Andreas Babler, jefe de la socialdemocracia austriaca, ha obtenido la reválida en el congreso del partido celebrado en Graz.
11 de Noviembre.- En junio pasado, el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ) pasó por una de las jornadas más oyoyoyoyoy de su Historia. Quizá las personas que me lean recordarán la accidentada elección de Andreas Babler como jefe del partido, sustituyendo a Pamela Rendi-Wagner, la anterior responsable.
Se presentaban la propia Rendi-Wagner, Andreas Babler y Hans Peter Doskozil, el cual, por cierto, había sido el que había iniciado todo el proceso. Tras el primer recuento de votos, Doskozil salió ganador. Poco más tarde, cuando Doskozil aún no se había secado las lágrimas de agradecimiento, le notificaron la triste noticia que, si bien sumía al Partido entero en las simas del bochorno, sí que tenía un cierto componente de justicia poética: Doskozil no era el ganador sino Andreas Babler.
Hidalgamente ofendido, Doskozil se retiró a sus feudo de Burgenland, jurando por la memoria de sus antepasados no volver a intentarlo. Desde entonces, se ha esforzado en ponerle todos los palos posibles en las ruedas al que, por lo menos nominalmente, debería ser su jefe.
Aproximadamente seis meses más tarde, el Partido Socialdemócrata ha celebrado hoy en Graz su congreso anual. En el orden del día, confirmar a Andreas Babler en su puesto y, con ello, darle el encargo de que lleve a la socialdemocracia austriaca al Hofburg.
La situación de antes del verano se ha ido agravando con el paso de los meses. El Gobierno actual, coalición del Partido Popular y los Verdes, acusa el desgaste de cuatro años. Si las encuestas fueran hoy, es poco probable que ninguno de los dos partidos tuviera ninguna oportunidad de alcanzar una mayoría suficiente como para seguir gobernando.
Por otro lado, Herbert Kickl, el líder de la extrema derecha, continúa encabezando todas las encuestas de intención de voto.
En primer lugar porque, a pesar de que no se sabe muy bien en qué consisten ni su programa político ni sus proyectos para Austria (su táctica es decir “de que no” a todo, a veces de forma contradictoria) no se puede negar que su marketing es el más consecuente y el más profesional. En segundo lugar, y es triste tener que admitirlo, por incomparecencia de los contrarios. Ante la bien engrasada maquinaria propagandística de la extrema derecha, el resto de los partidos resulta balbuciente, ofrece una imagen confusa y, sobre todo, exhalan un intensísimo aroma a derrota. En las filas de los partidos decentes hay muy poca moral de victoria.
Dentro del SPÖ las cosas, vistas fríamente, no van mucho mejor que en junio.
Difuminada la excitación producida por la novedad, Andreas Babler ha conseguido muy pocas veces romper la espesa capa de indiferencia con la que, en general, han sido recibidas sus propuestas.
Levantó cierto revuelo cuando se declaró marxista pero, en general, la calle le percibe como ese señor que balbucea mucho y, de vez en cuando, tiene ideas de bombero.
Y lo que es peor, no solo la calle. A pesar de las buenas cifras de apoyo que ha obtenido hoy (ahora llegamos a eso) Babler también se ha enfrentado al escepticismo de sus compañeros de partido.
Sin embargo, según informan los medios austriacos, el Partido Socialdemócrata se ha mostrado hoy bastante conservador.
No cambiemos de caballo. Todavía no, por lo menos. Así han razonado los delegados. Por un lado, por dar cierta apariencia de seriedad. Por otro, para no darle a Hans Peter Doskozil ni media oportunidad de poder decir “¿Lo véis? Ya os lo dije”.
Así las cosas, Andreas Babler ha obtenido hoy el aval del 88,8% de los delegados. Bastante más de lo que le llevó a la cabeza del partido. Se ha mostrado conmovido, ha agradecido la victoria “llorando de los sus ojos”. Ha afirmado ser la única alternativa viable a la ultraderecha y ha animado a sus mesnadas a que se agrupen y luchen hasta la victoria.
¿Lo conseguirán? Por el bien de Austria, esperemos que sí.
Deja una respuesta