En el último año la mayoría de los austriacos han reducido su consumo de carne. Por salud, pero también le han hecho un favor al planeta.
7 de Noviembre.- La Organización No Gubernalmental ProVeg, la Universidad de Gante y la de Copenhaghe, han hecho hoy público un estudio en cuyas conclusiones se dice que más de la mitad de los austriacos han reducido su consumo de carne en el último año.
Para esta investigación sobre los hábitos de consumo se entrevistó a 7500 personas de una muestra representativa en 10 países.
Los austriacos están justo en la media, ya que el cincuenta y un por ciento de los europeos han decidido regalarse salud (bueno, a ellos mismos, y al planeta) y reducir su consumo de carne y de productos lácteos. Con esto no hacen, por cierto, más que seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que sugiere una alimentación basada en vegetales para reducir el hambre en el mundo y las enfermedades, especialmente las provocadas por la pandemia de obesidad que castiga a las sociedades en donde la sobreabundancia es la norma.
Austria y Alemania, según esta investigación, tienen los mayores porcentajes de “flexitarianos” es decir, de personas que comen carne pero que procuran comer la menos posible o reducir su consumo. Se trata de un treinta y siete por ciento de las personas que viven aquí. Del mismo modo, tiene el mayor porcentaje de veganos de los países en donde se ha realizado la investigación. Un cinco por ciento de los habitantes de Esta Pequeña República han renunciado a cualquier producto de origen animal, de manera que se nutren con las sabrosas dádivas del mundo vegetal. Las gloriosas judías, las misteriosas almendras, las castas aceitunas e cosi via. Esta propensión puede verse también en los “menuses” de muchos restaurantes, que aspiran a seducir a los adeptos a este tipo de estilo de vida.
La mayoría de los que consumen menos carne lo hace por salud, pero también hay personas que piensan en el futuro de este planeta nuestro que estamos haciendo tanto y tanto por cepillarnos a base de humos, contaminaciones, bombazos y demás.
Un 28% de los encuestados en Europa consumen productos vegetales por lo menos una vez a la semana. En Austria, un 32% de las personas consume sustitutos vegetales de la leche (como las bebidas a base de Almendras, por ejemplo). Un 28% sustituye ya el yogur por preparados a base de plantas que no implican el sufrimiento de ninguna vaca (o cabra) y un 18% consume sucedáneos de carne de ternera (por ejemplo, elaborados a base de guisantes).
Un 34% de los encuestados tiene planeado comer más sustitutos de los productos lácteos en el futuro y un 29% planean sustituir la carne con algún sucedáneo.
La mayoría de las personas a las que se les pidió opinión sobre este tema dijeron que el principal obstáculo para ser más vegetarianos que ayer pero menos que mañana es el precio de la alimentación vegetariana. Y es que, señora, mientras la carne es comida de pobres, las verduras y las hortalizas cuestan un huevo de la cara.
En cualquier caso, antes de seguir habría que decir lo siguiente: los productos vegetarianos industriales son tan productos ultraprocesados como los que más y a veces no se está matando ningún bicho, pero los sucedáneos de carne, de queso o las bebidas sustitutivas de la leche, llevan tanta química o están preparados con tantos potenciadores del sabor (por ejemplo ingentes cantidades de azúcar) que termina siendo peor el remedio.
La mejor nutrición es la auténtica dieta mediterránea que era, esta sí, comida de pobres y en gran parte vegetariana (más que nada porque la carne costaba lo que valía producirla). O sea, mucha fruta, mucha legumbre (lo bien que sienta un buen plato de garbanzos o de lentejas, madre mía), carne la mínima, pescado azul (!Ay, qué ricas las sardinas, madre!) aceite de oliva regándolo todo y frutos secos -de nuevo, la riquísima almendra-.
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