La resurrección de los muertos

Después de varios meses, Christian Pilnacek, difunto, ha resucitado para “tirar de la manta”. Una resurrección como de novela, por cierto.

21 de Noviembre.- Quizá recuerde el lector la muerte, tan literaria, del otrora ilustre y poderoso Christian Pilnacek. El que fue uno de los ciudadanos más poderosos de esta república, vaca sagrada del Ministerio de Justicia, factotum con los unos y con los otros (o con los hunos y con los hotros) fue apartado de sus cargos en 2021 y su móvil confiscado. Se le acusaba de haber hecho mal uso de su (inmenso) poder durante la era del versátil Sebastian Kurz. Nunca se pudo probar nada, e incluso salió absuelto de varios procesos (los que quedaban pendientes, se extinguieron a su muerte), pero los últimos años de su vida fueron un calvario. Los que antes le llamaban machote y le palmeaban la espalda, le volvieron las suyas. Los que, serviles, buscaban su beneplácito, habían encontrado otros orificios anales a los que aplicar su lengua. Los que antes le abrían las puertas, se las cerraban ahora en las narices. Sin amigos y, sobre todo, sin la adrenalina del poder, Christian Pilnacek se marchitaba como el clavel que se le había marchitado a él.

La sima más honda de su desesperación llegó cuando, volviendo de un fiestorro, con más alcohol del que debía en la sangre, dos policías de los que antes se le cuadraban y le decían “¿Qué manda usted, señor Secretario de Estado?” le hicieron soplar y le quitaron el carné de conducir. Fue, como hubiera dicho aquel “demasiao pa´su body”. El pobre llegó a casa y decidió marcharse de este mundo.

Más de uno y más de dos debió de respirar aliviado. Porque, llegando a según qué alturas y más siendo, como era Pilnacek, ese fontanero de confianza que cualquier hombre poderoso necesita a su lado, es inevitable guardar secretos.

En un giro de guión inesperado, hoy ha sido el propio Pilnacek el que los ha contado. Ha aparecido una grabación, hecha sin que Pilnacek, al parecer, lo supiera, en la que el político se quejaba amargamente de que su papel como probo funcionario había sido incomprendido por políticos del ÖVP con pocos escrúpulos.

En la grabación, Pilnacek se queja en particular de los intentos de Wolfgang Sobotka, el cual, según el difunto resucitado, le habría pedido que “apagara” determinadas investigaciones relacionadas con casos de corrupción que afectaban (y afectan) al Partido Popular austriaco.

Según Pilnacek, le tuvo que recordar al Sr. Sobotka que Austria es un estado de derecho y que ni siquiera un hombre tan poderoso como lo era Pilnacek en ese momento podía pasarse la ley por el Trastévere.

En el curso de la grabación aparecida, el muerto, desde el otro lado de la lápida, recuerda que él había trabajado con políticos de todos los colores y que su lealtad de funcionario cumplidor había estado siempre por encima de estas quisicosas.

También se quejaba de que políticos de la oposición (socialdemócratas en particular pero los Neos también) le acusaran de meter mano en las causas abiertas, cuando él no podía hacer nada de eso desde su posición (aunque es verdad que se tiene constancia de que, por lo menos una vez, coordinó la defensa de un político slim fit: Gernot Blumel, uña y carne de Sebastian Kurz).

También se queja de la ingratitud de los populares, que tienen la sensación de que les ha dejado en la estacada. Termina la grabación, por lo visto, con una frase “digna de entallarse en bronces”: “contentos tendrían que estar de que no tirase de la manta”.

La reacción de los aludidos no se ha hecho esperar.

Desde el gabinete de Sobotka (un personaje de lealtades laberínticas y con un alma con más trucos y puertas falsas que una película de Bruce Lee) han negado la mayor. O sea, que “su señorito” nunca habló en vida de Pilnacek con él de ningún proceso en curso. También han acusado a la oposición (socialistas y ultras) de utilizar tácticas propias de la KGB y, sobre todo, han dicho que era “impío” (pietätlos) ciscarse en la memoria de un difunto que, como aquel que dice, estaba todavía caliente (no lo han dicho así, pero el sentido era este).

La campaña electoral se acerca, sostienen desde el Partido Popular, y hay que arañar votos de donde sea.

 


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