Gudenus se queda sin postre

Johann Gudenus, antiguo conocido de los lectores de Viena Directo, ha saltado a los medios. Su mujer le ha puesto en su sitio.

27 de Diciembre.- Hacía mucho que Johann Gudenus no se asomaba a estas páginas. El que fue un día la promesa de la extrema derecha austriaca, el “hijo bienamado” en el que Heinz Christian Strache depositaba todas sus complacencias, el que capitaneó la facción ultra del ayuntamiento de Viena durante mucho tiempo, parecía arrumbado al baúl de los juguetes rotos desde que salieron a la luz los famosos videos de Ibiza.

En ellos, frente a la quijotesca actitud de Strache, decidido a ofrecerle el oro y el moro a una fementida oligarca rusa (que no se hacía la pedicura), resaltó la más o menos sensata actitud de Gudenus, que se olía que allí había felino al que se le había impedido la salida.

-Mire vuesa merced -decía Gudenus- que esa que usted ve ahí no es oligarca, sino que es una moza normal de esas que llaman del partido.

A lo que Strache contestaba:

-¿No ves, insensato, que es una rusa de esas que nadan en millones? En los anales de la caballería de Ibiza se hablará por los siglos de aquesta descomunal aventura.

El final ya lo sabemos todos. Gudenus dimitió (to the force) de todos sus cargos y, según parece, buscó la ayuda de un terapeuta que le ayudase a superar lo sucedido. Entre tanto, se buscó otro medio de vida distinto del politiqueo, y encontró confusas labores de asesoría comercial en Rusia -país del que, supuestamente, habla el idioma y con el que tiene contactos-. Tampoco ahí tuvo suerte. Cuando ya se empezaba a estabilizar, a Vladimir Vladimirovich le dio por invadir Ucrania y la Europa civilizada se cerró al comercio con la Federación Rusa.

Por la noticia que se ha sabido hoy, parece que Gudenus entretiene sus ocios leyendo la prensa en internet, siempre con artículos que confirmen su especial sesgo cognitivo. En esto, seguramente suscribiría la opinión de Adolf Hitler (ejem) el cual confesaba muy modestamente (otro ejem) “que solo leía para confirmar lo que ya sabía”.

Esta afición puede ser que le haya salido cara.

Ayer, Gudenus compartió en sus redes sociales un artículo de uno de los panfletos de mierda con los que entretiene sus horas vacías. En él se decía que, en Neuköln, barrio de Berlín, solo uno de cada 103 niños hablaba alemán en su casa. Gudenus republicó adjuntando “jascas” como “declive de la civilización occidental” y estupideces semejantes. La publicación, saludada seguramente por un montón de caballeros con barriga cervecera y el pelo cortado al uno (el público objetivo de Gudenus) no lo fue sin embargo aplaudida por la persona que, presumiblemente, más le importa al expolítico. Ni más ni menos que por su mujer, Tajana. La señora le recordó a su marido que, en su casa, sus propios hijos, a veces, no hablaban alemán, porque su “lengua materna” es otra (Tajana es, sino me falla la memoria, croata). No le recomendaba que se la fuera envainando, pero casi.

Gudenus nunca ha sido lo que se dice la bombilla que más alumbra, así que intentó salir del aprieto (con el que quizá no había contado, porque seguramente es de esos que presume de que su mujer nunca le lleva la contraria) con otro chiste de mierda, este más si cabe, porque es un chiste machista de mierda. En una historia de Instagram escribió: “Regla número 1 en Twitter: la mujer siempre tiene razón. Regla número 2: si no tiene razón entra en vigor la regla número 1”.

Tajana Gudenus, al leer esto, debió de amenazar a su marido con quitarle Mein Kampf de la mesilla de noche y escondérselo en alguna parte recóndita. Segundos más tarde, Gudenus borró la historia de Instagram.


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