Etiqueta para un naufragio

El Gobierno austriaco ha anunciado que va a sacar “la artillería pesada” contra los activistas del clima. Abramos el foco y veamos.

20 de Noviembre.- Entre los siglos XVI y XVII, la construcción de barcos terminó con los frondosos bosques de la Península Ibérica. La hermosa imagen que todos aprendimos en el colegio, aquella de que una ardilla hubiera podido cruzar la Península de norte a sur saltando de rama en rama, fue erradicada de la faz de la tierra. El cambio fue tan brutal que la naturaleza no tuvo posibilidad de gestionarlo. El régimen de lluvias de Castilla cambió (a peor) y lo que antes había sido un vergel se convirtió en el paisaje que, un par de siglos más tarde, cantaron los escritores de la generación del noventa y ocho. O sea: un erial.

Castilla, el territorio más afectado por la catástrofe, se empobreció drásticamente y se despobló. Ya en el siglo XVII se hablaba de la „pérdida de sustancia“ de la región que, otrora, había sido el motor de la prosperidad del holding “Habsburgo S.A.”. Una parte del mundo llena de gente desnutrida y cetrina que tardó casi trescientos años en recuperar un poco de lustre (y no fue hasta el último cuarto del siglo XX, en donde la agricultura dejó de ser el sector primordial de la economía española, desplazada por la industria y los servicios).

Naturalmente, los españoles del siglo XVII, que talaban los árboles, ignoraban que se estaban suicidando y que estaban condenando a su posteridad a malvivir. Nadie tenía ni idea de cómo funciona el clima.

Nosotros, sí lo sabemos. Tenemos satélites, sabemos física, hay climatólogos, hay físicos. La aplastante evidencia científica de que es el hombre, quemando combustibles fósiles como si no hubiera mañana (de hecho, para que no haya mañana) quien causa el cambio climático.

Los últimos doce meses han sido los más cálidos desde que se tienen registros. Hoy, Antonio Guterres, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, ha presentado los últimos datos que se tienen sobre la evolución del clima. La ventana de oportunidad de amortiguar el calentamiento global y que la catástrofe esté en límites manejables (o sea, un aumento de temperatura de 1,5 grados sobre la temperatura media de la era preindustrial) es cada vez más pequeña, tirando cada vez más a imposible. De aquí a 2030, las emisiones de dióxido de carbono deberían bajar la friolera de un 42% para que el mundo no se convierta en un lugar inhabitable para la inmensa mayoría de la Humanidad. Más probable parece que el mundo se recaliente dos grados y medio.

Mientras que en Europa hacemos razonablemente los deberes, China es la responsable de un tercio de las emisiones de carbono del mundo. En otras palabras: China está comprando su primacía mundial dopando su industria con combustibles fósiles. Este proceder irracional e irresponsable (igual que el de el de nuestros prognáticos reyes Austrias en el siglo XVII pero en criminal, porque ahora es con conocimiento) revierte sobre todo en los países pobres, que son los que más sufren las consecuencias del cambio climático en forma de fenómenos climatológicos extremos.

A corto plazo, el mecanismo sucio del carbono no parece que vaya a parar. Las sanciones provocadas por la guerra de Ucrania han hecho que Rusia necesite vender su petróleo y su gas barato a China, que no encuentra incentivo ninguno para que su industria se vuelva más eficiente y para implantar fuentes de energía renovables.

El precio son por ejemplo las olas de calor que China ha sufrido este verano, anticipo de las que vendrán, con temperaturas de cincuenta grados a la sombra.

Por cierto, la industria petrolera y gasística se está gastando auténticas fortunas en financiar a políticos negacionistas del cambio climático. Por ejemplo, Javier Milei o por ejemplo, Rishi Sunak.

¿Por qué cuento todas estas cosas? Hoy, los activistas por el clima, que intentan que este tema no desaparezca del radar público, han bloqueado una autopista y han causado un atasco kilométrico (literalmente: diez kilómetros de atasco).

El canciller austriaco ha anunciado hoy que va a aplicar “artillería pesada” para castigar a los activistas por el clima. Con hidalga indignación, a través de X (antes Twitter) el canciller ha mostrado su rechazo por las protestas indicando que son inútiles y que “no le sirven a nadie para nada” (¿Para qué sirven, de forma práctica, me refiero, las manifestaciones a favor de Israel o a favor de Palestina, pongamos por caso?). Naturalmente, el anuncio ha sido saludado por la extrema derecha (negacionista, por cierto, del cambio climático).

El canciller ha dicho que estas no son formas de protestar.

Es un poco como si a la gente que luchaba por subirse a los botes salvavidas del Titanic les hubieran pedido buena educación.

 


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