el Presidente de la República, Alexander van der Bellen y siguiendo por el canciller Nehammer y el vicecanciller Kogler, han condenado enérgicamente este atentado criminal. Lo mismo han hecho distintos políticos del Partido Socialdemócrata (SPÖ), de los Neos y del FPÖ.
Mañana a las seis de la tarde hay convocada una manifestación en la Heldenplatz de Viena, para mostrar una señal “contra el antisemitismo y la misantropía, y por el cese de los ataques contra los judíos y la democracia”.
Que cese el odio ya, de una vez.
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