Saludos desde un día histórico

Hoy, probablemente, sea un día histórico pero ¿Tenemos derecho a alegrarnos?

8 de Noviembre.- Probablemente, este que quien me lee tiene delante de los ojos vaya a ser un artículo histórico. O sea: me puedo imaginar que alguien, en el futuro, pueda utilizarlo para ilustrar un cambio que se ha producido y que tendrá consecuencias perdurables.

Hoy, aparentemente, no ha sucedido nada especial, sin embargo. En Oriente Medio, israelíes y palestinos siguen matándose, acusándose unos a otros de ser la hez de la canalla. Entre Rusia y Ucrania, lo mismo, también han volado las bombas y las balas. Y ha habido víctimas. Sin encontrarse en el marco de estos conflictos, habrá personas que recordarán el día de hoy porque les han diagnosticado un cáncer. O personas que hayan tenido un hijo (porque lo hayan parido o porque su pareja lo haya hecho). O personas que se hayan roto una pierna, o a las que les hayan dado un trabajo nuevo. Actores a los que les hayan notificado que han conseguido ese papel con el que llevan soñando mucho tiempo. O quizá escritores que hayan ganado un concurso o que hayan recibido una carta de la editorial en la que les decían que publicarán su novela el año que viene.

Por hache o por bé, la jornada de hoy se quedará grabada en la memoria de muchas personas por diferentes motivos. Pensarán que es una jornada histórica.

Y, sin embargo, cada vez está uno más convencido de que la Historia son en realidad esas cosas que van pasando poco a poco, mientras nadie mira, hasta que es imposible ignorar al elefante que hay en la habitación.

Esta noche pasada los responsables de Copérnico, del sistema de vigilancia del clima de la Unión Europea, han publicado una nota que dice que este año dosmil veintitrés será, probablemente, el año más cálido jamás medido.

La temperatura media del planeta sobrepasa casi un grado y medio a la de la era preindustrial, que es la que se toma como referencia.

La anomalía térmica del último mes de octubre es calificada de “extraordinaria” y no porque sea fantástico que haya una subida de temperaturas como la que estamos padeciendo, sino porque es una cosa tan inusitada que, literalmente, se sale de todo orden.

Pone los pelos de punta que la gente se haya estado bañando hasta hace prácticamente quince días. Disfrutando de esos “últimos días del verano” que antes eran los de primeros de septiembre y que ahora se han estirado y estirado y estirado hasta llegar a mediados de octubre.

En Austria, los termómetros hoy han pasado de los catorce grados. A la salida del trabajo, vestidos de invierno, mis compañeros y yo nos maravillábamos de que el frío típico de estas fechas no hubiera llegado aún.

De hecho, se hubiera podido ir por la calle sin abrigo, sin ningún problema.

Al llegar a casa, he puesto la televisión mientras cenaba.

En Servus TV, cadena de línea editorial próxima a la ultraderecha, en la que no se habla nunca del cambio climático, porque se supone que no existe y es un invento de alarmistas (entre los que me encuentro) el meteorólogo explicaba en su estilo habitual, como si estuviera hablando a personas ligeramente retrasadas, que Austria había tenido un nuevo día fantástico, lleno de sol y de altas temperaturas.

Y que el de mañana será igual más o menos.

También ha explicado que hoy se ha inaugurado la temporada de esquí, que la nieve era inmejorable y que todo animaba a subirse a la montaña y rascarse los cuartos, a ser posible en un coche grande y que funcione con mucha gasolina, porque nada puede ser mejor para pasar el fin del mundo que bajarse un par de veces las pistas nevadas.

Por supuesto, no ha dicho nada a propósito de que la federación austriaca de esquí está pensando en retrasar el campeonato de esquí intentando que haya nieve natural y no la disparada por los cañones.

Incluso -no lo conté- hubo presiones para que no se hablara públicamente del tema.

Y sin embargo, la realidad es innegable. Todos nos preparamos para un invierno que no acaba de llegar. Y puede ser que sea tarde ya para hacer algo.

 


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